Fernando Alonso es gerente y portavoz de una organización sin ánimo de lucro, la “Fundación Galega Contra Narcotráfico", que está dedicada a luchar contra el tráfico de drogas y sus consecuencias. Realiza ayudas con denuncias, grupos de apoyo, movilizaciones, reivindicaciones y demandas. Una de sus luchas ha sido y sigue siendo el cambio de las leyes para poder incautar todas las propiedades a los narcos. Propiedades como el Pazo Baión de Laureano Oubiña, que "fueron símbolos de la ostentación del narcotráfico y ahora son símbolos de que es posible ganarles la batalla".
PREGUNTA. En 2002 se creó la Fundación Galega Contra o Narcotráfico, una organización sin ánimo de lucro que lucha contra el tráfico ilícito de drogas. ¿Cuáles fueron los motivos por los que se creó y cómo fueron sus inicios?
RESPUESTA. En 2002 se creó la Fundación, que era herencia de la denominada Plataforma Gallega contra el Narcotráfico y que fue fundada en 1994; era la misma entidad y solo cambió de nombre. La sensación de la sociedad y de muchas personas era de tener que hacer algo para plantarle cara y parar de los pies a esa inmensa mayoría de traficantes de la zona que, ostentosamente, hacían exhibición de riqueza, de poderío en una situación muy complicada porque, además, empezaban a estar siendo perseguidos. Por aquel entonces, todavía no eran condenados judicialmente y, de hecho, uno de los motivos fundamentales para la creación de la Plataforma fue la sentencia de la operación Nécora. Esta operación supuso la detención inicial y encarcelamiento de muchos narcos. Luego fueron a juicio y casi todos fueron absueltos. Esa sensación de cabreo, dicho así en términos coloquiales, y de frustración fue la que nos llevó a decir: “Tenemos que hacer algo”. Fue el pistoletazo de la Plataforma que estaba integrada por personas de la sociedad civil del Salnés y de Galicia: por médicos, abogados, economistas, periodistas, sacerdotes, padres, madres, empresarios, sindicalistas, etc. Gente preocupada porque veía que estaban destruyendo todo. También era el tiempo de la heroína, que es donde se visibilizaron más los problemas, la sensación de que había que hacer algo y de que no podíamos esperar a que nos lo resolvieran las administraciones o nada parecido.
P. La Fundación está situada en Vilagarcía de Arousa, uno de los centros del inicio de la era del narcotráfico. ¿Cómo era la Vilagarcía de aquella época y en qué se diferencia de la de ahora?
R. Aquella época se puede decir que al principio del todo no había información desde el punto de vista de consumo de los daños que hacen las distintas sustancias. Había más desinformación. Ahora sí hay más información de lo que sucede. Es lo que decimos nosotros muchas veces: la información por sí misma no cambia el comportamiento de las personas; hace falta algo más y en eso estamos precisamente todavía veintitantos años después. Esto respecto al consumo; respecto al tráfico de drogas, ha habido cambios muy importantes en el tiempo. Se empezó a rechazar frontalmente a los narcotraficantes, empezó un proceso que todavía hoy sigue en curso, sigue en marcha, porque todavía hay mucho que hacer. Lo que sucede es que, al principio de todo, en el origen de narcotráfico, tuvimos el contrabando de tabaco. El contrabando de tabaco era una actividad que se permitía, se justificaba y nadie tenía ningún empacho en reconocer que era el contrabandista; incluso había alguno en querer aspirar a ello, en ser contrabandista “de manera profesional” como lo había sido su padre o como lo había sido su abuelo. Eso es una barbaridad que afortunadamente ahora no se da.
P. La Plataforma Galega contra o Narcotráfico, de donde más tarde saldría la Fundación, luchó desde 1994 para conseguir una reforma legislativa sobre el tráfico de drogas, petición que llegó hasta el Parlamento Europeo. ¿Cómo se llevó a cabo ese proceso y cómo consiguieron ser escuchados?
