La Rebollosa

© Jaime Cinca Yago

Desde hace mucho tiempo que en mi mente no deja de ir y venir una idea relativa a nuestra fiesta de la Rebollosa.

Mi intención no es el de acusar a nadie de nada, todo lo contrario, pretendo poner cada cosa en su sitio y además llamarlas por su nombre, sin rodeos.

Todos los leceranos conocéis sobradamente mi afición a la investigación sobre la historia de Lécera. En el desarrollo de ella he encontrado muchos datos relativos a la tradición de los leceranos de ir en peregrinación -la romería se hacía a pie- al monasterio de Nuestra Señora del Olivar en Estercuel.

Por más que lo intento, no puedo compartir las argumentaciones que usaban y siguen usando por los partidarios del lunes; las más habituales son, aproximadamente, las siguientes:

1. Siempre ha sido el lunes, así es la tradición...

2. Si se hiciera en sábado, habría muchos jaleos, riñas...

Voy a intentar desarrollar esas argumentaciones para ver qué parte tienen de razón y qué parte no.

En la 1ª, se pretende justificar su postura, argumentando que es una tradición, y que por lo tanto, hay que seguir mientras se pueda conservándola.

Una publicación[1] de 1723, la más antigua que conozco sobre este tema, dice que: no se sabe en qué tiempo la eligieron por su Intercesora, pero de inmemorial esta su devoción tan radicada...//...visitándola inviolablemente todos los años. Es decir, que, ya en esa fecha, la memoria de aquellos leceranos no alcanzaba a saber cuando se empezó con esa costumbre, que con el pasar del tiempo de convirtió en tradición.

Y, ¿en qué consistía? Voy a resumirlo mucho, ya que este no es el lugar apropiado para extenderme sobre cantos, oraciones y actos, que a lo largo de los cuatro días de peregrinación se realizaban. Consistía en ir a pie al conocido santuario, siempre en riguroso orden de procesión, inicialmente y hasta el año 1900 aproximadamente solo podían ir los varones. Se salía en un día concreto, siempre el primer viernes del mes de mayo; ese día, tras salir a despedir a los romeros las mujeres al Pilón del Olivar, se iba en la primera jornada a dormir a la ermita de San Pedro de los Griegos en Oliete. Al día siguiente, sábado, se partía de madrugada hacia el convento, al que llegaban a media mañana. Allí se realizaban una serie de actos y se dormía esa noche. Al día siguiente, el domingo, tras recibir la bendición se partía de vuelta y se paraba de nuevo en la ermita de San Pedro de Oliete. El lunes por la mañana se partía de nuevo y sobre media mañana se llegaba a la Balsa del Puerto, junto al corral de las Manolitas (lo que hoy todo el mundo conoce como la Rebollosa) lugar donde esperaban las mujeres, hijos y vecinos que no habían ido en romería, a los que regresaban de su visita a la Virgen. Tras grandes muestras de cariño, se comía en hermandad y se cantaban jotas, reinando una gran armonía. Después todos juntos partían, de nuevo en procesión, hacia la iglesia de Lécera.

La pretensión de los leceranos, era conseguir, por intercesión de la Virgen del Olivar, agua para los campos y para ello qué mejor que homenajear a la Virgen, a su Virgen del Olivar, por ese motivo organizaban esas peregrinaciones a pie hasta Estercuel, era una muestra de sacrificio humilde y una prueba de la devoción que por ella sentían. Esas romerías se hacían en un riguroso orden procesional, el mismo para ir que para volver, siempre en procesión, rezando y entre cánticos religiosos. Naturalmente que esa muestra de fervor "debería ser premiada" con la correspondiente lluvia.

Inicialmente esas romerías se hacían anualmente, pero ya en 1890, nos dice el libro escrito por el padre Bravo[2] “No vienen, es cierto, estos entusiastas devotos del Olivar todos los años, como solían hacer hasta principios de este siglo, porque sus circunstancias han cambiado considerablemente, a medida de las crecientes exigencias de la vida y de las mayores cargas y gabelas que les impone el fisco; pero tampoco dejan pasar cuatro años seguidos sin venir cumplir religiosamente sus compromisos con la Virgen del Olivar.” Como hemos comprobado, el padre Bravo, ya en aquellos tiempos reconoce grandes cambios en las circunstancias de los leceranos y sin duda los tiempos siguen cambiando y nuevas realidades sociales o económicas, hacen que lo que hoy es de una forma, al cabo de unos años es de otra muy diferente.

Igualmente, en un artículo de publicado en el Heraldo de Aragón, en el año 1908 y firmado por Fulgencio Vinaja[3], nos da el siguiente dato: “...//...Esta romería se celebra cada cinco o seis años”. De nuevo se observa otro cambio; poco a poco se van espaciando más las peregrinaciones que, recordemos, fueron inicialmente anuales.

