Ramón J. Sender

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Ramón J. Sender es uno de los más destacados novelistas del primer tercio del siglo XX. Nacido en Chalamera del Cinca (Huesca) en 1902, y fallecido en San Diego (California, EEUU) en 1982, es la suya una biografía quebrada por la guerra civil. Hubo de abandonar España para no sufrir el mismo destino de su joven esposa, Amparo Barayón, fusilada en su Zamora natal en 1936.

El primer tramo de la biografía de Sender, el que corresponde a la época que ahora nos ocupa, viene jalonado por su colaboración en forma de artículos, reseñas y reportajes en algunas de las cabeceras más destacadas de la prensa del momento, y por la publicación de dos novelas que vuelven sobre dos de los temas más presentes en el panorama narrativo europeo y tan deudores de los acontecimientos históricos y políticos de este período: la guerra y revolución. Así Imán (1930), novela sobre la guerra de África, de hondo aliento pacifista, y Siete domingos rojos, sobre las consecuencias de la represión de una huelga general convocada por la muerte de tres obreros en un enfrentamiento con la fuerza pública. Este ciclo culmina con la concesión del Premio Nacional de Literatura en 1936 a Mr. Witt en el Cantón, novela que proyecta sobre la revolución cantonal de Cartagena durante la Primera República el clima moral de la España de 1935 y que supone todo un alegato en favor del respeto a la vida y a la dignidad humanas. 

Viaje a la aldea del crimen, de Ramón J. Sender

Viaje a la aldea del crimen es un reportaje periodístico escrito por Ramón J. Sender. Un Sender que ha sido militante de la CNT (sindicato anarquista) hasta 1932, justo un año antes de la publicación del texto que nos ocupa, en que entra en crisis su esperanza revolucionaria. 

La obra documenta uno de los episodios más lamentables de la Segunda República: la brutal represión de la Guardia de Asalto ante la rebelión y posterior ocupación de tierras del campesinado en el pueblo gaditano en Casas Viejas, alentado por los anarquistas. Los hechos tuvieron lugar los días 10, 11 y 12 de enero de 1933. Durante la madrugada del día 10, un grupo de jornaleros declaró el comunismo libertario. Inmediatamente, alrededor de dos centenares de efectivos de la Guardia de Asalto acudieron a sofocar el movimiento insurgente. Un grupo de 12 personas se refugió en la choza de Seisdedos, un carbonero de 72 años señalado como uno de los cabecillas del levantamiento. El acoso a la casa fue extremo. Terminó en llamas, abrasando a quienes estaban dentro. El balance de los terribles sucesos de Casas Viejas continuaría con el ajusticiamiento de una docena más de jornaleros y alrededor de cien detenidos. También murió un Guardia de Asalto. 

 

La contundencia de la represión se difundió rápidamente. Sender fue enviado por el periódico La libertad para investigar la verdad de los hechos, que llegaban a Madrid difuminados y distorsionados. La primera crónica del Sender se publicó el 19 de enero. Esas crónicas compondrán el material básico del libro Viaje a la aldea del crimen, que se publicará en 1934. 


Se ha señalado que fue el reportaje de Sender en La libertad lo que motivó la caída del gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña. Se trató, por tanto, de un reportaje con una insólita repercusión política. Las elecciones de noviembre del 33 las ganó la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). 

 

Viaje a la aldea del crimen debe figurar como una muestra clave del periodismo narrativo español del siglo XX. Puede enmarcarse en lo que décadas después se conocería como «nuevo periodismo» y que en España practicaron de forma magistral, ya en los años 30, el propio Sender o Manuel Chaves Nogales.

Hay poca artificiosidad literaria en el reportaje de Sender. Debido a las propias características del género, predominan en él la intención de informar y los datos objetivos. La premura con que Sender debía escribir las crónicas (transmitidas a diario por teléfono) impuso a su prosa un estilo directo y realista. Aparecen abundantes diálogos, marcados por el intento de transcribir literalmente la forma de hablar de los habitantes del lugar.

El fragmento que seleccionamos pertenece a la parte final del libro, cuando ya se ha perpetrado la masacre. 

