José Ciriaco Carreño

La promesa musical de la familia Carreño, cantante y organista prodigio.

Fue junto a su padre de los participantes del concierto sacro de 19 de abril de 1810; y como jefe de la guardia del Vencedor de los Tiranos, derramó su sangre en el sepelio de su nación.

El 8 de agosto de 1795, día de San Ciriaco, nació en la Caracas de los techos rojos el primer hijo de Cayetano Carreño y su esposa, María de Jesús del Carmen Muñoz. El 11 del mismo mes fue bautizado en la Catedral, donde su padre trabaja como segundo organista; nombrándole José Ciriaco del Carmen. Fue el primogénito del joven matrimonio, del cual había sido testigo el hermano de su padre, Simón Rodríguez, maestro de primeras letras, quien utilizaba sólo el apellido materno.

Registro de bautismo de José Ciriaco Carreño - Libro XVI de Bautismos de Españoles de la Parroquia de El Sagrario - Folio 108

Su familia vivía en una casona ubicada en la calle que va de la esquina del Cují a Romualda, muy cerca del puente sobre el río Catuche. Las casas de la época contaban con numerosas habitaciones, patios y dependencias, por lo que era costumbre que en ellas habitaran muchas personas, ya fuesen grandes familias o personas independientes a modo de arriendo. Al momento de su nacimiento, habitaban allí casi veinte personas:

Sus padres y su abuela materna Juana Lorenza Pulido. Su tío Simón Rodríguez con su esposa María de los Santos Ronco y tres criados; la madre de esta, María Ignacia Pulido, y dos hermanas menores. Don Pedro Piñero y un sobrino; además de cinco niños pupilos entregados por sus padres al maestro Rodríguez, entre los cuales se hallaba el pequeño Simón Bolívar.

La presencia del niño Bolívar en la casa de los Carreño sucedió en medio del litigio entre Carlos Palacios y Blanco, tío y tutor legal del niño tras la muerte de sus padres, y María Antonia Bolívar, su hermana mayor, quien solicitaba su custodia. Don Carlos había dejado a su sobrino como pupilo en casa del maestro Rodríguez, lo que provocó la huida del niño a casa de su hermana, teniendo que ser devuelto a la fuerza a casa de los Carreño.

A tan sólo cinco días de haber nacido José Ciriaco, la casa de sus padres recibe la vista del escribano de cámara de la Real Audiencia, don Rafael Diego Mérida, junto a don Carlos Palacios y don Pablo de Clemente, esposo y representante de María Antonia. La visita del escribano no sólo corroboró que en efecto, el joven Simón Bolívar vivía decentemente, sino que además, los hermanos Carreño poseían un sólido prestigio de vida seria y virtuosa, por lo que la Real Audiencia decidió que siguiera viviendo bajo el cuidado de su maestro. Esta relación alumno-maestro se mantendría hasta dos años más, cuando Simón Rodríguez se vio obligado a huir al extranjero tras ser descubierta la conspiración de Pedro Gual y José María España. Como Maestro de Capilla, Cayetano Carreño sería el encargado de dirigir la música de la misa solemne y letanías que se cantaron para celebrar el descubrimiento de dicha conspiración el 28 de julio de 1797.

"Por su buena voz y los mayores progresos que promete"

Es indudable que la enseñanza musical de José Ciriaco estuvo a cargo de su padre, quien poseía ya una sólida reputación como maestro del pianoforte y el clavecín. Aunado a ello, había desempeñado por un tiempo la cátedra de canto llano de la Real y Pontificia Universidad de Caracas (hoy UCV); y apenas un año luego del nacimiento de su primer vástago obtuvo el cargo de Maestro de Capilla de la Catedral, lo que también le adjudicaba la responsabilidad de enseñar música. El panorama y las expectativas musicales para José Ciriaco, hijo y nieto de maestros de capilla, eran altas, y pronto se vieron satisfechas.

El 18 de Diciembre de 1801, con apenas seis años, el Cabildo eclesiástico de la Catedral le concede una gratificación de 50 pesos, luego de haber leído un memorial suyo. En él, José Ciriaco expresaba que se le reconociera el continuo servicio que ha hecho a la Catedral como tiple desde hacía mucho tiempo y suplicaba se le gratificara con alguna remuneración, con la cual pudiera cubrir la necesidad de decente vestido para su asistencia a la solemnidad del Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo (Navidad). Los miembros del cabildo dejaron en acta que la gratificación le fue dada en pos de su buena voz y los mayores progresos que promete.

Un año después, el 10 de Diciembre de 1802, ante un nuevo memorial en que el niño suplica y expone lo mismo que el año pasado, el Cabildo le concede otros 50 pesos de gratificación para suplir los vestidos con que asistiría en la solemnidades de Navidad.

