Jesús Manuel Gago Piñeiro es oceanógrafo químico, miembro del Centro Oceanográfico de Vigo dependiente del I.E.O. y del Grupo de expertos PNUMA / MED POL y coordinador científico de proyectos nacionales y de la UE en el campo del medio ambiente marino. Ha representado también a España en actividades relacionadas de diversos organismos internacionales como la OSPAR, la Comisión Europea, o las Naciones Unidas). Ha trabajado como investigador en el Instituto de Investigaciones Marinas del CSIC y como experto en la unidad marina de la dirección general de medio ambiente de la Comisión Europea en Bruselas. En la actualidad, su trabajo se centra en la basura marina en la costa gallega, especialmente en microplásticos.
PREGUNTA. La gestión de residuos y el uso excesivo de los plásticos son algunos de los mayores retos ambientales de nuestro siglo. ¿De qué forma la investigación del Instituto Oceanográfico de Vigo, al que usted pertenece, ayuda a avanzar en este problema?
RESPUESTA. Nosotros ayudamos a avanzar en este tema proporcionando conocimiento a las administraciones del impacto que puedan tener en el medio porque el plástico está presente prácticamente en todos los lugares. Lo que hay que ver es dónde está presente, por qué y de dónde viene. Todo ese tipo de preguntas básicas que cualquiera se hace, siguiendo el método científico o cualquier método ordinario. Si uno se encuentra una playa llena de restos de grasa o aceite no es agradable para nadie. Lo que ha cambiado en los últimos años es que la contaminación se veía, hace años, como algo muy puntual y esporádico, debido fundamentalmente a actividades industriales (por ejemplo, una mancha de aceite o de grasa de una marea negra) y hoy en día estamos con esta marea de basura, esta marea plástica de la que todos somos responsables en mayor o menor medida de su impacto en el medio. Tenéis noticias todos los días en todos los medios de cuál está siendo el impacto en este sentido.
P. ¿Por qué se decidió dedicarse profesionalmente al medio ambiente y cómo ha sido hasta ahora su experiencia en este ámbito?
R. Yo estudié química en Santiago, la rama de química física, pero no pensaba dedicarme a esto de una manera profesional. Me gustaban los documentales de Jacques Cousteau, pero no lo veía como un futuro. Como el gallego tira al mar, empecé a trabajar en investigación marina, hice la tesis doctoral en ciclos biogeoquímicos del carbono y me fui a trabajar unos años a Bruselas. En 2010 descubrí la cantidad masiva, el impacto que estaba teniendo a nivel mundial el tema de la basura y, al volver, empecé a trabajar, alrededor del año 2011-2012, y a dedicarme al tema de las basuras.
P. Como investigador del Instituto Español de Oceanografía, ¿qué proyectos o acciones están llevando a cabo a nivel estatal?
R. Tenemos diversos proyectos, algunos financiados por el Ministerio directamente. La mayoría son proyectos con fondos públicos; los fondos privados son pocos. Tenemos estudios sobre fondos marinos y acumulación de basuras, otros sobre basuras que están flotando y otros sobre microplásticos, tanto en agua como en sedimentos. Hemos hecho hace poco un estudio sobre microplásticos en delfines.
En este tema hay un “agujero negro” que es el impacto, sobre todo en el asunto de los microplásticos. En cuanto a los plásticos, está claro el impacto en los organismos que se ven enredados, enmallados: las artes de pesca están diseñadas para matar.
Esas redes, una vez que se pierden por lo que sea, siguen matando, pescando peces, tortugas y otros mamíferos como pueden ser los delfines. Pero el impacto de los microplásticos es un poco complejo porque los plásticos en sí no son malos, si no, estaríamos muertos todos. Vosotros bebéis por botellas de plástico, consumís alimentos que han estado empaquetados en plástico, sea una ensalada o unas galletas. Estamos dilucidando cuál es su impacto real, pero está claro que están donde no tienen que estar.
P. Usted forma parte de varios grupos internacionales dedicados a la investigación acerca de la contaminación marina medioambiental. ¿Puede describirnos un poco el trabajo de estos equipos y el papel que tiene su labor aquí en Galicia?
