Guadalupe Monroy Mera

RESEÑA DE LA VIDA DE DEMETRIA FRANCISCA GUADALUPE MONROY MERA

Para leer una Historia completa de la vida de Lupita Monroy, basado en uno de sus diarios personales, dar clic aqui

· Nació el 22 de Diciembre de 1885 en Tetepango, Hidalgo, México siendo la quinta hija de José Silvano de Jesús Monroy Vera y de María Jesús Mera Pérez.

· Junto con su familia se movieron a vivir a San Marcos, Hidalgo en año 1905.

· En 1912 conocen por primera vez a los jóvenes Ernesto W. Young y Seth E. Sirrine, misioneros de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y empiezan ella y sus hermanos a investigar sobre esta Iglesia.

· El 11 de Junio de 1913 se bautizó en la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días junto con su hermano Rafael y su hermana Jovita. Siendo ellos los tres primeros miembros de su familia en aceptar el Evangelio Restaurado en San Marcos, Hidalgo, México. Fueron bautizados por el misionero Ernesto W. Young.

“El día 7 de Junio del mismo año recibimos carta del Presidente Pratt que estaría en estos lugares de San Marcos con el hermano Young el día 10 del mismo mes, y así fue.

Llegó el Presidente Pratt con el hermano Young el día 10 como había anunciado en su carta. El día 11 de Junio de 1913 a las diez de la mañana en el río que pasa por el Pueblo fueron bautizados: Rafael, Jovita, y Guadalupe Monroy y fueron confirmados allí mismo donde está un ahuehuete muy grande.”

· El primer servicio se realizó en casa de la familia Monroy y Guadalupe participa compartiendo su testimonio.

· El sábado 17 de julio de 1915 fue apresada por los Zapatistas junto con sus hermanas Jovita y Natalia cuando trataron de defender a su hermano Rafael.

· El domingo 18 de Julio de 1915 a las seis de la mañana fueron liberadas Jovita, Guadalupe y Natalia.

· A partir del fallecimiento de su hermano, Lupita y sus hermanas sufren continua persecución por parte de la gente del pueblo pero ella expresa su fuerte testimonio del a siguiente manera: “Querer vivir a fuerzas entre esta gente no nos sería posible. Dejar el Evangelio para vivir en paz con nuestra gente, esto era más imposible. No, no, preferíamos morir como mi hermano antes que negar el testimonio que habíamos recibido.”

· El primer domingo del mes de Agosto de 1915 compartió un fuerte testimonio de la veracidad de la iglesia y de su fe aún a pesar de sus tribulaciones y tristezas.

· El 14 de noviembre de 1925 comparte su testimonio: “No me avergüenzo de Evangelio de Cristo, ni de pertenecer a Su Iglesia…”

El 29 de Marzo de 1937 entra al templo de Lago Salado para hacer convenios con el Señor y el día 31 de marzo se sella a sus padres.

· Sirvió como misionera por seis meses en la Ciudad de México por el año 1937, pero tuvo que regresar a su casa a cuidar a su cuñada quien estaba muy grave y quien murió en abril de 1938.

“Durante los problemas que hubo con los Convencionistas salimos como misioneras mi sobrina Raquel Morales y yo. Yo solo trabajé seis meses en la Ciudad de México y tuve que debatir con muchas hermanas, pero ellas insultaban a uno con el fin de perder la paciencia y el amor.

Raquel trabajó dos años en Monterrey y seis meses en Ozumba. Ahí me la regañaron hasta hacerla llorar porque era misionera de Pratt, según ellos.

Después de seis meses retorné a mi casa pues mi cuñada Lupita, la esposa de mi hermano Rafael, se fue poniendo más mala y más mala, hasta que se postró en cama. La llevamos a un sanatorio a México, pero ya no pudieron curarla. Yo me fui con ella a cuidarla y al fin murió en el sanatorio y la trajimos muerta para sepultarla en el panteón del Huerto junto con su esposo Rafael Monroy. Su hija, María Concepción Monroy, quedó sola y nos reunimos las dos a vivir juntas en la casa de San Marcos. Más tarde nos vinimos a Tula y pusimos un comercio. “La Primavera”, que así se llamaba la casa comercial, se la pasó a mi sobrina Raquel Morales de Saunders cuando Conchita se casó con Don Benito Villalobos.”

· Asistió a algunas excursiones al templo de Mesa, Arizona.

· Se dedicó a buscar la genealogía de sus ancestros y realizó la obra por ellos.

