Tejada la Vieja

Escacena del Campo

Laura del Carmen Martín Gómez, IEDA, 2019-20

El origen del asentamiento de Tejada la Vieja se remonta a la Edad del Hierro, una época en la que los tartesios alcanzaron su apogeo con un claro carácter orientalizante: se construyeron murallas alrededor de sus asentamientos; adoptaron técnicas desarrolladas de alfarería (rueda) y de orfebrería (filigrana y granulado); y dejaron de inhumar a los muertos para incinerarlos. El yacimiento de Tejada la Vieja fue descubierto por el arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro y actualmente solo una parte está excavada. Se trata de una fortificación tartésica que se sitúa en un cerro amesetado de seis hectáreas y media aproximadamente.


Vista aérea del yacimiento

Surgió alrededor del siglo VIII a.n.e. y fue una base residencial cercana a las minas situadas en las sierras de Tejada y Aznalcóllar. Su principal actividad fue la obtención y manipulación de los materiales minerales y metales extraídos (plata, cobre y el plomo) y su posterior comercialización, tras su embarque en el río Guadiamar que era navegable. Con el agotamiento de los filones en el s. IV a.n.e., ya en época turdetana, comenzó a despoblarse hasta su abandono total.

Sus pobladores pudieron trasladarse a Tejada la Nueva o Ituci, situada en el llano y dedicada a labores agropecuarias. A partir del s. II a.n.e. y bajo domino romano se convirtió en una de las poblaciones más importantes del Bajo Guadalquivir, con acuñación de monedas con caracteres latinos y púnicos y restos de un acueducto que conducía las aguas hasta Itálica. A su alrededor se establecieron numerosas villas rústicas; Menéndez Pidal pensaba que la forma primitiva del nombre de Escacena vendría de “villa Scatius”.

Fue edificada sin cimentación ni nivelaciones previas al adaptar las construcciones a la base de piedra natural. Los interiores se rellenaron de piedras, tierra y restos cerámicos compactados sobre la que se elevaba una estructura de tapial o adobe. Por ello, solo se conservan los basamentos de parte de su muralla y de las casas, así como algunos caminos.

  • Muralla: de una altura media de 4 metros está adaptada a la orografía del terreno. Es uno de los elementos más destacados del yacimiento y recuerda a algunos modelos de estilo oriental, algo que evidenciaría una relación comercial con los fenicios. Presenta forma trapezoidal, es decir, un cuadrilátero convexo sin lados paralelos, con contrafuertes circulares y cuadrangulares en las zonas donde existía menos robustez. Está compuesta por una mezcla de piedra caliza y desechos cerámicos; probablemente estuvo pintada de color blanco (existen restos de que empleaban arcilla blanca o cal para cubrirla).

  • Urbanismo: presenta una estructura bien conservada en la que se pueden distinguir calles, manzanas y plazas bien delimitadas; espacios cubiertos y patios. Las manzanas no conservan la misma organización al adosarse estructuras en forma de “L” a las más antiguas.

    • Las viviendas son de planta cuadrangular con paredes de tapial y adobe sobre base de piedra y pavimentos de arcilla apisonada o de pequeñas lajas de pizarra.

    • Los edificios públicos también son de planta rectangular y grandes dimensiones; en uno aparecieron restos de ánforas que lo pueden identificar como almacén. Se han documentado algunas tahonas y talleres de fabricación de textiles. También hay espacios destinados a la actividad metalúrgica (hay restos de herramientas y escorias).

    • Han sido identificados edificios de carácter religioso, pero se desconoce la deidad o deidades que se adoraban en ellos.

El betilo es una piedra sagrada erguida que evoca la presencia de la divinidad. Es original de algunas culturas orientales (semíticas) que utilizaban meteoritos para señalar lugares sagrados; por extensión, se designa con este nombre cualquier piedra sagrada.


betilo hallado en Tejada la Vieja

Bibliografía


  • Imágenes enlazadas y tomadas de las páginas web y artículos reseñados.

Tejada_Martin_Gomez_Laura_1920.pdf