R. Por un sentimiento de querer cambiar las cosas. Había muchas áreas de trabajo cuándo se creó la Plataforma, y hoy día siguen siendo las mismas pero con distintas características e intensidades. Una de ellas es a nivel sensibilización de la sociedad, para conseguir que la gente rechace el narcotráfico o que descarte el consumo de drogas como alternativa al ocio. Esta era una de las vías, pero había otras. Otra muy importante era conseguir procesar y condenar legalmente a esos sujetos y no solo por el alijo, que eso estaba más o menos recogido en las leyes de la época, pero había un terreno todavía inexplorado y que todavía queda mucho por hacer hoy en día y que es la incautación de los patrimonios. Voy a poner un ejemplo de los más conocidos, Laureano Oubiña, detenido y condenado con un montón de patrimonio; por ejemplo, el pazo Baión. Todos los colectivos antidroga clamábamos por intervenir esos patrimonios porque es una de las principales razones por la que estos sinvergüenzas se dedicaban al tráfico de drogas: para obtener cuantiosas y enormes fortunas traficando. Era su aspiración. Si dejamos que conservan el patrimonio, les sigue saliendo a cuenta dedicarse a ello. Asumen que tienen que estar diez años en la cárcel, si es que los cumplen (que son los menos), a cambio de seguir teniendo propiedades múltiples y asegurar el futuro económico de su familia y de cuatro generaciones más. Por ahí fueron muchos de los cambios que tratamos de hacer desde la Fundación. No éramos los únicos, pero sí buscábamos que nos hicieran caso. ¿Cómo? Llamando también a quienes tenían la capacidad de poder legislar; es decir, a la Comisión Mixta Congreso-Senado para el estudio del problema de la droga, al Plan Nacional sobre Drogas; a quienes tenían la facultad y potestad de poder cambiar las cosas. Nosotros, asesorados por juristas, sugerimos posibles cambios encaminados en esa dirección a evitar que siguiesen disfrutando de sus patrimonios una vez detenidos y condenados.
P. En la época de los 80 el narcotráfico se veía como un beneficio, ya que traía dinero a las rías y las consecuencias no importaban. ¿Cómo fue luchar contra la gente que opinaba que su trabajo era un atraso?
R. Era difícil y sigue siéndolo, pero el narcotráfico es la ruina y lo destruye todo. Además del gravísimo problema, está el drama que supone la adicción a las drogas para el adicto o adicta y su familia. Además de esto, económicamente, el narcotráfico lo destruye todo. Un ejemplo: un narcotraficante de medio pelo abre un bar para blanquear el dinero que ha obtenido traficando con drogas y ese bar lo que hace es vender los cafés a mitad de precio, porque le da igual ganar o no ganar dinero, porque lo que quiere es “una lavadora de lavar dinero sucio”. Entonces está arruinando a todos los bares del entorno que son honrados trabajadores que pagan sus impuestos, que se levantan a las seis de la mañana para ir a trabajar o para ir al mercado a comprar la mejor materia prima, mientras al lado hay un sinvergüenza al que le da igual. Eso es destruir la economía. Eso a nivel de pequeño negocio, pero de gran negocio es exactamente lo mismo, se vendía el marisco a precio sin competencia arruinando a muchos honrados empresarios y lo que más daño causa si cabe, es esa especie de cultura del delito que crea en la sociedad y sus entornos. Es decir yo me dedico a traficar con lo que sea, ayer era tabaco, ahora es cocaína, con lo que haga falta para ganarme la vida trapicheando, haciendo de una actividad ilegal un medio de vida y eso es lo que más daño ha causado en esta tierra, porque hay gente que sigue pensando, afortunadamente muchos menos, que una solución para solventar su problema económico es el tráfico, cuando en realidad es todo lo contrario, es su ruina.
P. En la década de los 70 y los 80 había muchos casos de drogodependientes en Galicia y en España. Se habla incluso de una generación perdida debido a las muertes que acarreó la droga. ¿De qué modo fue la situación tan destructiva que pudo acabar con una generación completa?
