José Antonio Vázquez Taín (A Merca, Ourense, 1968) es un reconocido letrado gallego por su importante labor durante la Operación Nécora. Desde esa operación participó en otras operaciones policiales contra el narcotráfico, siendo la más mediática la del 2003 cuando confiscaron 3 toneladas de droga en el buque South Sea durante la operación Retoformos. Años después nos recibe en su despacho repleto de papeles de los casos que debe resolver en su actual cargo en el Juzgado Penal número 2 de la Audiencia Provincial.
PREGUNTA. La famosa serie Fariña comienza con las detenciones de la Operación Nécora y con el juez Garzón bajando de un helicóptero en el pazo de Laureano Oubiña. ¿Qué importancia tuvieron esas imágenes y esas actuaciones judiciales para usted cuando comenzó como juez en Vilagarcía de Arousa en 1999? Era su primer destino.
RESPUESTA. Yo soy una persona gallega, soy de Ourense, y la cercanía te hace creer que conoces un poco el fenómeno del narcotráfico. Llevo veinte años de ejercicio como juez. Hace veinte años, cuando llego a Vilagarcía, con esa perspectiva empiezo a descubrir cosas que no coinciden con las ideas. Por ejemplo, en la serie Fariña se destacan aspectos que pueden ser atractivos de los narcotraficantes como sus juergas, como sus intrigas, sus persecuciones, pero no reflejan lo que es la verdadera realidad, ni del mundo del narcotráfico, ni del mundo de lo que allí se vivió con el consumo de estupefacientes ni de toda esa lacra que nosotros sí que tuvimos. Entonces mi primer destino fue un poco una aventura, en el sentido de que yo no sabía lo que me iba a encontrar. Creía que sí lo conocía, luego lo fui descubriendo. Vas descubriendo un fenómeno muy complejo y de repente empiezas a decir: “Yo no entiendo cómo esto se consiente”.
Empezamos a hacer un trabajo que para nosotros fue hasta divertido, arriesgado, pero hasta fue entretenido. Aprendimos muchísimo, tanto la policía de mí como yo de la policía. Aprendimos muchísimo de la sociedad. Hoy vosotros no tenéis esa perspectiva, pero gracias a las madres recuperamos la calle. En aquel momento, en el año 98, cuando yo llego a Vilagarcía, los héroes eran ellos, la gente los admiraba. Se morían muchísimos, levantábamos muchísimos cadáveres de niños que se morían por sobredosis, levantábamos muchos cadáveres de gente que se moría con el SIDA, con las infecciones. Levantábamos cadáveres de ajustes de cuentas. Eso no es agradable. Veías a muchas familias destrozadas y, sin embargo, hay que darse cuenta de que, aunque veas mucho, hay mucho que la familia tapa. Todo ese fenómeno no hay ninguna serie que lo vaya a reflejar. Habría que descubrir una realidad que la mayor parte de la gente no conocía y ver que sigue desconociéndola, e intentar solucionarla para mí fue un entrar en esta profesión de la forma más complicada, de la forma más dura. Creo que desde entonces he intentado no bajar el nivel.
P. ¿Cómo era la Vilagarcía de 1999? Su experiencia, ¿cómo la recuerda?
R. Era un Vilagarcía en donde dominaba un silencio que durante muchos años había estado tratando de ocultar esa realidad. El ser humano tiene unos instintos, no nos podemos olvidar de eso, si no conoces la naturaleza humana entonces tienes un problema porque te vas a enfrentar a problemas y no los vas a saber solucionar. Desde el momento que conoces que el ser humano por naturaleza es egoísta, es ambicioso y solo busca su propio placer inmediato, si no asumes eso, te vas a encontrar con que no entiendes el delito. El fenómeno del narcotráfico es muy sencillo de entender: dinero fácil, vida no fácil, pero es mucho dinero el que pasa por allí e incluso la gente honrada lo veía como atractivo. Se decían: “Que venga gente y que traiga droga porque va mover mucho dinero; y si viene mucho dinero pues malo será que algo no me toque a mí”. Esa ambición hizo que se les consintiera el contrabando de tabaco, que se les consintieran los primeros años del narcotráfico y eso hace que, cuando nosotros empezamos a investigar todo esto, hoy lo cuentan de otra manera. En aquel momento era muy difícil porque cada vez que hacíamos una redada nos decían: “Menos represión y más legalización”. Se veía a la droga como algo bonito, era igual que se muriera la gente; siempre se va a morir el otro, yo me voy a salvar. Malo será, que tenemos los gallegos tan gravado.
