A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo,

algunas hojas verdes le han salido.

¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

hunden sus telas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que, rojo en el hogar, mañana

ardas, de alguna mísera caseta

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hacia la mar te empuje,

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

Antonio Machado

(1875-1939)

Esta poesía tiene, exactamente, 108 años, ya que Machado la escribió el 4 de mayo de 1912.

Eran momentos difíciles para él pues su mujer, Leonor, estaba gravemente enferma y tuvieron que volver de París a Soria, ciudad de Leonor y donde él la conoció mientras trabajaba en la ciudad. Allí, Antonio Machado se fijó en un viejo olmo y escribió esta poesía que habla de dolor, del fin de los días, pero también de la vida y de la esperanza al ver esa rama verde.

Lamentablemente, Leonor falleció en agosto. Está enterrada a pocos metros del olmo seco.

Otra interpretación de la poesía (que puede ser complementaria) apuesta por el símil con la situación de España en aquellos momentos: grave crisis económica, pérdida de las colonias, estancamiento social... Y la esperanza de Machado de que España vuelva a resurgir. Pero tampoco a España le fue bien: con el golpe de estado de 1936, Machado tuvo que exiliarse en Francia, donde murió, fuera de su patria, en 1939.

Así que, ya tenéis mucha información para situaros en la piel de Machado, en sus zapatos, y pensar, y sentir, como él: la preocupación por la enfermedad de su esposa (que le vino de repente, como el rayo), el color amarillento de la enfermedad en su cara blanquecina (como el musgo en la corteza del olmo) y el anhelo de que se recupere (el olmo y ella); o la preocupación por la grave situación de España y el deseo de que lleguen tiempos mejores. Y sentir las comparaciones entre cómo describe al olmo y cómo evoluciona en su enfermedad Leonor. Y, al final, el deseo de que el olmo vuelva a la vida con esas hojas verdes, que España siga adelante, que Leonor se cure en esta primavera.

El olmo seco, en Soria.