R. Sí fue una situación muy destructiva y no a lo mejor desde el punto de vista de la aniquilación, de que biológicamente se murieran todos, ni muchísimo menos, pero con la heroína el deterioro de las personas era tremendo, muy visible y muy rápido. No sucede como ahora y ese es un factor que podemos analizar después y que lleva a la percepción de que no existe tanto riesgo. Pero es verdad que esas personas adictas a la heroína estaban en un escenario donde la droga no existía y, de repente, entró la droga y arrasó con todo, porque no había ninguna información ni nada. La verdad es que sí que había muchos muertos, muchos fallecimientos en aquel tiempo, sobre todo en los jóvenes de aquella época. Todos conocen un montón de personas que se han quedado por el camino. Eso es tremendo, la verdad.
P. En la página web de la Fundación hay un apartado dedicado a ayudar a personas con adicción con 100% de confidencialidad. ¿Cómo ayudan a estas personas y de qué manera los asesoran?
R. La idea es ayudar a las personas a dar ese primer paso que cuesta un montón dar. Cuando alguien tiene un problema de adicción, cuando alguien ve que no puede controlar, el “yo controlo” inicial, el “yo cuando quiera lo dejo”, es mentira. En algún momento el adicto se acaba dando cuenta de que no puede controlar el tema, de que se está arruinando su vida y, por supuesto, su salud y también la de su familia. En ese momento es muy difícil dar el paso y sentarse en la consulta de un médico, o incluso, a veces, no sabes ni a dónde ir. ¿Voy al médico o voy a la policía? ¿Qué hago? ¿A quién le cuento yo mi problema, mi enfermedad? Porque es una enfermedad. Pues esto nace para facilitar ese paso inicial. A partir de ese paso inicial en el que uno reconoce que tiene ese problema y que quiere solucionarlo, que quiere hacer un tratamiento que pueda ayudarle a superar la adicción, en ese momento, atendiendo a las características de la persona y distintas cuestiones, nosotros lo derivamos hacia un centro especializado que pueda ocuparse de ello.
P. Personas como Carmen Avendaño o el juez Vázquez Taín cuentan que, al estar involucrados en la lucha contra el narcotráfico, recibieron amenazas e incluso a Carmen le cortaron los frenos del coche. ¿Han sufrido los responsables de la Fundación alguna presión de este tipo?
R. Sí, alguno lo ha sufrido. Nuestro trabajo no es en ese aspecto agradable; no vamos felicitando a los narcos. Y decir que esas personas son delincuentes, evidentemente, puede traer problemas. De todas formas, esto fue más en el pasado que en el presente, porque si algo no quieren los traficantes, y es una de las cuestiones para las que hacéis vosotros esta entrevista, es la difusión. El narco lo que quiere es que no se hable del tema. Cuanto más silencio mejor y hablarlo es tremendamente positivo. Ellos lo que quieren es precisamente discreción, al revés que en otros lugares de Sudamérica como Colombia o México, donde hay asesinatos cada dos por tres. Aquí afortunadamente eso no ha llegado. Aquí adoran la discreción, quieren pasar desapercibidos lo máximo posible y saben que con violencia se van a poner más en contra aún a la policía o a los miembros de la sociedad. Esto se va a traducir en mucha más represión. En definitiva, que van a ser los primeros en salir perdiendo. Entonces ellos en ese aspecto se cuidan muy mucho. Pero sí que han existido esas amenazas hacia las personas de la Fundación y otros representantes.
P. En una entrevista con La Voz de Galicia usted alega el descontento de la Fundación sobre la definición de “organización criminal” en el nuevo Código Penal. ¿De qué modo consideran que este cambio afecta al grado de castigo de las condenas y qué solución busca la Fundación?
R. Este es un ejemplo de posibles mejoras legales en las que trabaja la Fundación. Es decir, en el actual Código Penal para que un traficante sea considerado con pertenencia a organización criminal tienen que darse unos requisitos demasiado rígidos, demasiado altos. Por ejemplo, tiene que haber una relación estable en el tiempo, tiene que haber una serie de condiciones que desgraciadamente no serán tan fácilmente alcanzables o, al menos, si se dan, son muy difíciles de probar. Eso supone que grandes traficantes sean condenados por mucho menos o con mucha menos condena en tiempo de la que podrían ser condenados si se considerasen miembros o jefes de una organización criminal. Así, la estabilidad en el tiempo es difícil de conseguir. Ahora una de las formas más habituales de narcotráfico son los transportes puntuales para alijos puntuales de droga; es decir, los traficantes no abren un local, ponen un rótulo y están trabajando ahí 10 años, sino que se organizan puntualmente para un desembarco y luego deshacen sus vínculos. Eso no significa que no haya organización criminal, pero judicialmente no es posible condenarlos por eso.