Aunque hayan sido escritos de la mano del niño, lo más probable es que estos memoriales fueran redactados por su padre, quien recibía un sueldo de 200 pesos. La realidad es que esta cantidad no era suficiente para suplir las necesidades y carencias que exigían el mantener a una familia, por lo que seguramente intentaba obtener algún ingreso extra para el sustento familiar, como en efecto sugiere la compra de vestimenta decente para que José Ciriaco cantara en la solemnidad de Navidad.

Sin embargo, a más de lo "obvio", ambas gratificaciones dan luz al hecho de que a sus seis años, José Ciriaco era ya un cantante competente; tanto como para cantar (sin cargo real) en la capilla musical de la Catedral de Caracas, y que el Cabildo eclesiástico reconociera en más de una ocasión sus cualidades y talento. Todo ello producto de una enseñanza eficaz de mano de su padre.

La realidad venezolana se iría mermando durante aquellos primeros años del siglo XIX. Los problemas económicos se irían acrecentando debido a las guerras en Europa y la dificultad del comercio exterior. En 1806, la amenazante expedición de Francisco de Miranda había puesto en alerta a todas autoridades de la Capitanía General de Venezuela. Considerado traidor, se ofreció la inmensa suma de 30.000 pesos como recompensa por su cabeza, y se impuso un tributo entre todos los habitantes de la provincia de Caracas para los gastos de la defensa (además de reunir para dicha suma tan exorbitada). Por la lista de contribuciones, se sabe que la familia de Cayetano Carreño vivía para entonces en la esquina de Arguinzones, a dos cuadras de la Catedral.

A comienzos de 1808, la ciudad escuchó por primera vez la ópera. La compañía de ópera francesa de Monsieur Espenu, primera en visitar Venezuela, fue contratada por el Teatro Coliseo de Caracas. Aunque desde finales del siglo pasado la sociedad caraqueña conocía y disfrutaba de tonadillas, la novedosa presentación de ocho óperas en el Teatro Coliseo fue un evento sin precedentes que causó gran conmoción. Entre los directores de la orquesta que acompañó a la compañía operística en sus actuaciones se encontraba su padre. No es descabellado pensar que a sus doce años de edad, José Ciriaco haya presenciado las funciones, las cuales lo habrían impactado tanto como al resto de los caraqueños; pero pronto los sucesos en España nublarían el panorama y la compañía tuvo que cesar sus presentaciones.

A mediados de mayo el rey Fernando VII de España era prisionero de Napoleón, nombrando en su lugar a su hermano José Bonaparte. El descontento en Caracas no se hizo esperar, y se desataron las protestas contra los franceses. Los mantuanos exigirían la creación de una Junta de Gobierno, similar a las que se habían instalado en la península; y algunos empezaron a sugerir la idea de desligarse del poder de los españoles. Todos estos sucesos se conocen como la Conjura de los Mantuanos, quienes tras varias reuniones clandestinas, redactarían un documento con 45 firmas a finales de año en solicitud de la creación de una Junta Suprema en Caracas. Esto terminaría con el arresto temporal de varios de los implicados. Los hasta ahora discretos deseos de genuina libertad no tardarían en ver la luz, incluyendo a la familia Carreño.

Tras la renuncia de su primo Francisco Lucio Alba como segundo organista de la Catedral, José Ciriaco se presentó el 9 de febrero de 1810 para optar a dicho cargo. Luego de ser examinado por el sochantre en presencia del Cabildo eclesiástico, le fue otorgada la plaza vacante. El título le fue extendido el día 22 del mismo mes por el Arzobispo Narciso Coll y Prat y el Dr. Don Pedro Martín, Deán de la Catedral, el cual reza "se ha servido presentar para el servicio en propiedad de la dicha plaza vacante D. Josef Ciriaco Carreño clérigo de hábito talar y cantor meritorio que ha sido de la misma Santa Iglesia Catedral". Además de reconocerle nuevamente sus habilidades en el canto, aclaran que el joven había dado ya pasos en la carrera eclesiástica, acaso siguiendo los pasos de su abuelo Alejandro Carreño y de su tío abuelo, Ambrosio.

Resulta curioso que sólo se halla apersonado él para optar por el cargo, lo que podría explicarse por su bien conocida constancia y talento, pues desde sus seis años cantaba por gracia en la Catedral. Así, al igual que su padre, empezaría a ejercer el cargo de organista segundo desde el 11 de marzo, a la precoz edad de 14 años.