R. Hay grupos de la Unión Europea cuya vertiente es internacional: están Portugal, España, Francia y todos los países del ámbito europeo. En este tipo de grupos se trata de usar el mismo tipo de metodologías, de contrastar los resultados que estamos teniendo en todos los estados de la Unión Europea. Procuramos debatir sobre las metodologías que se usan, cuáles son las más adecuadas y ver si en algunos puntos se acumulan determinadas sustancias u otras.
Los grupos de Naciones Unidas tienen otra dimensión, más global, con gente de todo el mundo: un chino, un sudafricano, un filipino, un canadiense, un gallego... Aquí puede llevar más tiempo obtener resultados, pero sí que tiene mayor impacto, sobre todo en el medio marino; porque el mar no tiene fronteras y muchas veces encontramos en nuestras playas basura proveniente de Estados Unidos o de otros países que vienen a través de las corrientes. El tema marino es muy complejo: un barco puede tener un pabellón en Panamá o en Liberia, la tripulación ser la mitad filipina, la mitad indonesia, el capitán puede ser gallego, el capital del barco puede ser ruso y su base estar en Luxemburgo. Es un negocio tremendamente complejo y que presenta algunas dificultades. Las decisiones internacionales son la única manera de atajar la polución. En Galicia tenemos muy buenas investigaciones, unas universidades bastante potentes y creo que siempre hay un gallego moviéndose en estos grupos, sea en basuras o en tráfico marítimo.
P. Dados su conocimiento e investigación acerca de los contaminantes y problemas ambientales, ¿cuál consideraría el más grave de ellos y por qué?
R. Si hay que hacer rankings, el plástico, hoy en día, es el más mediático. El problema hoy en día somos los humanos: el consumo ingente de recursos que estamos haciendo y el impacto que tiene sobre el medio. El término cambio climático no me gusta mucho porque me parece que se centra sólo en un cambio del clima, cuando realmente estamos cambiando los ecosistemas, tanto en las especies que existen en ellos, como en sus fronteras. El principal agente contaminante somos nosotros: generamos unas cantidades ingentes de residuos; cada uno de nosotros generamos unos 500 kilos de basura al año en el mundo “desarrollado”. ¿Qué se hace con todos esos residuos, cómo se tratan adecuadamente, cómo nos movemos hacia sustancias más sostenibles, hacia una economía circular, más verde? Estamos intoxicando el mundo con un montón de sustancias y, cuando una sustancia es tóxica, se cambia a otra que tardamos en demostrar que es tóxica, pero después ya se está cambiando a otra que resulta ser tóxica dentro de unos años. El mayor problema es enfrentarnos realmente a una elección humana que sea respetuosa con el medio ambiente.
P. Como ha dicho, está ahora muy de actualidad la preocupación sobre los efectos de los microplásticos. ¿Podría tratar de definir el impacto de estos en el medio ambiente y, particularmente, en el mar?
R. Tienen un impacto nocivo, negativo. Los plásticos son algo genérico, no se habla de tamaños. Cuando se habla del mercurio, sabemos que es un elemento que tiene unas propiedades químicas. En el caso de los plásticos da igual que sea una botella que un tanque de un metro por un metro. Hay impactos de todo tipo: hay impactos económicos, en la circulación marítima. Hace unos meses estábamos en un barco trabajando y se nos enrollaron las hélices en unas cuerdas. Estábamos en alta mar y, debido a esto, tuvimos que volver a puerto y llamar a unos buceadores para que las sacaran. Y eso tuvo un coste estimado de unos diez mil euros en un barco relativamente pequeño, de veinte metros. Esto es un impacto económico. Después, tiene un impacto paisajístico. Cuando uno va a una playa, si está llena de basura, no le gusta y deja de ser turística. Esto es otro impacto económico, el decrecimiento del turismo. Están también los impactos sobre la biota: enmalle, enredo, ingestión... Se estiman que son miles y miles el número de aves que se mueren enredadas tanto en mallas como en estos “packs” para las latas, etc... Y están los impactos más o menos desconocidos, como pueden ser los de los microplásticos.
