Natalia Monroy Mera de Mcvey

Van Roy McVey y Natalia Monroy Mera

Natalia Monroy Mera nacio el 5 de Mayo de 1880 en Tetepango, Hidalgo. Rafael y ella se tuvieron gran carino debido a la cercanía en edades. En 1906 cuando ella tenia 26 anios se mudo junto con su familia a San Marcos Hidalgo. Ella fue asignada como maestra de la escuela primaria en San Marcos y su hermana Jovita como maestra de la escuela primaria en El Llano.

Conoció en San Marcos a Van Roy Mcvey, quien era un comerciante, ciudadano americano. Por un tiempo McVey trabajo en la fabrica La Tolteca, cuyos administradores eran Ingleses, como carpintero, fabricando las formas para detener el concreto cuando se construyeron los silos en dicha fabrica.

Posteriormente se casaron. No tuvieron hijos. Se casaron en la parroquia del Inmaculado Corazon de Maria (Guerrero Noroeste) de la ciudad de Mexico, el 21 de Mayo de 1911, fueron sus padrinos de manos Gabriel Perez y Paz M. de Perez y sus padrinos de velacion Rafael Monroy y Maria de Jesus M. vda. de Monroy (vease imagen de la partida al final de esta pagina)

La pareja vivió por algun tiempo en San Miguel Vindho donde tenían una gran tienda. Daniel Montoya Gutierrez fue trabajador de ellos durante bastantes años y recuerda, como se vendia mercancia y alimentos en esa tienda. "Habia de todo, barbacoa de borrego, carnitas de puerco, carne de res, pollos, telas, sombreros, de todo". Daniel iba al rancho de Rafael en El Godo a sacrificar el ganado: borregos, reses y despues ya con la carne destazada regresaba a San Miguel para poder hacer la barbacoa, carnitas de puerco, etc.

Esta fue la primer tienda de la familia Monroy que los zapatistas saquearon antes de llegar a San Marcos en 1915.

Fragmentos de la Historia de Natalia Monroy contado por Guadalupe Monroy:

  • Natalia se había casado en el mes de Mayo de 1912 con un americano y estaban radicados, atendiendo un comercio, en el Pueblo de San Miguel Vindó

  • El día 30 de marzo de 1914 se efectuaron algunos bautismos y estos fueron los de: Natalia Monroy de McVey, hermana de Rafael Monroy, Daniel Montoya, Taurina Pérez, Juana Mera, Isauro Monroy, y Alberto Tovar. Estos seis bautismos y confirmaciones fueron efectuados por el Elder Rafael Monroy quien era el que estaba en la presidencia de la Rama de San Marcos.

  • Se dijo que los americanos intervenían en los asuntos políticos de México y con este fin salió el jefe político y el administrador de rentas de Tula a la Fábrica La Tolteca a excitar las muchedumbres para que se armaran con palos o piedras. Hasta las mujeres y niños se fueron en contra de los americanos que estaban radicados en México porque pensaban estos podrían servir de guía a los que venían en contra del indefenso mexicano para arrebatarles su patria. Se dijo que el Superintendente de la fábrica La Tolteca había salido un día antes por la tarde pero que si hubiera estado presente habría sido linchado. Los demás que quedaron fueron humillados y otros lograron esconderse.

Así es que por este acontecimiento la hermana Natalia Monroy de McVey sufrió debido a que estaba casada con un americano Van Roy McVey. Si el Señor McVey hubiera estado en su casa ese día, también hubiera sido terrible para él, pero por fortuna se había ido a la Ciudad de México a arreglar algunos negocios. Ese día solo su esposa estuvo en la casa en el Pueblo de San Miguel Vindó cuando estos policías fueron a catear su casa y sacaron un rifle que este señor tenía en caso de defensa propia.

La historia del país declara bien estos hechos tan fatales para muchos. Solo diré que a consecuencia de esto, la hermana Natalia y su esposo se vieron obligados a salir para Veracruz. El hermano Monroy le escribió de allá al Presidente Pratt para platicarle todas las dificultades que se habían presentado a su hermana y esposo.