En el 99 los narcos eran los que dominaban la calle. Las madres de Érguete eran las que consiguieron poner encima de la mesa a sus muertos, a sus hijos, que para todo el mundo eran los delincuentes. Los delincuentes eran los toxicómanos que se morían, no eran los narcotraficantes; esos eran unos señores que traían dinero. Si quieres que la justicia actúe, primero tienes que conseguir que la gente la respete y la admire. Hasta que vieron que les estábamos quitando un problema de encima, que nos costó mucho, no podíamos actuar con esa naturalidad. En el año 99 fue un momento en que lo difícil, lo crucial, fue recuperar la calle para que nosotros fuéramos los honrados y luego intentar dar ejemplo de que estábamos aplicando la ley deteniendo a los grandes, no a los pequeños ni a los camellos. Deteniendo a los grandes. Desde el 98 al 2005 que me fui cayeron todas las redes. Fue en un momento en que sí que nos dimos cuenta que se podía a hacer.
P. Entre 1998 y 2005 participó en numerosas operaciones contra los narcotraficantes. ¿Cómo describiría globalmente su experiencia?
R. La verdad es que me sirvió para todo lo demás en la vida. Lo primero, por muy pequeño que seas puedes hacer grandes cosas si confías en ti mismo. Segundo, la unión no hace la fuerza, potencia la fuerza. Una de las claves que descubrí allí fue que parece que un juez sabe de todo, resolvemos por sentencia desde las causas de un accidente, hasta los defectos de un edificio; si alguien es culpable o inocente. Parece que sabemos de todo y, al final, tienes que darte cuenta de que no sabes de nada. Lo mejor que puedes hacer es escuchar. Lo que hice en Vilagarcía es aprender de los demás, escuchar mucho, confiar en la gente en el sentido de que haciendo un equipo nuevo se podían hacer muchas cosas. Después me sirvió para la vida, para mi vida personal, para mi vida profesional, en el resto de momentos. Asuntos que parecían muy complejos como el robo del Códice o Asunta, yo ya estaba muy experimentado en lo que era investigación: saber cuándo es necesario esperar, cuándo es necesario acelerar. Todas esas experiencias que viví allí me sirvieron muchísimo para madurar como juez, como persona y, sobre todo, como profesional en el ámbito del servicio público.
P. En 2003 llegó su mayor éxito en el juzgado de Vilagarcía: lograron confiscar 7 toneladas de cocaína escondida en el buque South Sea en la Operación Retroformos. ¿Cuáles fueron las claves de esa incautación y cómo lo vivió desde dentro?
R. La gente siempre recuerda. Sí es cierto que fue una de las mayores operaciones de investigación en la lucha contra el narcotráfico, pero no lo fue por las siete toneladas. La gente siempre mira la cantidad de droga incautada. Si os digo que yo he incautado 54.000 kilos de cocaína, la gente se queda sorprendida porque parece que ni siquiera existe tanta cocaína en el mundo. Sí que existe y desgraciadamente sigue existiendo. Pero lo importante de esa operación es cómo se lucha contra la delincuencia organizada. La delincuencia organizada no es algo que esté en un sitio. No hay narcos gallegos; hay narcotraficantes mundiales. Necesariamente hay una fase al tener que pasar por Galicia en la que colaboran los narcos gallegos, pero la cosa no surge aquí ni es algo aislado. Hay que saber cómo funciona en Sudamérica, cómo funciona en el mar, cómo funciona en Galicia, cómo funciona después en el resto de Europa para la distribución. Cuando entiendes todo el fenómeno, cuando aprendes (por eso digo que hay que saber escuchar), es cuando sabes dónde están los puntos flacos de todo ese transporte, de toda esa distribución y por dónde lo puedes atacar. Esa operación fue un año y nueve meses de investigación. Frente a lo que hoy dicen los políticos, que hay que recortar las investigaciones, yo creo que las investigaciones tienen dos tiempos. Uno de conocer el fenómeno delictivo, para lo que se tiene que ser muy paciente, y otro de actuación judicial, que tiene que ser muy rápido. Una vez que hagas las detenciones el juicio tiene que ser inmediato. En esa investigación se detuvieron a cincuenta y siete personas la primera semana porque no fuimos capaces de hacer más y otras veinte en la segunda semana. Se detuvo desde a banqueros suizos hasta intermediarios náuticos que falsificaban las documentaciones de los barcos. Se incautaron cinco barcos, se desarticularon conexiones en Cabo Verde, en África, en Sudamérica. Todos esos detenidos no eran solamente los transportistas; estaban desde técnicos de aquí de Coruña, de la escuela mercantil, que eran los que preparaban las naves para que no se supiera quién es el dueño, hasta los banqueros suizos que financiaban las operaciones. Eso es lo importante: cuando desarticulas una organización y eres capaz de llegar a todos los elementos; sobre todo a los abogados, a los asesores fiscales y a los que te aleccionan de cómo hacerlo. Detener a los transportistas..., al día siguiente puedes conseguir en cualquier bar cinco personas dispuestas a subirse a un barco para traer otro cargamento. En esa operación fuimos capaces de enseñar cómo es una organización y cómo se hace.
