Oramos al Padre celestial solo en el nombre de su Hijo Jesucristo, porque "hay un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2:5).
Un solo varón dirige en voz alta la oración, guardando silencio los demás feligreses orantes, pero muy atentos, haciendo suya la oración al concentrarse en ella y afirmarla, una vez concluida, con un “Amén” sincero (1 Corintios 14:16-17).
Orar muchos, o todos, a la vez en voz alta trae gran confusión, de la que Dios no se agrada pues él “no es Dios de confusión” (1 Corintios 14:33).