Lorenzo Quílez, un torero lecerano

Un matador de toros de Lécera -Lorenzo Quílez-

© Jaime Cinca Yago

El 5 de septiembre de 1846 nació en Lécera (Zaragoza) Lorenzo Quílez, un lecerano que se hizo famoso en el mundo de la tauromaquia, alcanzando cierto renombre y fama a nivel nacional. Recorrió con su arte por gran parte de la geografía española y llegó a torear, nada más y nada menos, que en la plaza de toros de Madrid.

El día del Pilar de 1880, estaba como matador toreando en Tarazona una corrida de D. Raimundo Díaz. Uno de sus banderilleros, el aranjuezano Rafael Ardura Campago (Quico), recibió una cornada en una corva que le propinó el toro Centinela,  consecuencia de la cual, falleció en el hospital de dicha población a los cuatro días.

En una reseña de su biografía se señala que "mató toros de puntas en una de las novilladas que se efectuaron en Madrid el año de 1881". (Toros de puntas: así se llamaba entonces al equivalente a las novilladas actuales, ya que a cualquier festejo taurino o capea le llamaban novillada).

En el cartel anunciador de la 14ª corrida de abono de la plaza de toros de Madrid, que se celebró a las tres y media de la tarde del domingo 24 de septiembre de 1882, a los 36 años de edad,  actuó como banderillero bajo las órdenes del primer matador, José Machío, al que correspondió lidiar el primero y cuarto toros de una corrida de la antigua y acreditada ganadería de don Anastasio Martín, de Sevilla.

"El 20 de octubre de 1882, nueva visita real [a Zaragoza], en su paso hacia Canfranc para inaugurar las obras del ferrocarril: Alfonso XII presenció la corrida en la que actuó la más famosa pareja de toreros, “Lagartijo” y “Frascuelo”, que lidiaron toros de Zalduendo, Ripamilán y Ferrer. Según contaba “Don Indalecio”, marqués de la Cadena, en la cuadrilla del cordobés figuraba como agregado Lorenzo Quílez, de Lécera, Zaragoza, condenado a cuatro meses de prisión “no por ladrón sino por tronera”, como dice la jota del “Royo del Rabal”. Al subir al palco y saludar a Su Majestad, “Lagartijo” le pidió el indulto de su banderillero. Al parecer, el indulto le fue concedido. La afición solicitó un toro más y fue lidiado y muerto a estoque por Valentín Martín, de la cuadrilla de Salvador Sánchez." 

Los tres años siguientes, 1883, 1884 y 1885, figuró en las corridas de toros como medio espada (Medio espada: Se llamaba así a los novilleros que aspiraban a recibir la alternativa y que actuando de banderillero, el diestro les permitía matar el segundo toro de su suerte).

Poco a poco van apareciendo datos de nuestro paisano y resulta que también fue matador de toros que toreó en muchas plazas de España y Francia. Incluso toreó en América. 

Quílez, murió en Zaragoza el 11 de julio de 1888, a la edad de 41 años, así dio la noticia de su muerte la prensa de la época: "Descanse en paz - El banderillero aragonés Lorenzo Quílez, ha fallecido el día 11 del corriente á consecuencia do una penosa y aguda enfermedad que le tenía alejado desde hacía algún tiempo de las lides taurinas, en las que, durante más de veinte años, se había conquistado muchas simpatías y no pocas palmas. Ha figurado en las cuadrillas de gran número de matadores, especialmente en las corridas dadas en las plazas de provincias. Había toreado en Francia y estuvo en 1885 en Lima, donde adquirió la enfermedad que le ha llevado al sepulcro, cuando parecía hallarse algún tanto restablecido de ella."

Si alguien está interesado en conocer más sobre el torero lecerano, al final de éste artículo facilito una relación de las revistas en las que he contrastado que aparece.

Alguien le compuso esta poesía:  

A LA PRIMERA

Lorenzo Quílez, torero

de la aragonesa tierra,

contrató una novillada

con la condición expresa

de que había de matar

el novillo á la primera,

pues la gente de aquel pueblo

no admitía las faenas

largas. En caso contrario,

¡pobre del que las hiciera!

Lorenzo se fué hacia el bicho

(que tenía unas ideas

criminales desatadas)

y con la mayor prudencia

le tanteó, siendo casi

entrampillado en la prueba.

Conque se dejó mi hombre

de utilizar la muleta,

y á paso de banderillas

se metió á herir de primeras,

y luego, yendo de frente,

y luego á la media vuelta,

doce pinchazos justitos

metió en la piel de la fiera,

que dió el mugido postrero

desangrándose en la arena,

La que se armó, es incontable.

Quílez salió entre la fuerza

armada, y gracias á ello

pudo salvar la pelleja.

—Pues, nada. Que no le pago.

—¿Que no? ¡U suelta usté las perras,

ú va á haber aquí empentones,

y hasta puñalás traperas!

—|El contrato está incumplido!

—¡El contrato ú lo que sea

se ha cumplió en toas sus partes!

—¡No, porque hice la advertencia

de que el novillo tenía

que morir á la primera!

—¡Y á la primera se ha muerto!

—¿Cómo qué, si es cosa cierta

que dio usté doce pinchazos

al pobre bicho?

—¡Redielal

¿Y quié usté más cumplimiento?

 ¡A la primera... docena!...

---------------------------------------