Os puedo enseñar, en riguroso directo [se dirige a una estantería y coge un panel con un diagrama] y yo creo que sí merece la pena porque lo guardo de recuerdo, el esquema de la operación: la parte colombiana, la parte española, la parte suiza. Está en francés porque esta es una operación en donde se coordinaron policías de seis países: Portugal, Cabo Verde, Marruecos, Suiza e incluso de Colombia. Esto es lo que enseña cómo funciona una organización de tráfico de estupefacientes. Esto normalmente no se hace; se coge un barco, a algunos de aquí. Nosotros empezamos desde el origen de la droga, el transporte, la financiación y el blanqueo de capitales. Eso es lo que realmente se tiene que hacer cuando investigas un delito: darle en todos los ámbitos que le sirven de apoyo.
P. En un coloquio usted dijo que el mayor miedo de los narcotraficantes es la repercusión mediática. ¿Por qué dijo esto?
R. Hubo un momento, cuando eran señores del contrabando de tabaco, en el que el respeto social era lo que buscaban. “Oiga, yo he nacido pobre, yo he nacido en una clase humilde y ahora soy rico y quiero que me respeten, que me admiren, que me idolatren”. Ese fue el gran defecto que siempre tuvo Laureano Oubiña: de comprarse el pazo más grande, de salir en todos los lados y que todo el mundo le tuviera envidia. A esos grandes capos al final les fue muy mal. En el caso de los Charlines, el viejo pasó casi media vida en la cárcel. Laureano nunca tuvo una vida tranquila y se dieron cuenta los nuevos cachorros de decir “Uff, yo no quiero que me saquen una foto”. Hay narcos que pagan para que su foto nunca salga. Hay narcos que tratan de mantenerse siempre en la sombra y, de hecho, de las dos grandes familias que ahora están operando, una de ellas ya no opera desde aquí; está operando desde Sudamérica precisamente para conseguir esa inmunidad y tratan de mantener su nombre casi al margen de cualquier conocimiento y su imagen también. Ya no persiguen ese reconocimiento social. Ya saben que ese reconocimiento social trae después a la policía. Lo que tratan es de pasar discretamente para tratar de eludir las investigaciones y vivir lo más tranquilamente posible.
P. Fariña también muestra la relación entre narcotráfico y política en Galicia. ¿Qué opinión tiene de esta relación entre políticos y narcos? ¿Piensa que es algo del pasado?
R. El contrabando de tabaco y el narcotráfico son una parte de nuestra historia: debería de estudiarse como fenómeno social y como fenómeno histórico en las escuelas. Lo que ocurre es que nos limitamos a los tópicos y además nos parecen bien, los comemos como si fueran un manjar. Hubo una estrecha relación entre narcotráfico y política, pero no es exactamente la que revelan los medios de comunicación. Siempre se pone: Partido Popular, contrabando de tabaco, narcotráfico, corrupción. No es así precisamente. A mí me echo un gobierno socialista de Vilagarcía y fueron ellos quienes trataban de frenarme. La izquierda en ese momento apoyaba el narcotráfico porque consideraban que era una liberalización. Pensaban que las drogas son buenas y trataban de legalizarlas. No tiene nada que ver.
Si vamos a las cloacas y queremos saber cómo se financiaban los partidos políticos, veremos que la corrupción política es un mal, como el narcotráfico. Tienes que conocerlo para luchar contra él. Donde hay dinero hay corrupción, donde hay corrupción hay política. El dinero compra todas las voluntades, sea de derechas, sea de izquierdas, sea nacionalistas. Todos los partidos políticos tuvieron gente corrupta, que cogía dinero del narcotráfico. Llegaron a financiarse campañas, no solo del PP. Pero nos gustan mucho los tópicos. Volvemos a los tópicos porque es lo que hemos aprendido. Siempre se ha reflejado eso, nunca se ha querido analizar realmente esa conexión. Es tan sencillo como la vida misma. Si tú tienes mucho dinero puedes comprar a aquel que se quiera vender. Una de las fases más negras de nuestra historia, que vosotras no recordareis, porque sois muy jóvenes, es la lucha sucia contra ETA, los GAL. Hacía falta dinero que no controlaran. No era suficiente el dinero de los fondos reservados; hacía falta más dinero. Enseguida aparecieron un grupo de narcos que le dijeron al estado: “¿Queréis dinero? Nosotros os financiamos la lucha de los GAL y queremos impunidad”. Durante muchos años, entre los ochenta y el noventa y dos, lo que se trataba era de impedir que hubiera ningún atentado, ya que aquí teníamos las Olimpiadas, la Capital Cultural Europea y la Expo de Sevilla, tres fenómenos mundiales, y toda Europa estaba mirándonos. ¿Qué se hizo, durante los años previos? Se pagó a sicarios para que asesinaran a etarras. Ese dinero era dinero del narcotráfico, ese gobierno era socialista y hay un informe. ¿De eso se habla? No. Vamos a los tópicos.