  • El Presidente Pratt contestó que, había escrito muchas cartas para toda la Misión, pero que no había recibido contestación a ellas y dudaba que los hermanos las hubieran recibido. Dijo que de allá escribiría a la hermana Natalia para ver sí acaso así se recibían sus cartas. Esto fue debido a que estaba más difícil entregar la correspondencia a su destino.

  • La salida de Natalia y su esposo al puerto de Veracruz fue a fines del mes de mayo. Y a principios de julio ya estaba de regreso en el hogar de su madre y su familia, quienes la fueron a traer de aquel lugar dejando al señor McVey allá otros días mientras mejoraban las cosas políticas del país. La venida de la temperatura podría aliviarla.

  • La gente católica de San Marcos como de San Miguel veían con recelo aquel grupo de Mormones y buscaban un punto para destruirlos. En San Miguel ya había un punto contra ellos puesto que desde el tiempo de Don Victoriano Huerta, cuando el esposo de Natalia tuvo que salir para Veracruz, se demostraron muchos enemigos en contra del americano y el momento se presentaba oportuno para usar el furor de su odio.

El pueblo de San Miguel fue ocupado por tropas Zapatistas y varios vecinos del pueblo que habían sacado mercancía a crédito en la tienda del americano, no quisieron cumplir con sus deudas por muchas razones que ellos daban. La primera era que él era gringo y a consecuencia del gringo la familia Monroy y otras familias ya no eran católicas. Y así que lo culpaban a él de este cambio.

La situación fue muy difícil para que el Señor McVey pudiera vivir en aquel lugar. Por la causa ya explicada, más el carácter violento de éste, y la poca táctica para sobrellevar a esta gente enfurecida, salió del pueblo de San Miguel y se vino a vivir al pueblo de San Marcos en la casa de su suegra la Señora Jesusita M viuda de Monroy.

Esta madre bondadosa no quiso dejar sola a su hija Natalia en San Miguel y se fue de su casa junto con su hija Jovita para acompañar a Natalia. Permanecieron ahí nueve o diez días en aquel pueblo lleno de Zapatistas, quienes iban a la tienda con furia a pedir con vales o con billetes, que les llamaban Sábanas Villistas, la mercancía que querían. Ninguna manera de rehusar había porque si se rehusaban luego decían que eran Carrancistas. Así que era bien difícil la situación.

Se había dado de alta con los Zapatistas un Señor llamado Pascacio Prado. Se dio de alta luego con el grado de Coronel. Algunos otros le siguieron, pero Prado fue el cabecilla de los alzados en el pueblo de San Miguel. Prado había aparentado ser amigo de McVey mientras sacaba mercancía fiada en su establecimiento comercial cuando lo atendía él y su esposa Natalia. Pero como no pudo o no quiso pagar sus deudas cuando Natalia o su esposo le cobraban, se rehusó pagar y amenazaba al gringo de que ya llegaría la Revolución y entonces saquearía el establecimiento comercial.

Los Zapatistas toman prisionera a Lupita Monroy

Natalia McVey, viendo que cuanto tenía se había quedado en poder de los Zapatistas y que no le quedaba mas medios para salir del país, se puso muy abatida hasta el grado de quedar desmayada en un lugar fuera de la casa donde había salido a llorar amargamente. Yo fui a consolarla queriendo consolar y alentar su ánimo. Le di palabras de consuelo y esperanza. Mi fe era muy grande y aunque veía el peligro por todas partes nunca tuve miedo a los soldados. Yo creía que sus corazones, por furiosos que estuvieran, hablándoles razonablemente reconocerían la razón.

En la conversación que tuve con mi hermana me dijo que si hubiera una persona de mucha confianza que pudiera ir a San Miguel a sacar de la casa unos ahorros que tenía ocultos que ella consideraba los Zapatistas no los habían encontrado. Yo no reflexioné si pudiera traerme algún peligro esta comisión, pero pensé quien podría ser esta persona y yo no encontré a ninguna mas que a mi misma.