P. Más en particular, ¿cómo diría usted que puede afectar esta problemática a Galicia?
R. Galicia tiene ciertas características que la hacen menos sensible a este tipo de polución. Pero, como hemos dicho antes, el mar no tiene fronteras y no nos podemos quedar mirándonos el ombligo. Por ejemplo, las fábricas grandes tienen unas chimeneas muy altas y debajo un jardín muy bonito. Esa contaminación va a algún lugar y va a acabar afectándonos a nosotros de una u otra manera. El mar no tiene fronteras y las sardinas no dicen: “Me voy a Galicia desde Portugal con el pasaporte”. Ni los animales marinos... Lo que esté afectado en otro lugar va a acabar afectándonos a nosotros. Esto requiere una visión global. No podemos quedarnos mirándonos nuestros zapatos, sino ver que realmente nos vamos a ver afectados. Es cierto que podemos proteger mejor nuestros ecosistemas, las rías. La Ría de Arousa, por ejemplo, es una de las más productivas del mundo, en donde hay más de 2.500 bateas. El 90% de la producción de mejillón en Europa se hace en Galicia. Sí que podemos mejorar el tratamiento de los ríos, evitar que lleguen muchos residuos, mejorar el tratamiento de las aguas residuales. Esto es un problema global que requiere una acción global. De hecho Naciones Unidas está trabajando en ello.
P. ¿Cree que esta preocupación específica es solo una moda, o, por el contrario, es un problema ambiental grave?
R. No creo que sea una moda. De hecho, los primeros estudios científicos en el tema de plásticos datan de los años 70, hace menos de cincuenta años. En la novela de Julio Verne “Veinte mil leguas de viaje submarino” ya se mencionaba la basura en el mar. Pero es en la revolución industrial, a finales del siglo XIX, cuando se empezó un cambio en el ecosistema, en el mundo. Y ahora, en los últimos cincuenta años, la producción de los plásticos se ha multiplicado prácticamente por 100. El problema está en los plásticos de un sólo uso, de usar y tirar, en las toallitas e infinidad de elementos plásticos con una producción masiva tan elevada que se han transformado en unos contaminantes porque tienen un impacto sobre el medio: de ingestión, en malla o red o de cualquier otro tipo.
P. ¿De qué modo cree que el uso de plásticos llegará a ser sostenible y compatible con un medio ambiente saludable?
R. No estoy de acuerdo con el mensaje que se transmite de “Consume, consume botellas de manera ilimitada y no hay ningún problema si las echas a un contenedor amarillo”. Pienso que es negativo. Tenemos que ir a otro sistema. Se está trabajando en otro tipo de polímeros, no plásticos, como la fécula de patata. El problema es, como con los biocombustibles, en que estamos utilizando campos muy extensos para cultivar combustibles y hay gente que no tiene recursos ni para comer. Moralmente es injusto producir para que nosotros tengamos combustibles cuando hay gente que está pasando hambre. Hay que buscar una sostenibilidad integrada en el ecosistema. Hace cien años el impacto de una persona era diez veces menor que el que es ahora. Tenemos que volver a usar materiales de una manera más adecuada. El plástico se ha impuesto en todo. Hay en muchos productos en los que no es necesario: el jabón líquido en botella, el detergente líquido que viene en otra botella... En las redes podéis encontrar personas que se hacen llamar “plasticarianos”, que tratan de eliminar el plástico totalmente de su vida. Pero no hace falta ser tampoco unos integristas, con todos mis respetos para esta gente, sino que lo que se trata es de no consumir de manera irresponsable. En esto se puede hacer muchísimo. Nos hemos acomodado a los plásticos de usar y tirar cuando generalmente no son necesarios: podemos utilizar nuestros platos en un cumpleaños, en una playa... Esto requiere un esfuerzo. Si vas a hacer la compra y llevas tus bolsas... El de las bolsas de la compra ha sido un cambio, pero hay que extenderlo al resto. Cuando compras unas magdalenas, están todas empaquetadas individualmente, pasa con la fruta. Muchas veces pesa más el continente que el contenido.
P. Una de las posibles soluciones globales a este problema es la economía circular, algo por lo que la Unión Europea está apostando fuerte. ¿Piensa que son suficientes las medidas que están tomando los gobiernos? Y, teniendo en cuenta su carrera, ¿qué más cree que se puede hacer en entornos como los océanos?