Ahora mismo no puede ser, no existe ya esa conexión. Ahora, hasta cuando un político roba un perfume en una tienda sale a la palestra. Ya ningún partido va a coger dinero manchado de sangre, dinero corrupto, de empresarios. Pero todos, todos los partidos, incluso los nacionalistas gallegos, cogieron dinero del narcotráfico. Pero la imagen que se da es otra porque vamos a los tópicos y porque es muy divertido y porque a la gente le gustan los tópicos. Está de moda como el reggaetón o en su día la Muiñeira de Chantada.
P. Otro factor importante en la lucha contra el narcotráfico fue el trabajo de las madres de las víctimas como Carmen Avendaño. ¿Cómo fue la relación que usted tuvo como juez antidroga y asociaciones como Érguete?
R. La relación personal es una relación pasional. Yo cuando estaba allí en Vilagarcía hacía una redada y al día siguiente tenías una manifestación delante del juzgado llamándote represor. Cuando empecé a ver manifestaciones de madres que, llorando, pedían una solución, sentías que si ellas, que son mujeres indefensas, son capaces de plantarles cara, yo como juez no podía ser más cobarde. Fue un revulsivo para mí. Yo sí que tengo que dedicarme a luchar contra esto; yo para eso tengo los medios, tengo la obligación y soy una institución que tiene que hacerlo.
Teníamos las calles perdidas hasta que ellas fueron capaces de ir poniendo encima de la mesa los muertos, los dramas familiares. ¿No sabes lo que es tener un drogadicto en casa? Te roban todo, destrozan la familia, rompen cualquier nexo, destrozan el matrimonio porque no siempre los dos están de acuerdo en cómo tratar ese problema, si apoyarlos o castigarlos. Esos conflictos destrozan las familias. Cuando empezaron a poner esos dramas encima de la mesa la sociedad dijo: “Buf, a ver si ese dinero no es tan maravilloso como pensábamos”. Mucha gente empezó a dar la espalda. Cuando empezaron a sentir la repulsa, nos empezaron a ver a nosotros como personas buenas, pero hasta el año noventa y mucho - dos mil y pico, nosotros éramos los malos. Carmen consiguió que mucha gente se sintiera en la obligación de luchar contra una lacra y fueron ellas las que consiguieron ganar a la sociedad para que a nosotros nos vieran como gente buena.
P. Su actividad profesional también tiene sus peligros. En una entrevista en El Mundo, usted dijo que había sido amenazado en varias ocasiones y aún así afirmaba que nunca había llevado escolta y que tampoco quería llevarla. ¿Sigue pensando lo mismo? ¿Cuáles son los mayores peligros a los que se expone un juez penal como usted?
R. Hay dos fases: una primera, de cinco o seis años, cuando yo estoy en Vilagarcía y aún no soy consciente del riesgo. Descubro la peligrosidad de mi profesión cuando estoy a punto de ser detenido e imputado en una causa bastante compleja. Se habían pagado pruebas falsas para crear una causa contra mí. Te das cuenta hasta dónde puede llegar el poder del dinero, no el del narcotráfico, cualquier dinero que sea. Fue muy complejo. Había una causa en la Audiencia Nacional que, en principio, iba contra mí y contra mi familia. Después se dio la vuelta y fueron contra los que habían creado toda esa red de pruebas falsas. Estaban implicados hasta los servicios secretos del Estado. Esa es la primera fase de inocencia; luego eres consciente de que tienes peligro y vas a descubriendo más cosas como investigaciones para vigilarme, seguimientos, fotografías, intentos de agresión personal. Lo que coges es un respeto. Tengo una profesión que puede ser más o menos arriesgada, pero es que mi profesión es así. El momento más duro de mi vida es cuando intentaron quemar a mi hijo con ácido. Eso lo hizo un tío que era maltratador habitual. Lo detienen, yo lo tengo que juzgar aquí en Coruña. Tú nunca sabes dónde está el riesgo.
