Dédalo e Ícaro

Antes de la lectura

Icarus, de Henri Matisse (1944)

Ya hemos tenido oportunidad de acercarnos a la mitología grecolatina a través de los mitos de Prometeo y el fuego  y La caja de Pandora. En ellos, como hemos visto, el castigo a los protagonistas es impuesto como respuesta a su rebeldía o a la desobediencia de unas normas establecidas por un poder superior, el de los dioses. 

Ahora vamos a detenernos en el mito de Dédalo e Ícaro, cuya historia también habla de las consecuencias de desobedecer, pero cuando se desobedecen, más que normas impuestas desde arriba, advertencias razonables fundamentadas en la experiencia de quien tiene más edad. Para entendernos, no es lo mismo decir "si llegas tarde, te castigo" que "si metes los dedos en el enchufe, te da la corriente". 

El mito de Dédalo e Ícaro, como muchos otros, tiene varias versiones. Esto suele pasar con la literatura de origen oral, pues en estas circunstancias son las personas las depositarias de los relatos, y es fácil que, al contarlos, la memoria les haga variar determinados detalles. Pensad, por ejemplo, en los cuentos folclóricos, de origen y transmisión oral; algunos, como el de Caperucita, gozan también de varias versiones.  

Aquí seguiremos la versión recogida en las Metamorfosis de Ovidio, poeta latino del siglo I d. C., en las que también aparecen los mitos de Apolo y Dafne, Píramo y Tisbe, Orfeo y Eurídice o el rey Midas.

Todos ellos, como también el de Dedalo e Ícaro, han sido objeto de infinitas recreaciones en la literatura y en el arte.

Dédalo e Ícaro (1615-1625) Anton Van Dyck 

Lectura

El rey Minos de Creta había llamado a Dédalo, hombre de ingenio reconocido, para que construyera un laberinto en el que encerrar al Minotauro. Cuando Dédalo terminó de construirlo, el rey Minos, temeroso de difundiera su secreto, encerró a Dédalo y a su hijo Ícaro, condenándolos así a no poder abandonar jamás la isla.

En cuanto a Dédalo, aborrecía Creta y su largo exilio y sentía nostalgia de su tierra natal, pero el mar le cerraba la huida. "Puede que me obstruya los caminos de la tierra y del mar, pero desde luego el cielo está libre: ¡iremos por allí! Puede que lo posea todo, pero Minos no es también dueño del aire". Así dijo, y volcó su atención en una ciencia desconocida, y revolucionó la naturaleza. En efecto, dispuso unas plumas por orden, empezando desde la más pequeña, y colocó tras una más corta otra mayor, de forma que parecía que hubiesen crecido en una pendiente: de igual forma va creciendo poco a poco la flauta rústica, hecha con cañas desiguales. Después las unió por el medio con hilo y en el fondo con cera, y una vez dispuestas de esa forma las dobló ligeramente, para que imitaran a las de las verdaderas aves.

El pequeño Ícaro estaba junto a él y, sin saber que manejaba su propio peligro, cazaba con rostro risueño las plumas que arrastraba la brisa inconstante, ablandaba la cera con el pulgar, y con sus juegos estorbaba el prodigioso trabajo del padre. Cuando hubo dado la última mano a su obra, el propio artífice elevó su cuerpo sirviéndose de dos alas, y batiéndolas permaneció suspendido en el aire. Aprontó unas también para su hijo, y le dijo: "Recuerda, Ícaro, has de moverte a una altura intermedia, para que la humedad no haga pesadas las plumas si vuelas demasiado bajo, y para que el sol no las abrase si vuelas demasiado alto. Mantente entre los dos. ¡Y te lo advierto, no te pongas a mirar a Bootes, o a la Hélice, o a la espada que empuña Orión: sigue el camino por el que yo te conduciré!". Y mientras le impartía las instrucciones para volar, acoplaba a sus hombros esas alas nunca vistas. Mientras trabajaba y daba consejos sus viejas mejillas se llenaron de lágrimas, y sus manos paternales empezaron a temblar. Dio a su hijo besos que no volvería a repetir, y elevándose sobre sus alas volaba delante y temía por su compañero, igual que un pájaro que hubiera hecho salir del alto nido a su tierna prole, y exhortándole a que le siguiera e instruyéndole en esa peligrosa arte, movía sus propias alas y se volvía a mirar las del niño.

Alguno que pescaba peces con una trémula caña, algún pastor apoyado en su bastón o un campesino apoyado en la esteva del arado los vio y se quedó pasmado, y puesto que podían moverse por el aire, creyó que eran dioses. Ya habían dejado atrás por la izquierda Samos, consagrada a Juno, junto con Delos y Paros, y por la derecha Lebintos y Calimne, fecunda productora de miel, cuando el niño empezó a disfrutar con el audaz vuelo, abandonó a su guía, y atraído por el cielo se abrió camino a mayor altura. La proximidad del sol abrasador ablandó la cera perfumada que mantenía unidas las plumas. La cera se derritió: él agitó sus brazos desnudos y, privado de plumas con que aletear, ya no sentía el aire, y mientras gritaba el nombre de su padre se hundió en las aguas azuladas, que de él tomaron su nombre.

El infeliz padre, que ya no lo era, "¡Ícaro!", exclamó.  "¡Ícaro! ¿Dónde estás? ¿A qué lugar iré a buscarte?" "¡Ícaro!", llamaba: entonces vio las plumas sobre las olas, y maldijo su ciencia. Enterró su cuerpo en un sepulcro, y aquella tierra tomó nombre del sepultado.

Metamorfosis de Ovidio, Libro VIII. Traducción de Ely Leonetti Jungl. Espasa Calpe. (Adaptación)

Cuestiones para el coloquio

Actividades

Para seguir leyendo/viendo

Icarus

1. Los mitos de la antigüedad grecolatina han sido y son una fuente constante de inspiración en nuestra cultura. Relatos, cuadros, películas, videojuegos, etc.: el catálogo de propuestas que se han servido de ellos para recrearlos o reinterpretarlos, desde hace siglos, es inagotable. Sirva como ejemplo Ícarus (2017), una película documental francesa de la que os proporcionamos la sinopsis del argumento. 

Un ciclista estadounidense y un científico ruso, Grigory Rodchenkov, destapan un escándalo de dopaje en el que está implicado el científico, al que Putin quiere silenciar. La investigación sobre el dopaje deportivo destapó un escándalo internacional, y el documental tuvo como principal consecuencia la prohibición por parte del COI de que Rusia se presentase como país a los Juegos Olímpicos de Invierno de Corea del Sur 2018.

Para terminar, os dejamos una adaptación audiovisual del mito de Dédalo e Ícaro.