Investigando para realizar nuestros cuestionarios, descubrimos algo que verdaderamente hiela la sangre: solo un 1% de los galardonados con el Premio Nobel de Fisiología/Medicina son mujeres. Hasta ahora, únicamente doce científicas han conseguido colarse dentro de este selecto club. Lo que fue concebido como un reconocimiento a “científicos y médicos que sobresalen por sus contribuciones en el campo de la fisiología o la medicina”, se ha convertido para todas estas mujeres en una verdadera carrera de obstáculos. Y es que no solo tienen que mostrar que sus contribuciones a la ciencia son igual de buenas (o incluso mejores) que las de sus colegas masculinos, sino que tienen que combatir el machismo, la discriminación y el techo de cristal.
Este 2019 se cumplen 72 años desde que Gerty Cori se convirtió en la primera mujer en recibir un Premio Nobel en esta categoría. Su historia debería servir de inspiración para muchos y de escarmiento para otros. Pese a las complicaciones de principios del siglo XX, Gerty estudió Medicina en la Universidad de Praga, donde conoció a su marido. Juntos se mudaron a Estados Unidos, con la esperanza de un horizonte de investigación más prometedor. Sin embargo, mientras veía como a su marido se le abrían las puertas de muchas universidades, Gerty tuvo que aceptar puestos inferiores y colaborar en situación de desigualdad en numerosos proyectos. Pero no se rindió y, en 1947, fue galardonada junto con su marido y un fisiólogo argentino con el tan ansiado reconocimiento científico.
No obstante su historia se pierde entre la de tantos grandes nombres masculinos: Ramón y Cajal, Watson y Crick, Pavlov, Fleming y un larguísimo etcétera. Los nombres de mujer aparecen con un tipo más pequeño, en minúsculas e incluso con una fuente más chapucera. Ya es hora de que todos, mujeres y hombres, nos levantemos hacia ese gigantesco techo de cristal y lo hagamos añicos.