Morros de a palmo
MORROS DE A PALMO
Trascripción y recuperación realizada por Jaime Cinca Yago ©
Este romance relata una historia fantasiosa. Cuando llegó a mis manos y lo leí por primera vez, me pareció que ya lo conocía, por lo que empecé a darle vueltas en mi cabeza y después de un tiempo recordé. En 1985, aproximadamente, cayó en mis manos, y recuerdo que disfruté con su lectura, un ejemplar de "Romances de Ciego" editado en 1910, en Zaragoza, y cuyo autor es nuestro célebre D. Alberto Casañal Shakeri.
El tercero de los romances, que contiene dicho libro, es el titulado "El terror de Botorrita", en él está inspirado este que nos ocupa. En esta ocasión está escrito por un lecerano D. Alfonso Conesa Ibáñez.
He realizado una minuciosa comparación entre ambos, verso a verso y palabra a palabra, cuyo resultado es el siguiente:
"El terror de Botorrita" está compuesto de 164 versos.
"Morros de a Palmo" está compuesto de 111 versos.
Coinciden 28 versos entre ambos romances.
Aunque el número de versos que son distintos es grande, el estilo y otros matices, delatan a don Alfonso Conesa en su "enamoramiento" por el romance de D. Alberto Casañal -la causa de ello pudo ser la alusión que Casañal hace en su primer verso al referirse, socarronamente, a San Alifonso (nuestro paisano se llamaba Ildefonso)-. Él lo fue personalizándo e incluso añadiendo al final: Octubre, 30 de 1963 (todos los leceranos saben que ese día es el de Santa Cenobia, patrona de Lécera).
No sería justo pensar que es una copia del original con pequeñas variantes, sino todo lo contrario, el original se puede asegurar que es la fuente de inspiración de don Ildefonso, pero nada más, a partir de ahí solo alguien, con un gran ingenio y una buena dosis de esfuerzo, puede conseguirse el resultado final de su romance.
Bueno, como antes decía, se puede leer mucho entre líneas, pero eso lo dejaremos para otra ocasión y para personas más interesadas en esos detalles, al resto lo que realmente le interesa es el romance, así pues, espero que disfrutes de su lectura.
Bendito San Agapito,
que en el cielo estás sentado,
ilumina mi cerebro
para poder relatarlo,
lo que pasó en este pueblo
en el octubre pasado.
El veintinueve justico,
a eso de las diez y cuarto
entraron en el ferial
una tribu de gitanos
y gitanas que llevaban
faldas tubo y sin zapatos,
con chaquetón de tres cuartos,
que antes eran de tres palmos,
con grandes pechos abiertos
apuntando hacia los lados
y que gracias al sostén
no los perdían andando.
Con ellos iba un sujeto
llamado el morros de a palmo,
que era una mala persona
como os iré explicando.
Nació este ilustre bandido
el día cinco de marzo
y a los veinticuatro meses,
de nacer, cumplió dos años.
Sus agüelos y sus padres,
sus tíos y sus hermanos,
eran judíos u herejes,
y aunque traten de ocultálo
presonas interesadas,
eran de los que apedriaron
a Nuestro Señor el día
que lo sentenció Pilatos.
Todos estaban tranquilos
y cuando estaba el heraldo,
encargado de leer el pregón
de las fiestas en este año,
antes de hacer el saludo
y de menear los labios,
se le acercó el mal sujeto,
criminal Morros de a Palmo
y a secas y sin llover
lo asesinó en dos jetazos.
La gente se fue corriendo
y a los civiles buscando
y a la drecha el Matadero
allí los han encontrado,
que estaban los probecicos
contra la puerta meando.
Cuando llegaron ya huía
tranquilo el Morros de a Palmo
y en la Balsa de la Higuera
se dio una vuelta y un baño.
Unos chicos que venían,
con cepos y con pajaros,
dijeron que lo habían visto
por detrás del Campo Santo.
El sargento de civiles,
en cuanto que fue enterado,
mandó para detenerlo
seis parejas y dos cabos
y no salió también él
por tener los pies hinchados,
que llevaba dos juanetes,
un ojo gallo y tres callos,
que le hacían ver estrellas
si se ponía zapatos.
Al llegar por el Hortal,
allí ya lo divisaron
y vieron que se escondía
por detrás de un gran manzano;
y la primera pareja
al tiempo de echále el alto,
se le escaparon dos pedos
sin que pidián evitálo.
El preso ya está en el pueblo
y dice que no es gitano,
que nadie lo reconoce
y que no mató al heraldo.
Lo reconoce el albéitar,
también "el Ojos de Gato",
lo reconoce el medico...
y ve que está bueno y sano.
Ya está reunida la audiencia
ya dan los jueces su fallo.
Catorce penas de muerte
le salen y catorce años.
Ya lo ponen en capilla,
ya va el cura a confesálo
y él dice que si se acerca
se va a comer sus higádos.
El carcelero le dice
que está la cena guisando
y que puede pedir todo
de lo que haiga en el mercado.
Pide costillas de sastre,
ojos de gato escaldado,
una botella de vino
y un botellón de butano.
Lo cual, que con tal banquete
a nadie se le hará extraño
que pasara mala noche
este ilustre gran penado.
Los guardianes de esa noche
que lo estaban custodiando
vieron que daba bocadas
y con los ojos en blanco,
estiró la pata el reo
criminal Morros de Palmo.
Y aquí termina el romance
de las ferias de este año.
Octubre, 30 de 1963.