Es verdad que han intentado ir contra mi organizaciones internacionales, sicarios, pero el verdadero riesgo, el que caso casi me destroza la vida para siempre fue un loco que era un maltratador, yo lo condené, no entendía eso e intentó quemar a mi hijo. Desgraciadamente no quemó a mi hijo, pero quemó a cinco niños, que por suerte no fueron graves excepto uno. Está cumpliendo condena.
Lo que tienes que tener en cuenta es no ser un loco, pero ser consciente. No tener miedo, pero ser responsable. Cuando te acostumbras a vivir con eso se vive muy bien. Nunca he llevado escolta, nunca he llevado ningún tipo de protección especial, pero sí que he asumido una serie de protecciones cara a mi familia o a mi entorno más cercano. No es peligroso porque te enfrentes a mafias, es peligroso porque la gente con la que tratamos no suele ser de muy buena voluntad.
P. En una conversación con Javier Rey en Antena 3 habla sobre lo que lleva diciendo durante toda la entrevista: los tópicos que tiene la gente sobre el tema del narcotráfico y como algunos tienen a los narcotraficantes como héroes y modelos a seguir. ¿Qué cambios considera que deberían hacerse para concienciar a la gente en este sentido?
R. Todos los errores que comete el hombre se repiten a lo largo de la historia. Cuando eres joven piensas que eres totalmente distinto a tus padres, que todo lo que vives es nuevo, que todos los fenómenos son distintos. De lo que no te das cuenta es de que el problema es el lenguaje. Si fuéramos capaces de recibir el mensaje de nuestros abuelos y de nuestros padres de cuáles son los errores, de cómo funciona la sociedad, de cómo funciona todo... Hoy en día tenéis la mayor cantidad de información del mundo. En las redes lo tenéis todo. Dentro de ese todo, ¿dónde está la verdad? ¿Dónde está la media mentira? El problema que le veo con los tópicos es que, como de cualquier fenómeno, se puede aprender muchísimo de ellos. El fenómeno del narcotráfico es un paradigma para enseñaros cómo son los vicios humanos, cómo son las debilidades humanas o cómo puede ser una sociedad entera en la que hasta las madres que veían que sus hijos iban a descargar decían: “¡Qué bien! Va venir dinero”. No se daban cuenta que después sus hijos se enganchaban. Muchas madres que me lloraban la muerte de sus hijos me decían: “Con la alegría que me daba a mí cuando iba a descargar porque yo pensaba que íbamos a tener dinero en casa y no me daba cuenta de este mundo”. Estos mundos atractivos, que luego hay que buscar por detrás.
Nosotros pensamos que internet es una novedad, pero la globalización es una palabra que se acuñó en el siglo XVII. La primera vez que empezó a haber un mundo global fue cuando los españoles acuñamos el real de a ocho en tal volumen que se hizo moneda internacional y surgió el comercio global. Las grandes rutas del comercio las creamos los españoles con nuestra moneda o con nuestros barcos, luego siguieron los portugueses. Eso era una globalización y ¿qué ocasionó? Explotación en los países débiles. Cualquier fenómeno se podría estudiar y se podría aprender, pero no hay un lenguaje que sea capaz de deciros a los que venís después: “Escuchadme, que yo os puedo enseñar algo porque ya lo he vivido y no os lo vais a creer”. Los fenómenos no se estudian con la rigurosidad de decir “vamos a aprender”. El narcotráfico en Galicia oficialmente es una vergüenza y, por lo tanto, nunca se ha tenido la responsabilidad de decir: “Fue un error, vamos a aprender de esto y vamos a enseñarlo en las escuelas” porque parece como si fuera un estigma. Es una historia de héroes y de villanos. También hay héroes, hay una superación, también hay un pueblo que ahora mismo no tiene ese problema. En vez de verlo como eso y tratar de aprender, lo hemos visto simplemente como tópicos para hacer películas y atraer al público en cuanto al entretenimiento y el consumo, pero no en cuanto a que nuestros hijos aprendan que lo mismo que el narcotráfico hoy tenemos la pederastia, las estafas en internet, los acosos o cualquier otro fenómeno que puede parecer muy bonito, pero que a la larga trae muchísimas consecuencias.
P. Es usted muy conocido públicamente y a veces ha recibido críticas basadas en algunas de sus declaraciones o actuaciones. ¿Ha afectado esto de algún modo a su trabajo? ¿Ha habido algún momento en que haya pensado en dejarlo?