R. No estoy muy a favor de la economía circular. Me parece que, de alguna manera, está transmitiendo un mensaje negativo. Necesitamos más una economía verde. Evidentemente, las grandes instituciones como la Unión Europea tratan de lanzar mensajes que sean positivos y que la gente los coja. La economía circular es bastante lógica y entendible por todos. Pero, ¿por qué no nos vamos a una economía más verde? ¿Por qué no se producen los productos realmente de una manera más sostenible desde un principio? Tenemos que pasar de las 3R a las 10R. En vez de recuperar, reciclar, reutilizar, ¿por qué no vamos también a rediseñar los productos, hay que repensarlos, rehusarlos, con “h” y sin “h”. Hay que rechazar aquellos productos que no son sostenibles. Ir hacia una legislación más restrictiva en la cual se tenga en cuenta el ciclo de vida completo de cualquier elemento. Por ejemplo, el ciclo de vida de una pajita que se usa en una cafetería y se desecha tiene un ciclo de vida muy corto. ¿Qué pasa con esa pajita una vez que se desecha? ¿De qué material está hecha? Hay que buscar que esa pajita sea reciclable, pero muchas veces es muy difícil reciclar estos materiales. No estoy en contra de la economía circular, pero no es lo suficientemente potente; es sólo una de las “patas” que nos pueden ayudar a combatir el impacto antropogénico sobre el medio en general, no sólo en los océanos, sino en todos los ecosistemas de la tierra.
P. En la actualidad, en medio de la post-verdad, hay autoridades como Donald Trump que niegan el cambio climático a pesar de los sólidos datos científicos que sí lo confirman. ¿Cómo se podrían contrarrestar estos “hechos alternativos” para devolver credibilidad a la ciencia?
R. Creo que la ciencia tiene credibilidad y, evidentemente, los ciudadanos son libres de votar a quien ellos crean más conveniente para desarrollar la política en su país. No creo que el señor Donald Trump maneje datos científicos sino datos emocionales, de impresión de un día. Si salís un día a Compostela y hace calor, “sería por el cambio climático”; si salís y hace frío, “ya no existe cambio climático”. Este no es el método científico. Aspiráis a algo más sólido por parte de la presidencia de Estados Unidos, más científico.
La Universidad de Santiago tiene más de 500 años. De ahí han salido muchos médicos, químicos o biólogos como en otras universidades. No creo que el método científico esté “temblando” por las “verdades” de dos o tres personas que se opongan. Bien es cierto que estos mensajes, si son muy escuchados, pueden hacer pensar que “no es para tanto”. Es más un problema de los medios de comunicación que están dando un cambio brutal. Que ya no se vendan periódicos en papel no quiere decir que la gente no tenga opinión. Creo que la gente no es tonta y se da cuenta. El mundo está cambiando en todos los aspectos, no sólo en el cambio global. Tratar de convencer a este tipo de gente no es fácil; tienen opiniones fundadas en sus bases, que no sé cuáles son, pero los científicos, tanto en Estados Unidos como en Europa o África, no usan esos criterios para validar sus estudios.
P. Dado que usted ha trabajado como docente, ¿qué papel cree que deberían desempeñar en la defensa del medio ambiente la formación, la información sobre los avances científicos o la concienciación de las personas mediante la divulgación?
R. Tenemos varios proyectos en los que usamos la divulgación. No nos podemos quedar encerrados en el laboratorio. Hay que explicarle a la gente lo que hacemos por varios motivos. Uno, porque estamos financiados con dinero público. El dinero que pagan vuestros padres en impuestos financia el salario de gente como yo que trabaja en centros públicos de investigación. Por otro lado, para que la gente se anime a estudiar carreras científicas: biología, química. También para explicar los trabajos que estamos desarrollando y cuáles son los resultados que están saliendo de ellos. Un investigador no se puede aislar en una torre de marfil pensando que lo que hace es más importante que nada y que va a publicar un artículo o dos en una revista muy importante, y que con eso es suficiente. Yo he publicado artículos también en revistas Nature. Los investigadores tenemos redes sociales para difundir nuestros trabajos: Researchgate, Google Scholar, Researcher. Tenemos que abrir las puertas para que la gente los vea. Hoy en día el problema es la desinformación. Buscando en internet sobre basuras marinas y microplásticos podemos encontrar muy diversas informaciones, muy diversas fuentes y no es fácil tenerlo claro. Hay que hacerse un criterio, orientarse a través de la gente que sabe, de los profesores, si se va a estudiar una carrera de ciencias o de letras. También en ciencias las cosas cambian; lo que eran dogmas hace veinte años, ahora no lo son tanto. Hay que estar abiertos a los cambios, pero tampoco estar saltando de mata. Un estudio científico requiere tiempo de laboratorio, de elaboración, de estudio, de contraste de las teorías que sacamos de ese estudio. Un investigador puede sacar entre dos y cuatro artículos científicos por año porque requieren un trabajo arduo, tanto de tratamiento de datos como de escritura en inglés, que es la lengua franca de escritura hoy en día en la investigación científica.