P. En 2017 la Fundación obtuvo la Cruz al Mérito Policial. ¿Qué supuso ese galardón para la FGCN y cómo es su relación con las fuerzas del orden y con los jueces?
R. La Fundación trabaja siempre en estrecha colaboración con las fuerzas de seguridad y con la autoridad judicial y fiscal. Por eso, este reconocimiento te llena de satisfacción, con toda la humildad, porque viene, además, de quién viene, es decir, de los máximos referentes en la lucha antidroga: las fuerzas seguridad; en concreto, la Policía Nacional. Es una satisfacción inmensa.
P. La Fundación tiene una gala anual tradicional en la que se entregan las “Nécoras de oro” a aquellas personas que hayan tenido un papel importante en la lucha contra el tráfico de droga. ¿Qué criterios se siguen para entregar este premio y qué figuras relevantes lo han recibido y por qué?
R. Los premios se instauraron en principio con la idea precisamente de visibilizar y dar a conocer públicamente el trabajo de los que lo hacen bien en lucha antidroga, que es algo que normalmente en las noticias en la prensa suele pasar desapercibido, salvo dos o tres figuras más o menos mediáticas. Hay muchos seres anónimos aquí en la lucha antidroga y es bueno sacarlo y reconocer públicamente el mérito que tienen. Entonces, la Fundación, en la modesta medida de sus posibilidades, todos los años hace un reconocimiento sobre todo en tres áreas que son: lucha contra el narcotráfico desde el punto de vista judicial y fiscal; periodistas y medios de comunicación; y la otra parte del problema: prevención y asistencia a drogodependientes. Han recibido este galardón desde el juez Garzón hasta muchas asociaciones antidroga; todo tipo de de figuras relevantes: el actual fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, muy conocido por el tema del “procés”. A Javier Zaragoza tuvimos el horror y el placer de poder reconocerle precisamente por su papel protagonista en la operación Nécora. Lo han recibido también muchos jueces y fiscales, autoridades policiales, etcétera. Nosotros encantados de poder hacerlos cada año para poder reconocer el trabajo de los que lo hacen bien.
P. Otra actividad central que realiza la Fundación es la gestión y subasta de los bienes intervenidos al narcotráfico en Galicia. Concretamente nos interesan dos de ellas: la subasta de los pazos de Manuel Charlín y Laureano Oubiña. ¿Cómo fue el proceso para poder subastarlas y qué significado simbólico han tenido en la lucha contra el narcotráfico?
R. El significado simbólico es todo el del mundo. Nosotros en la Fundación no trabajamos en esa subasta en concreto porque nosotros tenemos un Servicio de Gestión de Bienes Muebles en donde pones en venta los bienes muebles como los coches o los teléfonos, pero no los inmuebles. Las propiedades inmobiliarias no son todavía objeto de ese convenio, que es un acuerdo que tenemos con la Consellería de Xustiza para poder vender sus bienes. Tiene un valor simbólico muy importante, por ejemplo, la venta de un coche. Cuando se incautan en una operación un coche deportivo o no deportivo, un utilitario, -aunque normalmente los narcotraficantes suelen tener más de un coche-, es fundamental mostrar que se acabó la impunidad. Es decir, una ejemplaridad. No solo estás detenido y procesado, sino que, además, la sociedad, a través del estado, te retira ese vehículo y pierdes la propiedad. Después ese vehículo se vende para conseguir una solución a un problema que existía que era normalmente que los coches se quedaban esperando a que hubiese una sentencia y eso podía tardar años en suceder. Mientras tanto, ese coche pierde valor y luego no es más que chatarra que no vale nada. Para eso se creó el Servicio de Gestión de Bienes Muebles. El patrimonio inmobiliario que apuntas es fundamental porque es la ejemplaridad máxima que se puede ilustrar. A través de este tipo de propiedades, especialmente aquellas que fueron símbolos de la ostentación del narcotráfico y ahora son símbolos de que es posible ganarles la batalla. En el caso del Pazo Baión hay una cooperativa que lo tiene y lo explota con éxito notable, por lo que sabemos, y estamos encantados de que pueda seguir. El Pazo de Vista Real, en este caso, es propiedad pública, también excelentemente gestionado. En definitiva, ese saber que vuelven a manos honradas a empresas privadas o a la comunidad pública es una satisfacción muy grande y un ejemplo disuasorio para nuevos traficantes que quieran venir aquí. Aquí no te sale rentable venir, porque tarde o temprano te van a acabar deteniendo, procesando, encarcelando y quitándote todas las propiedades.