R. Ser un juez mediático te trae muchos problemas. Hay una doble tranquilidad, oficialmente nuestros jefes consideran más serio que no salgamos en los medios, que no demos opiniones, que nos mantengamos alejados. Además, si sales a la palestra eres objeto de críticas. Mi opinión personal es que respeto la de otros compañeros que piensan de otra manera. Es que uno de los problemas que tiene la justicia es que es muy desconocida. Nadie conoce la justicia. Aquí podéis ver cuántos papeles hay [señala las numerosas carpetas que hay sobre su mesa]. ¿Dónde está la informatización de la justicia si todo lo que trabajamos es papel? ¿Dónde está la capacidad de resolver? La gente piensa que somos unos vagos. Todo esto lo tengo que resolver esta mañana. Esto no es algo sencillo. Nosotros tenemos un trabajo ingente, estamos desbordados y tenemos muy pocos medios. Mientras cualquier otra administración tiene papel cero, nosotros seguimos todo con papel. No tenemos ninguna forma. No solo es dar a conocer nuestros problemas, nuestras cuestiones, sino incluso dar a conocer nuestra forma de actuar para que la gente nos entienda y, a lo mejor, así la gente nos entiende o nos tiene menos miedo o nos tiene menos odio. Cuando conoces algo lo comprendes mejor. Pero respeto las opiniones de los demás.
Profesionalmente yo lo he escogido ser así y asumo las consecuencias cuando me denuncian o cuando se quejan o cuando me abren un expediente. Asumo las consecuencias porque prefiero vivir de esta manera, pero no me considero ni perseguido ni me considero mejor que otros. Creo que las dos opciones son posibles: la de guardar silencio es muy respetable y la mía me gustaría que también fuera igual de respetable. Por lo tanto es importante explicar un poco cómo son nuestras problemáticas para que nos entiendan y también porque si estás callado nunca te hacen caso. Para que alguien empiece a hacer algo por esto. Parece que estamos nosotros en el siglo XVII y la sociedad sigue avanzando en el siglo XXI.
P. Ha publicado numerosos libros y, sin embargo, en ninguno de ellos el narcotráfico es el tema principal. ¿Por qué ha sido así?
R. Porque no quiero incurrir en los mismos errores que veo en todos los libros y en todas las películas que se han escrito sobre el narcotráfico. Lo que yo viví son sensaciones. En mis libros, la gente dice que escribo sobre los casos que investigué y no es cierto. Yo lo que escribo es sobre las sensaciones que viví precisamente haciendo mi trabajo. Esas sensaciones son la mayor parte de las veces personales: la frustración, la soledad. Todos pensamos que la muerte es lo peor que nos puede pasar. Una vida de soledad, de fracaso es casi una muerte en vida. Todo eso lo trato de destilar, desenmascarar algunas cuestiones que pensamos que son bonitas y empezar a ponerlas como tristes. Ya tengo en la cabeza un libro sobre narcotráfico y quizás sea ya mi próxima novela. Llevo tres novelas y dos ensayos. Mi cuarta novela sería sobre el narcotráfico, porque sí que la tengo en la cabeza. La he dilatado mucho en el tiempo. Primero porque escribir es una profesión, vas aprendiendo a hacerlo bien. Soy capaz de leer ya mis dos últimos libros; los otros me dan vergüenza. Creo que empiezo a tener un nivel de escritura suficiente para escribir sobre eso y creo que tengo ya ese enfoque que quiero darle para que lo que se vea en la novela no sean las típicas películas de acción y sea ese ambiente tan humano que yo respiré allí, tanto en lo bueno como en lo malo. Muy de sensaciones humanas, de pasiones y de vivencias humanas. Eso es lo que quiero transmitir en la novela. No quiero volver a hacer una película de persecuciones, que al final estás deseando que no pillen al narco. Quiero hacer una película donde ni se desee que pillen al narco ni que no se desee. Que la gente cuando acabe se siente y se ponga a pensar diga: “No sabía que lo habían vivido así”.
P. Volviendo la vista atrás, ¿qué cambios percibe en la sociedad desde que comenzaron las operaciones antidroga y la actualidad?