Las romerías siguieron por esos derroteros hasta que llega la guerra civil, ésta circunstancia debió dejar sin ánimo a los leceranos, ya que no volverían a ir hasta 1953. Después dejaron pasar otros siete años más para volver a realizarla en 1960. Luego se interrumpen hasta el año 2000. -No sé si es que fue muy dura y desagradable la romería de 1960, ya que nadie intentó programar u organizar otra romería al Olivar, a pesar de que por el cargo de mayordomos pasaron a lo largo de cuarenta años, prácticamente la mayoría de las familias de leceranos-.

Otra muestra más de que las circunstancias y tradiciones, con el tiempo cambian y se adaptan a esos cambios, son los siguientes hechos:

· En 1953, fueron en dos días, pero volvieron en uno, lo que quiere decir que ya no se fue el lunes a la Rebollosa, pues volvieron en domingo.

· En 1960, por razones que no vienen al cuento, salieron en sábado y fueron en un tirón y por otro recorrido distinto, y también volvieron en un tirón.

· En el 2000 y 2001, se salió en sábado, pero se regresó en automóvil el domingo, después de comer, y ya no se hicieron en mayo pues se hicieron en junio.

· En la de 2002, fueron aproximadamente diez los peregrinantes a pie, hicieron el recorrido en un tirón y la mayor parte de ellos regresaron nada más llegar en coche a sus casas, y tampoco se hizo el primer viernes de mayo.

Como puede observarse en los acontecimientos relatados, las peregrinaciones con el tiempo han cambiado mucho, tanto que cualquiera podría decir que “de lo blanco a lo negro”.

Creo que la conclusión es clara y cabe hacerse una pregunta: ¿A qué tradición se refieren?

Veamos ahora, cómo y porqué se va ahora en lunes a la Rebollosa.

Aproximadamente en 1975, supongo que un poco añorando aquella armonía que se vivía en la Rebollosa, un grupo de personas pensó en intentar recobrar una parte del esplendor de aquellas celebraciones, por lo que de juerga suponía, y organizó unos actos, pero sin pensar para nada en la romería a pie al Olivar –que, recordemos, antiguamente era lo más importante y el motivo de que el lunes se juntasen en la Rebollosa, como he explicado-.

Si no me falla la memoria, para animar el ambiente, durante dos años se compró una vaquilla que se soltó en una paridera del pueblo y en otra de la Rebollosa, mucha fue la armonía la fiesta y todos la apoyamos, pagando con nuestra cuota el derecho a divertirnos en la juerga. Entonces Lécera tenía unos 1.600 habitantes y muchísima juventud residiendo en el pueblo. Creo que fue un gran éxito el de aquella iniciativa y en la parte que me toca quiero felicitar a los que tuvieron la idea.

No obstante, ya se empezaba a ver que no todo el mundo estaba de acuerdo con ir el lunes, pues muchos tenían sus puestos de trabajo en Zaragoza y no era tan fácil dejar el trabajo un día laboral para ir a su fiesta –de nuevo las realidades sociales habían cambiado-. Así pues, se propuso ir en domingo y algunos fueron en domingo, pero a otros de los que no querían ir en domingo les molestaba que otros así lo hicieran y llovieron las críticas desencadenando una gran polémica. La respuesta de los partidarios del domingo ante esa postura tan radical cedieron, pues no quisieron que una fiesta que debía ser motivo de unión entre los leceranos se convirtiese en motivo de discordia. Eso no quita para reconocerles el derecho que tenían a querer celebrar esa fiesta en domingo.

Como consecuencia de esa polémica muchos se sintieron rechazados por sus convecinos y, con tristeza y resignación, algunos dejaron de venir a la fiesta del Olivar, y otros , fueron espaciando más en el tiempo sus visitas a su pueblo, pues ya no les apetecía tanto venir a Lécera; y para terminar, otros de los partidarios de celebrarla en domingo se unieron a las celebraciones de la fiesta en lunes (aunque viendo que en aquella fiesta faltaba algo). Así, cada año se fue reduciendo el número de leceranos que iban, en LUNES, a la Rebollosa.

En la 2ª argumentación, se pretende hacer sentir culpables, de antemano, a los que defienden la postura del domingo o sábado, de que pueda haber alguna pelea. Pero eso no es correcto. Si una persona se comporta de una forma poco deseable, no quiere decir que todas las personas son poco deseables. El que quiera pelear lo hará, con independencia de que se haga la fiesta en lunes, martes o domingo. Pues, basándonos en esos mismos principios de que en fin de semana habría mucha gente ¿deberíamos hacer las fiestas de Santo Domingo entre semana solo?, y mejor aún para evitar que venga tanta gente ¿deberíamos cambiarlas de fecha y hacerlas coincidir con las del Pilar? pues así como todo el mundo estaría en Zaragoza habría menos gente y menos posibilidad de riñas y jaleos. Ya sé que muchos dirán que el ejemplo es exagerado y desproporcional, pero no he hecho nada más que aplicar a las fiestas de Santo Domingo esa misma norma que algunos argumentan para la celebración de la Rebollosa en lunes. Pero recordemos que en la fiestas de Santo Domingo se hace totalmente al revés: las mejores orquestas siempre se traen el sábado de las fiestas. Lo mismo ocurre con las vaquillas, etc. etc.; y en mi opinión así debe seguir haciéndose.