P. ¿Cómo podemos las personas en nuestra vida diaria ayudar a lograr una economía ambientalmente sostenible?
R. Tengo mi opinión sobre empresas, como una de la que no voy a decir el nombre, que vende prácticamente de todo. Puedo consultar por internet su catálogo y comprar una cosa que no sabía hace cinco minutos que existía. Tiene sus ventajas, pues da acceso a un catálogo ilimitado, pero tiene sus problemas. En Vigo, por ejemplo, han quedado prácticamente devastados los comercios en algunos barrios: el comercio local, el comercio cercano. Otro aspecto, evitar el sobreempaquetado con plásticos: se puede comprar en los mercados. Sé que es difícil por la vida que llevamos, el sometimiento a unos horarios bastante férreos y mucha gente que trabaja bastante. Hay muchas recetas: procurar comprar productos cercanos, en nuestro caso gallegos, en vez de comprar leche que viene de Alemania porque cuesta unos céntimos menos. El consumidor tiene la decisión. El azúcar se vende en paquetes de papel o cartón y en bolsas de plástico. La diferencia en precio no es de más de veinte céntimos más barato el envasado en plástico. Yo lo tengo claro: no puedo pregonar que tenemos que acabar con esto y después ir al supermercado y, por ahorrar unos céntimos, comprarme el de plástico. En esto tienen que hacer más los gobiernos. Las tasas son necesarias y, si un producto con un montón de plástico va a tener un mayor impacto medioambiental, va a tener que estar más tasado, sería más caro y la mayoría de la gente compraría el de papel. No soy experto en sostenibilidad, hay gente en economía que trabaja en eso, pero sí tengo mis ideas y sé que, si consumes productos locales, de cercanía, hay más posibilidades de crear riquezas a tu alrededor, de evitar el impacto de un producto que viene de la otra parte del mundo.
P. ¿Qué diferencias percibe entre la actitud de la sociedad de hoy en día y la de hace 10 o 20 años con respecto al medioambiente? ¿Avanzamos, retrocedemos o nos hemos quedado igual?
R. Creo que hemos avanzado un poco, que hay gente más consciente. Tenemos contenedores de reciclaje en todas las ciudades para tirar el papel, el vidrio... Siempre hay algunos responsables a los que les da absolutamente igual pero, en general, creo que la gente tiene más concienciación, denuncia el estado de los ríos... Ha habido un avance positivo y tiene que ir mejorando. De una sociedad cada vez más rica y más desarrollada, como la nuestra, es de esperar que tenga más preocupación por los derechos de los animales y por el cuidado del medio ambiente.
P. Sin entrar en los mundos post-apocalípticos como los que nos vende Hollywood (o tal vez sí), ¿qué futuro nos espera en lo que respecta al medioambiente?
R. No lo sé, francamente. Vamos a ser muchos millones en la tierra y vamos a tener que hacer lo mejor posible para que los recursos sean usados de la manera más adecuada. En Galicia nos estamos desertificando en cuanto a población: el envejecimiento de la población es un problema. Pero cada sociedad afronta unos problemas distintos. En África hay zonas en donde los recursos son muy limitados y su esperanza de vida es muy baja. En nuestro caso es lo contrario. Aunque el agua no la estamos cuidando mucho, nosotros tenemos una elevada pluviosidad y eso nos salva. Estamos llegando a vivir más de ochenta años y eso tiene sus ventajas, pero también sus inconvenientes.
No sé lo que nos va a vender Hollywood, pero los problemas a los que se está enfrentando una parte del mundo no son los problemas a los que nos enfrentamos nosotros. Galicia no llega a tres millones de habitantes, China tiene más de mil, la India mil y pico. Somos una gota en un océano y tenemos que intentar hacerlo lo mejor posible, que nos vean como un ejemplo. No tenemos que transmitir esa imagen colonialista, como América, de “ser los mejores” y “os vamos a enseñar cómo se hace esto”, pero sí ser más responsables con los recursos del planeta.