19 de Abril - Arturo Michelena

"El memorable y glorioso 19 de abril"

Poco más de un mes después, los conspiradores mantuanos moverían sus piezas y darían la estocada final, esta vez con el apoyo del clero, militares y el sector de los pardos. Aquel memorable Jueves Santo, tanto él como su padre participaron, como músicos de la capilla musical, de la atrevida Misa de Difuntos de José Francisco Velásquez, hijo. En ella, el compositor pardo sustituyó con las voces de la Tribuna el pasaje en canto llano Requiem aeternam que debían cantar el canónigo José Cortés de Madariaga y el Presbítero Francisco José Ribas, quienes se hallaban entonces en el Cabildo junto a los demás conspiradores deponiendo al Capitán General. La verdad es que la misa había sido cuidadosamente planificada, y toda la capilla musical de la Catedral había sido cómplice del 19 de Abril de 1810; de manera que al terminada ésta, la por fin instalada Junta Suprema anunció a los feligreses que salían de la Catedral los sucesos acontecidos.

El 29 del mismo mes se llevaría a cabo la instalación y jura de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII en la misma Catedral. Para magnificar el evento, se cantó la Misa Solemnis de Lamas, encargada especialmente para tal ocasión.

La corriente de sucesos creció a pasos agigantados. Las funciones teatrales se llenaron de obras con tinte político en apoyo al depuesto rey Fernando, y nacieron las canciones patrióticas, entre ellas el "Gloria al bravo pueblo". Su padre, activo participante de estos evento, fue el compositor de la canción "Caraqueños, otra época comienza", con letra de Andrés Bello. Además, el Maestro de Capilla sería integrante de la orquesta que se formó a raíz del 19 de abril, Juan José Landaeta, Lino Gallardo, Blas Borges, Juan Francisco Meserón y otros; de la que seguramente José Ciriaco participó.

Las reuniones de la Sociedad Patriótica, animadas por Francisco de Miranda, alimentaban el fuego de los más liberales participantes; y pronto cayó el antifaz que llevaban los conspiradores del Jueves Santo cayó, revelando sus verdaderas intenciones: desligarse del poder español. El 2 de marzo de 1811 de instalaría el Congreso de Venezuela, en el que tocó la orquesta patriota, y el 5 de julio ese mismo cuerpo legislativo decidiría la independencia y el nacimiento de Venezuela como república. Días de júbilo, en los que su padre ofrecería al nuevo gobierno gratuitamente su orquesta para el acto cívico-militar que celebraría tan memorable acontecimiento, el día 14 de julio de 1811. Este acto se celebró en la plaza mayor de Caracas, donde se izó por primera vez la bandera tricolor, con los hijos del difunto José María España como abanderados.

"Señor - El Ciudadano Cayetano Carreño Maestro de Capilla de esta Santa Iglesia Metropolitana, con el más profundo respeto expongo a V.A. lo siguiente - Venezuela va a proclamar su independencia, o por mejor decir, va a asegurar la libertad que conquistó en el memorable y glorioso 19 de abril. V.A. se prepara para promulgar este acto de nuestra regeneración con toda solemnidad que él merece, llenando en tan justo designio el voto general de los Pueblos que gobierna. ¿Quién será, pues, el Ciudadano Caraqueño que no quiera contribuir a tan plausible idea? ¿Quién será tan vil que no celebre con toda la euforia de la alegría este momento tan suspirado? - Yo, Señor, quisiera tener ahora todas las opulencias del mundo para prodigarlas en esta ocasión venturosa, y manifestar al Universo que los Caraqueños saben apreciar la dignidad a que se han elevado; mas ya que mi fortuna es tan escasa, permítame V.A. que usando ahora de la profesión a que he dedicado los años de mi vida, ofrezca al Gobierno la Orquesta musical para la celebración de nuestra independencia en el día que sea promulgada sin costo alguno de las rentas Nacionales. Yo espero que V.A. se dignará concederme esta merced, seguro de que así como siento no tener muchos tesoros para ofrecerlos con la misma voluntad, estoy dispuesto a sostener con mi sangre la libertad de mi patria. - Caracas y Julio 10 de mil ochocientos once"

SANGRE, MÚSICA Y FUEGO

Si bien es cierto que los ánimos ayudaron a que muchos se adhirieran a las nuevas ideas y apoyaran la nueva república, uno de sus efectos secundarios por el mantener "sedada" a gran parte de la población, que estaba tan concentrada en fiestas y sesiones del congreso, que no vieron la cruda realidad hasta que les salpicó de sangre sus vestidos. La guerra estalló y cobró sus primeras bajas, entre reveses de bando y bando. Venezuela se adentró entonces en un torbellino de pólvora y discordia, agravado por el bloqueo naval de España, que imposibilitó el comercio exterior y empeoró la crisis de numerario (monedas en físico). Sin embargo, la música en las iglesias y teatros siguió estando activo, y fue el foco de celebraciones.