Aunque la fiesta de la Rebollosa, se ha vivido y vive con armonía, esa circunstancia no puede tapar el problema que existe de fondo, el de que la fiesta, para muchos leceranos, es un acto egoísta y excluyente hacia ellos.

Como siempre se ha hecho, esa celebración debe evolucionar y adaptarse a la realidad social de este momento.

También hay que recordar que siempre que se necesitan manos para trabajar en la Rebollosa, para coger el ramo, para comprar tiras del tocino, para pagar entradas del pabellón, etc., en definitiva, para financiar los gastos de ese lunes, se acude a los leceranos, pero a todos los leceranos, también a los que no pueden ir en lunes, pues para eso si que son leceranos.

Recuerdo un hecho que llamó poderosamente mi atención. Era el domingo el Olivar en mayo de 2003. Ese día a las once de la noche estaban unos veinte jóvenes, entre chicos y chicas, terminando de recoger las vallas y puntales que se habían puesto para la vaca embolada de aquel fin de semana. Lo que me chocó fue su respuesta, al provocarlos en el sentido de que debían ir a descansar para estar más frescos al día siguiente en la Rebollosa, me contestaron que no podría ir ninguno, pues resulta que todos vivían fuera y no se podían permitir ese lujo. ¿Cómo es posible que esto suceda en estos tiempos? Es algo que me impresionó y me dejó como mal gusto; me propuse hacer algo para que eso cambiase y estas líneas son ese algo.

Algunos dirán que no aportan tanto los que viven fuera, pero no es cierto. Es una realidad que hoy en Lécera hay más casas de leceranos que viven fuera del pueblo, que de vecinos que residen en él y gracias a todos podemos tener y disfrutar de muchos servicios a precios razonables, como por ejemplo: el servicio de agua y alcantarillado, las piscinas, el campo de fútbol, el pabellón, el alumbrado público, etc.

Ya me imagino que diréis que en otros pueblos más pequeños también disfrutan de esos servicios, pero en esos pueblos hay más unión para disfrutar las fiestas (tanto que en alguno las han cambiado hasta de mes para que puedan acudir mas convecinos). Así es: las hacen entre todos y para todos. La fiesta de la Rebollosa no es patrimonio particular de nadie, es de todos los leceranos y mientras que así no se entienda, será solo de algunos leceranos y seguirá sirviendo de desunión entre los leceranos.

No pretendo “comer el coco” a nadie y ha quedado demostrado que esas argumentaciones ya no sirven. La realidad es la que es, aunque no nos guste a veces. Yo creo que se puede mejorar esa fiesta y solo he querido sacar a la luz un problema que tiene mi pueblo, que todos lo hablan y todos lo callan, Y QUE NADIE RESUELVE.

Tengo la esperanza y la ilusión de que este escrito sea el primer paso en la búsqueda de algo que contente a todos y que contemple la realidad de la vida de los leceranos. Pues aunque la mayoría de ellos vive fuera del pueblo, a mí me consta, porque lo veo, que sienten su pueblo tanto, sino más, que los que residen en él.

Imaginad por un momento que a Lécera solo fuesen los que van el lunes a la Rebollosa, que triste ¿verdad que no sería bueno para nadie?

Dejémonos de demagogias, seamos realistas y que el diálogo sea el vehículo hacia el objetivo que los leceranos decidamos, porque el presente de esa fiesta ha de ser revisado y decidido con paciencia y tolerancia por TODOS los leceranos.

Mi deseo, y espero que el de muchos más, es muy simple: que esas fiestas, que en honor a nuestra Virgen el Olivar celebramos cada año, sean motivo de unión entre los leceranos.

¡Viva la Virgen del olivar!

¡Viva Lécera!

¡Vivan los leceranos!

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[1] DE LUNA, FRAY PEDRO, Breve relación historial, Panegyrica y Doctrinal, de la Aparición de Nuestra Señora del Olivar, fundación y aumentos de su Convento y dos Novenarios a favor de sus devotos. Zaragoza: Herederos de Manuel Román, impresor de la Universidad, 1723.

[2] BRAVO Y GALLEGOS, FRAY GUILLERMO, Historia de la aparición de la sagrada imagen de Nuestra Señora del Olivar. Lérida: Imprenta Mariana,1892.

[3] VINAJA ALFONSO, FULGENCIO (Veterinario municipal de Lécera, según el censo de 1890). La Romería de Lécera, de nuestro corresponsal en “Heraldo de Aragón”. Zaragoza, 14-05-1908.