R. El narcotráfico gallego era un fenómeno desbocado. Pero no solo el narcotráfico, porque tiene muchas cuestiones alrededor. Cuando llevaba tres años ejerciendo en Vilagarcía, un día vino una abogada a presentar una denuncia: en un edificio normal y corriente, en el que cualquier persona puede vivir, las tres últimas plantas no estaban en el registro de la propiedad. Estaba viviendo un narco dentro y no pagaba la comunidad, no pagaba impuestos. Me dijeron: “Ahora creemos que la justicia sí nos va a apoyar en que, por lo menos, pague la señora de la limpieza”. No es solo que haya un fenómeno delictivo. Hay un fenómeno que lo corrompe todo. Cuando ya llevaba allí cuatro años vinieron las asociaciones de producción de marisco, una de las riquezas más grandes que tenemos en Galicia, y decían: “Nunca hemos podido vender en Madrid porque lo tenían copado los Charlines”. Hay una sentencia de blanqueo de capitales: todo el marisco que se vendía allí lo manejaban ellos para blanquear dinero. Los honrados no tenían hueco para vender el marisco, lo tenían que vender a restaurantes directamente. Es quitar muchísimo polvo y muchísima arena de ese mecanismo social y que empiece a funcionar de otra manera. Nosotros lo que hemos conseguido no solo es eliminar el fenómeno del delito, es que la sociedad viva como tiene que vivir. Me comentaba un banquero: “Nunca damos crédito a constructores para edificios porque todo se hace con dinero del narcotráfico. Ahora por fin podemos dar crédito y la gente honrada puede construir”. Si no hay competencia desleal, todo empieza a funcionar normal. No se va a eliminar ningún delito. Es algo que he aprendido en esta profesión: ni la pederastia, ni las violaciones, ni los asesinatos. Siempre va a haber crímenes porque el hombre es potencialmente peligroso. Lo que tienes que intentar es que esos crímenes sean una excepción dentro de la regla general de normalidad. En estos momentos el narcotráfico en Galicia ya es muy residual y está dentro de los parámetros normales que estaría en cualquier otra Comunidad Histórica o en cualquier otra Comunidad Autónoma de nuestra queridísima Europa.
P. ¿Cómo cambió la sociedad con respecto al narcotráfico?
R. Creo que ahora sería imposible que se volviera a apoyar al narcotráfico. Sí que se vio en peligro por muchas cuestiones. Hay una conciencia gracias a Érguete porque no solo pusieron encima el delito, sino que pusieron encima de la mesa los peligros de las drogas. Hay una conciencia diferente sobre las drogas, por lo menos para los mayores; para los jóvenes no tanto, porque cada generación consume una droga distinta; es decir, cada cuatro o cinco años se cambia. Estamos volviendo otra vez a la coca base y a otro tipo de consumos de drogas de síntesis que parece que son menos peligrosas. La diversión siempre está sometida al consumo. Pero, por lo menos, la parte madura de la sociedad ya tenemos conciencia absoluta de que las drogas no son buenas, que no se puede jugar con eso y de que es un problema para nuestros hijos. El problema es que, salvo que seas un especialista, muchas veces no lo detectas. Yo sé cómo son los ojos de una persona que consume cocaína o cómo son los ojos de una persona que consume heroína. Los he visto muchas veces. No es la primera vez que tengo que decirle a unos padres: ”Vuestro hijo se droga”. Y ellos no se habían dado cuenta. El problema es detectar. Ojalá tuviéramos esa capacidad y hubiera una parte en la formación de las personas que le dijera cómo es ese problema para evitarlo. Esta sociedad en este aspecto sí que ha madurado bastante.
P. ¿Cómo era ser juez entonces y qué diferencias hay con el puesto que tiene ahora en Coruña en el Juzgado de lo Penal número 2 de la Audiencia Provincial?
R. En mi vida siempre he buscado, aunque parezca que no, “el descanso del guerrero”. Estuve en Vilagarcía cinco años largos, más de cinco años. Cuando salí de allí me fui a un juzgado civil de Mataró. Estuve dos años a 1200 kilómetros de distancia, en un juzgado civil, viendo desde la distancia si mi trabajo se había hecho bien, esperando las resoluciones del Tribunal Supremo y aprendiendo de mí mismo. Creo que los momentos de reflexión siempre son necesarios. Luego volví otra vez a Galicia en un breve espacio de tiempo. Me mantuve en la sombra otro tiempo, esperando a que se olvidaran de mí y luego volví a lo que realmente es mi pasión, que es la investigación. Volví a Santiago y, no sé si por suerte o por desgracia, nada más llegar a Santiago desapareció el Códice; luego apareció la niña asesinada y luego estuvo lo del tren Alvia. Otra vez vuelves a tener todos los focos encima. Esta vez no esperé cinco años. A los tres años y medio dije: “Hay que volver otra vez a la sombra”. Y me vine para aquí. Lo que ocurre es que coincidió con una fase pública, en el sentido de mis novelas, de mis intervenciones en medios periodísticos, que son mi segunda pasión: la prensa y los medios periodísticos. Es lo que te mantiene en el candelero. Vuelvo a estar otra vez en segundo plano, viendo si esas investigaciones habían ido bien. Ya se han confirmado todas las sentencias y he visto que todo el trabajo de Santiago estaba bien hecho. Mi deseo ahora es esa fase de tranquilidad. También aprendes muchísimo del trabajo de tus compañeros. En cuanto tenga un hueco en investigación volveré otra vez a ser juez de instrucción. Es una pasión. Supongo que a los 55 años me retiraré definitivamente de las persecuciones para dedicarme ya a actividades más reflexivas.