Salí muy temprano de mi casa con una sirvienta fiel que teníamos en casa y que ya había aceptado el Evangelio y a un mozo, padre de la sirvienta, y su madre. Mi hermana Natalia me dio una carta que el General Pérez había mandado y ofrecía dar toda clase de garantías a los que estuvieran en la casa, pero que no la dejaran sola porque sola no sería responsable de nada. Confiada en esta carta, creyendo que el General Pérez cumpliría las garantías dadas, iba a poner una persona para que viviera ahí y a sacar los ahorros si era posible.

Temprano, muy de mañana, llegamos a la casa de San Miguel. Todo estaba en desorden. Se habían llevado lo de más valor y solo había quedado aquí y allá muebles destruidos y cosas insignificantes, todo en desorden. Poco rato hacía que estabamos ahí cuando llegó un grupo de soldados Zapatistas con la orden de hacernos prisioneros a todos los que estuviéramos allí.

Yo les presenté la carta del General Pérez. El que la hacía de jefe leyó la carta y la guardó en su bolsillo y me dijo que fuéramos a ver al General Pérez. De este modo nos llevaron a la casa del superintendente de Cruz Azul.

El General Pérez estaba enfermo o fingió estarlo y no hablaba una palabra, ni sí ni no. Esperamos que aquel hombre hablara. Los soldados que nos llevaron se salieron y nos dejaron solos con aquel hombre en la habitación que ocupaba. Después de una hora aproximadamente me dijo que quedábamos presas porque ya había sabido que éramos Carrancistas y que teníamos un hermano que era Coronel Carrancista y que por esto no le convenía darnos en libertad.

Cuanto yo pude hablar en mi favor fue en vano. Él pareció fingir que dormía y después de mucho rato mandó que nos llevaran al departamento donde estaban otros que tenían detenidos. Las horas que pasaban se hacían para mí, siglos. De las siete de la mañana que habíamos sido llevadas hasta las dos de la tarde que se presentó mi querida madre, temerosa de nuestra tardanza pues presintió que algo andaba mal.

Mi madre subió a ver al General y le suplicó por nuestra libertad, pero todo fue en vano. Mi madre no quiso dejarme sola y voluntariamente aceptó quedarse conmigo en calidad de prisionera. Algún conocido pasó por allí y le envié recado a mi hermano participándole la suerte que habíamos corrido y que no se presentara él porque corría peligro.

Mi madre no se separó de mi ni un solo momento. Por la noche nos alojaban en el comedor de la casa ya mencionada a mi mamá, a la hermana Juana y a mí. Al mozo y su esposa, que me también me acompañaban, los alojaron abajo con la demás tropa.

Tres días estuvimos detenidas. El General se fue a Tepeji del Río y llegaba hasta muy avanzada la noche y no le podíamos hablar. Mientras el tiempo pasaba estabamos en la cocina con una señora que trabajaba en calidad de cocinera. Esta señora fue bondadosa con nosotras y nos ofreció hablar con el General. Por ella supimos muchos cuentos que le habían contado al General de nosotras. Como que habíamos ido disfrazadas de hombre con los Carrancistas a entregar las casas de los Zapatistas y otras cosas en contra de nosotras que solo eran calumnias de los enemigos. Con esta señora pudimos decirle al general que la causa del odio que el pueblo tenía era únicamente porque no éramos católicas.

Tres días estuvimos en calidad de prisioneras. Mi madre tuvo oportunidad de hablar con el General y yo tuve la oportunidad de hablar con su secretario y esto hizo que su enojo bajar. Pero vinieron otros Generales muy enfurecidos, un General llamado Reyes Molina que tenía una cara de hombre feroz y asesino, vino a decirle a Pérez que nos mandara para México y que no nos diera nuestra libertad.