Por desgracia, el 26 de marzo de 1812, Jueves Santo, la tierra se sacudió a mitad de la misa y sepultó a cerca de 4000 feligreses bajo los escombros de los templos caraqueños. El Teatro Coliseo quedó completamente destruido. Los hospitales se derrumbaron sobre los enfermos, y la fuerte sacudida destruyó bodegas y acueductos, por lo que muchas personas murieron de hambre y sed. Caracas era cementerio de escombros.

A pesar de haber sido seriamente dañada, la Catedral no sucumbió ante el sismo, por lo que las almas que estaban en la misa pudieron salvarse, entre ellos Cayetano y José Ciriaco Carreño. Sin embargo, poco después sus autoridades, músicos y feligreses se trasladarían a la sabana de Ñaraulí (San José, Chacao) mientras se reparaba la Metropolitana.

Poco después caería la República y empezaría el terror. No respetando los acuerdos de la capitulación de Miranda, Domingo de Monteverde cometería atropellos y persecuciones contra cualquiera que se supiera republicano, actitud que incluso llegó a molestar a los partidarios del Rey. Entre los encarcelados se encontraban Juan José Landaeta y Lino Gallardo; acaso los Carreño se habrían salvado por poca evidencia en su contra. Tiempos de miedo y desconfianza, donde se ofrecerían misas en celebración del triunfo realista. Mientras tanto, Bolívar empezaba desde la Nueva Granda una campaña que en apenas unos meses entraría triunfalmente a Caracas, el 6 de agosto de 1813. El 10 de ese mes, apenas unos días luego de la llegada del Libertador a la capital, José Ciriaco abandona su cargo como segundo organista y se une a las filas republicanas. Lo suplanta en el puesto su hermano Juan Bautista, de apenas once años.

EL SEPELIO DE UNA NACIÓN

Aunque se desconoce en qué batallón sirvió José Ciriaco, la guerra habría de moldearlo considerablemente. Los talentos musicales eran apreciados y utilizados en las compañías militares, por lo que es probable que haya hecho uso del suyo. Mientras se intentaba solventar disputas políticas con los patriotas de Oriente, los caudillos de los llanos reunían miles de lanzas que amenazaban a la república; y aunque se logró de frenarlos de momento, se cometió el error de ignorar a José Tomás Boves. Explotando el rencor y bajo promesas populares, las clases bajas se alzaron bajo las banderas negras de Boves. Caerían, una tras otra, las ciudades, luego de derramar la sangre sobre los altares y arder hasta sus cimientos. Boves amenazaba con no dejar ni huellas de Caracas. Bolívar decide evacuarla.

Cerca de 20.000 personas abandonarían la capital el 6 de julio de 1814 en la conocida emigración a Oriente; apenas protegidas por 1.200 soldados, entre los cuales se encontraba José Ciriaco. Aunque muchos músicos patriotas huyeron en esta emigración, su familia no lo hizo, por los numerosos niños pequeños. Muerte y más muerte hallarían los patriotas, perdiendo batalla tras batalla, hasta reducirse a un pequeño espacio de terreno, dispuestos a ganar o morir matando en una última batalla: Urica.

El 5 de diciembre de 1814, 1200 patriotas al mando del General José Félix Ribas plantaron batalla a los 1200 infantes y más de 4000 jinetes realistas. Allí encontramos a José Ciriaco, como Jefe de la guardia montada de Ribas, puesto que no era nada fácil de ganar. Aunque el temible Boves halló la muerte por una lanza patriota, la batalla significó el exterminio casi total del ejército republicano; del cual pocos lograron escapar. José Ciriaco murió en acción, como guardia del Vencedor de los Tiranos, quien luego fue traicionado, capturado y fusilado.

La batalla significó el sepelio de la república, y con ella, la muerte de la promesa musical de la familia Carreño. La muerte de José Ciriaco, como tantos músicos en los años de guerra, dejó a Caracas desprovista de sus servicios y talentos dados por Apolo, que afortunadamente sus hermanos menores lograron ofrecer. Aquel aciago día se cumpliría la promesa de su padre al declarar "estoy dispuesto a sostener con mi sangre la libertad de mi patria".

Fuentes Consultadas:
Familysearch.org - Registros de la Iglesia Católica en Venezuela (Microfilms)
CALCAÑO, JOSË ANTONIO - "La ciudad y su música" (1958)CASTILLO DIDIER, MIGUEL - "Cayetano Carreño (1993)COIFMAN MICHAILOS, DAVID - "El concierto sacro del 19 de abril de 1810: o la conjura eclesiástica de Andrés Bello" (2012)COIFMAN MICHAILOS, DAVID - "La música en los libros de actas del Cabildo eclesiástico de Caracas" (2015)