P. Ya para terminar, como dice Nacho Carretero en Fariña, las drogas no son algo que se haya erradicado y se sigue traficando y vendiendo. Nosotros somos estudiantes de bachillerato de edades entre 16 y 18 años. ¿Qué mensaje enviaría usted desde la judicatura para evitar que nos metamos en el consumo?
R. A vuestra edad es muy difícil tener un lenguaje que sea capaz de llegar a vosotros. Yo, cuando doy una conferencia sobre el peligro de las redes sociales, les digo a gente de vuestra edad: “Vuestros abuelos saben más de internet que vosotros mismos”. Y siempre os echáis a reír. Hay un refrán que tienen todos los abuelos que es básico en internet, que antes se decía muy esporádicamente, pero que en internet es como una regla de oro: “Todo lo que sea gratis es que vosotros sois la mercancía”. Sin embargo, esa regla de oro no la sabéis y estáis en el mundo donde esa regla es la que impera. Todo es gratis porque tú eres la mercancía: sea humana, sean tus datos, sea lo que sea. El problema es encontrar un lenguaje para llegar a vosotros y que lo entendáis.
Aquí suelen venir colegios a ver juicios, que es una actividad que me gusta muchísimo. Suelen venir no solo estudiantes de derecho, sino que se ha extendido la cuestión a institutos de aquí de Coruña e incluso a colegios. Es muy aleccionador cuando entran determinado tipo de personas. Cuando un grupo de jóvenes ve el resultado del consumo de drogas en una persona (continuado, más de cuatro o cinco años), a veces ellos mismos se levantan para preguntar y, si tengo confianza con ellos, les digo: “Cuéntales cuánto tiempo consumiste y qué consumiste”. A veces se quedan sorprendidos porque hay gente que ven a la persona totalmente deteriorada aunque les diga: “No, no. Yo solo consumí cocaína cuatro años”. Ves a alguno de los estudiantes o a gente mayor haciendo cuentas de cuánto lleva consumiendo él. Al final no somos tontos, el consumo de hachís es elevadísimo. Una de las veces era un chaval que solo había consumido hachís y tenía una psicopatía esquizoide gravísima. Muchas veces las palabras no llegan, hay que ser impactante.
Cuando escribes te das cuenta de que por muy bien que escribas si no consigues impactar al lector con escenas, con enganches, con todo eso, no eres capaz de mantener el libro. Se le va a caer de las manos, no va a llegar al final. Yo creo que uno de los mensajes que se pueden mandar desde la justicia es abrir las puertas para que veáis dónde acaban los consumidores y para que veáis los problemas, no solo con la ley, sino con la salud y con la mente. Pero, claro, eso es algo que casi nos avergonzamos de tener en nuestra sociedad; nos avergonzamos de esas lacras en vez de aprender de ellas. Yo creo que sería muy ilustrativo. Yo creo que sería muy ilustrativo que las asociaciones que se dedican a rehabilitar, de vez en cuando os dieran charlas, llevando a los drogadictos para que veáis cómo es el consumo, cómo es la vida y, sobre todo, cómo están solos. Ya ninguna familia los quiere aguantar. Con mi primer detenido para ingresar en prisión (la primera vez que tienes que tomar la decisión privar a una persona de libertad es bastante duro), la madre pidió hablar conmigo. Yo ya tenía más miedo y más dudas que poco. Pensé que me iba a derrumbar al hablar con ella. Pero, para mi sorpresa, lo que la madre venía a pedirme era lo siguiente: “Ya no aguantamos más. Métalo en prisión y sáquenoslo de encima. He luchado tanto por él que he perdido a mi marido, he perdido a mi hijo mayor. Me queda una hija. Si sigo defendiéndolo a él voy a perder también a mi hija”. Cuando oyes eso se te viene el mundo encima. Lo que tenemos que hacer desde la justicia es transmitiros ese mensaje, no con palabras. Ese es el problema, encontrar el lenguaje para que los jóvenes seáis capaces de visualizarlo y asimilarlo.