Nos sacaron en medio de soldados y nos llevaron a ala estación de Jasso para tomar el tren y llevarnos a México. Allí paradas esperamos el tren. Sufrimos las burlas y amenazas de aquel Molina y de su desenfrenada gente. Yo estaba resuelta a soportar lo que viniera. Después de algunos minutos, que para mi se me figuraron siglos, (tal vez estaríamos ahí esperando como una hora) llegó orden del General Pérez para que volviéramos al lugar que habíamos estado antes sirviéndonos de prisión.

No supe yo como fue que logramos que el General nos concediera la libertad. Tal vez por aquel secretario con quien tuve yo la oportunidad de hablar.

Al ser libres fuimos a la casa de San Miguel y pudimos sacar los ahorros los cuales habían sido la causa de mi ida a aquel famoso pueblo. Regresamos a nuestro bendito hogar en San Marcos como a las cinco de la tarde. Con la emoción más grande mis ojos derramaron llanto del gozo y gratitud al Señor porque nos había permitido salir, de aquella gente, limpias de nuestros cuerpos.

  • La hermana Natalia M de McVey se había ido con su esposo a los Estados Unidos y debe haber experimentado algunas tristezas por estar en lugar donde no había miembros de la Iglesia. Ella oraba por verse reunida con las ovejas de Cristo y se le concedió porque se vino al Paso Texas y ahí se reunió con el Presidente Pratt y con otras familias que eran miembros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y recibió consolación en su alma.

Jovita M de Parra también testificó de que sus oraciones habían sido por nuestra hermana Natalia para que volviera a reunirse con el redil del Señor y así había sido.

Natalia McVey nos dijo que se había inventado un aparato eléctrico llamado Radio. Este aparato nos hace oír la voz de alguien a largas distancias. Nos platicó que un Apóstol de la Iglesia estuvo enfermo en Salt Lake City y con un aparato de estos en su recamara oía las predicaciones que estaban diciendo en el Tabernáculo. Así se imagina que nuestro Padre celestial oirá nuestras oraciones que elevamos en la Tierra, sí con un aparato oirá las oraciones de los justos.

La hermana Natalia Monroy de McVey había ido a Los Estados Unidos y había tenido el privilegio de entrar al Templo del Señor y sellarse con su esposo. Le había platicado a mi mamá las experiencias que había sentido. Mi mamá se había sentido gozosa de que su hija hubiera tenido este privilegio y tenía deseos de que ella pudiera ir a un templo para ser sellada con su esposo e hijitos que habían muerto pequeños y sobre todo sellar a su hijo Rafael a quien nunca olvida.

En este Culto se nombró a la hermana Natalia McVey para hablar unas palabras y su testimonio fue que había tenido el privilegio de ir al Norte y conocer la cabecera de la Iglesia y muchas otras Ramas que hay en el Norte. Dijo que allá tienen una ligera idea de nosotros los habitantes del Sur y que saben que son descendientes de los Lamanitas y que están sumergidos como en un sueño profundo de ignorancia y que así hemos vivido y estamos viviendo por siglos y siglos. Más hoy siente gozo porque un pequeño número de estos hermanos han conocido la Luz del Evangelio y que así tratarán de poner sus vidas de acuerdo con la doctrina del Señor

Y en Tula cuidé al señor McVey, quien sufría dos grandes hernias, una en cada ingle y el hígado. Mi hermana Natalia quedó sola conmigo y sufría de reumas, pero una mañana temprano sufrió una embolia que le paralizó medio cuerpo y no pudo hablar hasta después de tres semanas. Pero nunca volvió a andar y así duró cuatro años hasta que el día 5 de julio de 1961, a las ocho de la noche, partió su espíritu, dejando su materia inerte, a la que le dimos santa sepultura al lado de su esposo Van Roy McVey, en el panteón de San Marcos.

Natalia, Jovita y Lupita Monroy, enfrente de su casa en San Marcos, Hidalgo