· En el año 1948, a sus 63 años, se expresa de la siguiente manera: “Estamos en el año 1948 y me siento cansada de mi vista y debilitado mi cuerpo. Acabo de sufrir bronconeumonía y estuve en cama. Los élderes me dieron la Santa Unción y yo le pedí a mi Dios que si le servía en mi materia, que me restaurara la salud a mi cuerpo, pero que si ya no servía aquí ene esta vida, que preparara mi corazón para pasar al mundo espiritual y a unirme con mis padres. Como El ha restaurado mi salud me pongo a terminar mi obra y la escribo para las generaciones venideras, sí para aquellos que se pregunten como principiarían los trabajos del Evangelio en este lugar. “

· Lupita Monroy sirvió fielmente toda su vida en compartir el evangelio con todas las personas, incluyendo sacerdotes de la iglesia católica, con sus familiares que vivían en otros pueblos, y con el personal que trabajaba en su casa. Sirvió en cualquier llamamiento que recibía. Mantuvo un fuerte testimonio hasta su muerte. Termina su libro con estas palabras:

“Mi Misión en esta Vida

Ahora continúo con mi misión que he traído al mundo. Cuidé en su cama hasta su muerte a mi sobrina Carlotita. Murió Carlotita y seguí con mi mamá Jesusita, quien fue muy delicada y enferma del estómago. Los médicos dijeron que era interitis crónico (murió en 1937). Carlotita murió de tuberculosis intestinal. Lupita, mi cuñada murió en 1938 y también la cuidé hasta su muerte. Jovita murió en 1960. Y en Tula cuidé al señor McVey, quien sufría dos grandes hernias, una en cada ingle y el hígado. Mi hermana Natalia quedó sola conmigo y sufría de reumas, pero una mañana temprano sufrió una embolia que le paralizó medio cuerpo y no pudo hablar hasta después de tres semanas. Pero nunca volvió a andar y así duró cuatro años hasta que el día 5 de julio de 1961, a las ocho de la noche, partió su espíritu, dejando su materia inerte, a la que le dimos santa sepultura al lado de su esposo Van Roy McVey, en el panteón de San Marcos.

Vuelvo a quedar sola, como cuando murió mi querida madre, esperando que el señor se acuerde de mí para llevarme a juntar con mis padres; pero Él sabe lo que será de mí. En octubre hubo una excursión al Templo de Mesa Arizona, como cada año van varios mexicanos a recibir sus investiduras y sellamientos por tiempo y eternidad. Yo quise ir, no obstante que me encontraba bien débil. El Doctor Carrillo me dio dos transfusiones de sangre. Un cuarto de sangre me la dio Abel Montoya y la otra transfusión la compré a Ernesto Pintado, hijo.

Se han pasado los días fríos de invierno. Me he sentido agobiada, pero ya cambió el tiempo y entra la primavera y me siento restablecida y con más ánimo de vida. Espero activar mi vida en algún trabajo de la Iglesia porque me siento que estoy viviendo por demás en este mundo. Sin embargo sólo Dios sabe porque nos prolonga la vida, y sea hecha Su voluntad en nosotros sus hijos.”

· Falleció en San Marcos, Hidalgo el 20 de enero de 1965 en Tula Hidalgo a la edad de 80 años. Lupita Monroy nunca contrajo matrimonio. En su libro llamado “Historia de la Iglesia de Jesucristo de Los Santos de Los Últimos Días en la Rama de San Marcos, Hidalgo, México escrito entre 1915 y 1962”, ella expresa lo siguiente:

“Mi juventud se deslizó. La edad para elegir un esposo voló como las aves vuelan cuando el invierno viene, y se van en bandadas a buscar un clima mejor. No traté más que con los misioneros. Todos ellos jóvenes americanos, que el racismo los tenía bien vedados de simpatizar con las mexicanas.

Vicente Morales me decía que me casara para que vinieran los niños. Le pregunté cuál era el fin de que vinieran esos niños si venían a sufrir tanto como se sufre en esta vida. No me pudo dar un razonamiento que me convenciera. Solamente leía la Biblia y encontré las palabras del Apóstol Pablo a los Corintios que me quedaron grabadas en mi mente: “El que da a su hija en matrimonio, hace bien; pero el que no la da, hace mejor”.

Tal vez estas palabras ó porque no encontré un mexicano miembro de la Iglesia de Jesucristo que hubiera llamado mi atención, ó no sé que me pasó que no me casé, lo cual lamento en gran manera. Después de muchos años de convertida al Evangelio he aprendido que todos los habitantes de este mundo llamado Tierra, estuvimos con el Padre antes de que este mundo fuese formado y que ahí se nos predicó el Evangelio de Jesucristo y que allí se ofreció Él como Redentor de todas las almas que vinieran a este mundo para tomara tabernáculo de carne y hueso y así hacer su progreso.

Hombres dignos, limpios, puros y santos, son dignos de ser los padres de aquellos espíritus que están en los cielos esperando su venida. Señoritas puras y santas son dignas de ser madres de aquellos nobles espíritus y enseñarles una doctrina Santa como es la de Nuestro Señor Jesucristo. Y de esta manera tener el control de nacimientos entre esta gente limpia y pura y santa, como son los Santos de Los Últimos Días.

Pero estos puntos de doctrina los conocí hasta que fui al Templo de Salt Lake City en el año de 1937. Compré un libro titulado “Discursos de Brigham Young” el cual nos da estas enseñanzas.

Si cuando Vicente me decía que me casara, me hubiera dado este razonamiento, tal vez hubiera cambiado de opinión. Y escribo este testimonio para que la juventud sepa que el matrimonio es una ordenanza sagrada e instituida por Dios desde el principio del mundo, y el que diga lo contrario no tiene el espíritu de Dios. “

De izquierda a derecha Raquel Morales Mera (hija de Vicente Morales) y Guadalupe Monroy Mera (Hermana de Rafael Monroy) como misioneras en 1937.