Los propietarios creen haber ganado una batalla

Uno de los camiones que regresaron con detenidos a Medina fue tiroteado en el camino, según dijeron los guardias. La seguridad no era absoluta en el campo, pero la impresión que dominaba en el pueblo tampoco era —entre los propietarios y las fuerzas— de intranquilidad. Se veía que los fugitivos huían a la desesperada. Una batalla ganada en la guerra sorda del campo andaluz, donde todos los pueblos son Casas Viejas y en todas partes el hambre y el odio tienen plantados sus cuarteles. El triunfo era total, en apariencia. Algunos propietarios movían la cabeza, lamentándose con una intima impresión de seguridad y de dominio:

— ¡La incultura!

La conciencia de su dominio les permitía hasta una compasión que por sugestión del momento era sincera:

— ¡El analfabetismo! También había dicho el presidente del Consejo:

— Eso se arregla con escuelas. 

El presidente del Consejo es optimista. Desde el pináculo donde él concentra toda la responsabilidad de estos crímenes ve las cosas con una simplicidad que sería risible si no tuviera como fin desviar la atención para acallar quizá su propia conciencia. Si les dan y no les dan de comer, eso no se arregla, sino que se les complica a los gobernantes mucho más. La incultura no es en estos casos sino una ventaja más en favor del orden económico; una ventaja para el sistema feudal, que ha provocado estos sucesos y provocará otros parecidos cualquier día en cualquier otra parte. El día que esos obreros que hoy tienen hambre en Andalucia —cerca de dos millones— puedan alcanzar la cultura a que el presidente del Consejo y los propietarios de Casas Viejas se refieren, no llegará con el sistema económico actual. La «cultura» a que se refieren —el conformismo, la posición "culta" ante los problemas— no la dan las escuelas, sino el bienestar económico, el hogar caliente y la despensa provista. Eso no se lo puede dar este régimen. Sin contar con la justicia social y con la satisfacción moral que esa justicia lleva consigo. Si esa «cultura», por otra parte, la dieran los libros, serían tan analfabetos los propietarios como los jornaleros. A no ser que la suscripción a un periódico monárquico y feudal sea una patente de sabiduría.

Después del triunfo, todos los terratenientes hablaban de los estragos de la barbarie en cerebros cerrados a la luz del saber. No hablaban del hambre, porque el hambre de dos millones de jornaleros andaluces es el espectro de sus terrores; significa algo así como en un ejército la alusión a las fuerzas irremediables e inafrontables de un enemigo en línea de ataque. De eso, ni hablar. Hablar de escuelas es, por el contrario, culto y tranquilizador.


Viaje a la Aldea del crimen. Editorial Libros del Asteroide. 2017. Paginas 145 y 146

Entre el terror va filtrándose la ley

Un dato tristemente pintoresco figura entre nuestras notas. Uno de los campesinos que huyeron al campo se presentó a una pareja de la Guardia Civil, en la carretera, enseñándoles, a una distancia respetable, una pistola. Le conminaron con disparar si no la arrojaba, y el campesino obedeció, tirándola al suelo. La recogió la Guardia Civil y lo detuvo. Al preguntarle por el arma, dijo que se la había facilitado un compañero, cuyo nombre dio. Preguntado este, dio a su vez el nombre de otro. La cadena fue alargándose. Según nuestros informadores, hay dieciocho procesados por esa pistola. El último resultó que se la había robado al dueño de un cortijo. Este no ha sido procesado. Hemos averiguado, sin extrañarnos, naturalmente, que en el desarme general del pueblo de Casas Viejas no entraron los propietarios. 


Viaje a la Aldea del crimen. Editorial Libros del Asteroide. 2017. Página 150

Cuestiones para el coloquio

Bibliografía recomendada

García Maldonado, A. (2016). Prólogo a Viaje a la aldea del crimen. Libros del Asteroide.

Martín Patino, B. (1997). Casas Viejas: el grito del sur. Canal Sur Televisión. 

Vallido, J. (11/01/2018). La tragedia de un pueblo llamado Casas Viejas. elsaltodiario.com