La esquina de la villa

LA ESQUINA LA VILLA

Hoy quiero recordar a mi manera

cosas que mi memoria apenas llega.

 

Las noches de verano, cuando niño era

una vez terminadas todas tareas

de acarreos y trillas, parvas y cribas,

después de haber cenado y recogida

de platos y cacharros de la cocina,

las personas mayores se reunían

en pequeños corrillos de vecindad

para tomar la fresca y conversar

de las cosas que pasan o pasarán,

y entre bromas y risas el porrón va.

 

A la esquina La Villa, allí acudían,

pasados los trabajos de agostería,

los mozos que en alegre algarabía

discutían sus cosas en armonía.

 

Una horchatera, a cuenta de la tia Rita,

les servía a los mozos horchata rica,

la galleta pequeña a perra chica,

galletero completo cinco perricas.

 

Preparaba el hornero con gran esmero

para hacer en el horno un gran brasero

que cociera los panes con la calienta

y que su clientela fuera contenta.

 

Y cantaban al corro bajo la luna

las niñas de mi calle todas a una,

canciones que de moda nunca se pasan,

se cantaban entonces y ahora se cantan.

 

"Quisiera ser tan alta como la luna,

para ver los soldados de Cataluña".

"Yo soy la viudita del Conde Laurel

que quiero casarme y no encuentro con quien".

Sonaba una rondalla con sus guitarras

del callejón venían ya se acercaban,

son los quintos de este año que van rondando

y el Domingo de Ramos engalanaron

las puertas de sus novias con altos pinos,

que trajeron de lejos por los caminos.

 

Una jota de ronda vienen cantando

unos tocando palmas otros bailando.

 

"En la balsa la Matilla

cinco raneros pescando

dos Pajes y dos Motriles

y el cojo de Pedro Baños".

 

En la esquina La Villa ya se han parado

y cantan lo de siempre, no lo han pensado.

     "Del piñón sale la piña

  y de la piña el piñón

  y de la casa la villa

  dolores de corazón".

 

Otra jota de ronda cuando marchaban

camino del Cantón, esta cantaban:

     "Es Lécera nuestro pueblo,

Aragón nuestra región,

Zaragoza la provincia

y España nuestra nación".

 

Se recogen las sillas, van a la cama,

se dan las buenas noches y hasta mañana.

 

Cambiaron las costumbres, también las gentes

más la esquina La Villa es la de siempre.

En la villa de Lécera una noche de agosto de 1935

 NOTA: No se cita al autor por deseo del mismo.