P. Últimamente, series como Narcos o Fariña dan visibilidad a todo el mundo del narcotráfico. Esto está despertando el interés en jóvenes que no conocieron esos momentos históricos. ¿Cuál es su opinión sobre la manera en la que presentan a los narcotraficantes?
R. Como decíamos, hablar del tema siempre es positivo pero, también, hay que distinguir la realidad de la ficción; y el pasado y el presente. Es decir, una situación determinada que hubo en Galicia hace 30 años no es ni por asomo la situación actual. Eso también debería reflejarse en las series para que no quedemos nosotros como cómplices de estos personajes, porque no lo somos; salvo cuatro miserables, no lo somos. En general, todos los gallegos rechazamos el narcotráfico y eso a veces en las series no queda tan claro y es bueno decirlo y que la gente lo sepa. Después, claro, debemos tener muy en cuenta que el traficante cuando se habla de Galicia u otros lugares -no importa donde se ambienta la serie-, es muy importante saber el poder que tienen los medios, que es muy grande. A lo mejor un chavalillo joven que vea esto igual dice: “Pues me mola a mí esta vida: el peligro, el glamour, las chicas, los chicos, las riquezas, los deportivos”… Eso es mentira todo y hay que decirles que es mentira, que el narcotráfico es un negocio que siempre acaba mal; más tarde o más temprano siempre acaba mal y que nadie piense que puede hacer carrera en eso porque se va arruinar la vida.
P. El narcotráfico tuvo impacto en la política gallega. Se conocen muchos casos de corrupción que se dieron entre políticos que recibían dinero por hacer la vista gorda. ¿Cómo cree que es esta relación en la actualidad?
R. Totalmente distinta, como decíamos. Hubo un tiempo, precisamente, donde la aceptación del contrabando de tabaco era moneda de uso común. Era una actividad casi lícita y, me atrevería decir, que totalmente consentida. Entonces esos personajes estaban en la sociedad y eran parte de ella. Y parte de la sociedad son también las empresas y los ayuntamientos. Y los partidos políticos, por supuesto, que estaban ahí. Ahora es completamente diferente. Evidentemente seguirá habiendo casos en los que hay que intervenir, como también hay casos de corrupción en las Fuerzas de Seguridad del Estado, pero la línea general es de absoluta separación o división entre el lado de las personas honradas, de toda la sociedad, de la mayoría y el lado de los delincuentes, que ahora, a diferencia de antes, son delincuentes. Antes podían contar con impunidad o complicidad en algunos ámbitos de las fuerzas de seguridad, pero eso se terminó hace mucho tiempo y ahora son delincuentes que trabajan en la más absoluta clandestinidad. Así debe ser y debe seguir siendo.
P. Por último, somos estudiantes de bachillerato y, por lo tanto, estamos en edades entre los 16 y los 18 años, época de inicio en el consumo de drogas. ¿Qué mensaje les enviaría a los adolescentes de nuestra edad?
R. Hay mil formas de divertirse y todas son mejores. El “yo controlo” siempre es mentira; siempre acaba siendo “yo no controlo nada y me voy a arruinar la vida”. Que se lo piensen dos veces, que no que pueden arruinarse la vida por una tontería. Todo el mundo empieza despacito y acaba subiendo en la escalera: consumo de tabaco, alcohol, hachís, marihuana, cocaína. Y así se va subiendo la escalera y, al final, lo que te espera es la destrucción absoluta. Hay mil maneras de divertirse y ninguna pasa por eso.