El Padre Celestial nos ha dado una nueva vida en Cristo Jesús, es decir una nueva forma de relacionarnos con Él, con el prójimo y con nosotros mismos. En la lección anterior conversamos sobre la importancia de ser discípulo de Cristo, es decir un seguidor, estar sujeto al liderazgo de Cristo en mi vida y al mismo tiempo, hacer discípulos, es decir, guiar a otros en el camino de la vida.
En ésta lección vamos a estar analizando aún más nuestra relación con Dios, basada en nuestra relación con el prójimo. El pecado hizo difícil nuestra relación con Dios, con nuestros semejantes y con nosotros mismos. Al recibir el perdón de pecados a través del bautismo, nuestras relaciones no pueden ser las mismas que en el pasado. Hay que crecer y mejorar nuestros acercamientos relacionales.
Lee Mateo 22:34-40. ¿Cuál es el primer gran mandamiento y cuál es su relación con el segundo? ¿Qué es amar a nuestro prójimo? ¿Será importante para Dios que tengamos buenas relaciones con nuestros semejantes?
No es posible amar a Dios y aborrecer a nuestro hermano, 1 Juan 4:20 “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” Dios es un Dios de relaciones, entonces, cuando se rompe una relación, se rompe un vínculo con Dios. Por lo anterior, es imperativo al comenzar nuestra nueva vida en Cristo, renovar nuestra forma de relacionarnos con los demás; si llegamos con relaciones rotas a la iglesia, restaurarlas. Si hemos lastimado a alguien, debo arrepentirme, pedir perdón y restaurar a la persona. En el Antiguo Testamento cuando alguien robaba y estaba arrepentido, debía devolver hasta cuatro veces el valor de lo robado en algunos casos, incluso vemos el caso de Zaqueo en el Nuevo Testamento en Lucas 19. En este sentido, si le ofrecemos a nuestro hijo llevarlo al parque mañana, pero por algún motivo no puedo cumplir mi promesa, debo pedir perdón y llevarlo al parque en los próximos días, restituir mi promesa y compromiso cumpliendo con él.
Por ello, cuando nos equivocamos con las personas, el pedir perdón, no volver a cometer el mismo error, más restituirle a la persona son las bases para las relaciones sanas.
La Biblia nos insta a que mantengamos siempre, buenas relaciones con nuestro prójimo; al punto que primero es relación y luego celebración, es decir, no puedo ofrendar a Dios si hay alguna persona que tiene algo en mi contra Mateo 5:21-24. Incluso los hermanos de Corintios tomaron la Santa Cena indignamente, porque había peleas y divisiones entre ellos. A pesar de que las relaciones entre estos hermanos estaban tan deterioradas, ellos se reunían los domingos como si nada estuviera pasando, por supuesto que esto molesto a Dios, 1 Corintios 11:17-34.
En este sentido, muchas veces no nos damos cuenta de nuestros errores, pensamos que tenemos la razón siempre, que los demás son los que tienen que cambiar, que yo estoy haciendo las cosas bien, y como los Corintios me puedo estar reuniendo los domingos y no darme cuenta de que yo soy el responsable de mi vida y mis relaciones. La vida es como un eco, sino te gusta lo que recibes, debes chequear que está saliendo de ti.
Recordemos que por lo general no vemos al mundo y a las personas como son, sino como somos nosotros, lo que quiere decir, que mientras veo la paja en el ojo de un hermano, en mi hay una viga. Los errores y defectos que veo en el otro, también están en mi e incluso hasta en mayor proporción. Por lo anterior, la humildad es fundamental para darme cuenta de mis potencialidades y limitaciones y a partir de allí, hacerme cargo, ya que si no veo el área de mi vida que necesito cambiar, ¿cómo lo cambio?
Lee Efesios 4:25-29
En estos versículos están las 4 claves para sanar las relaciones:
1.- Hablar verdad, vivir en la verdad y ser de la verdad. La confianza es la base de la relaciones, por ello no deben existir entre nosotros mentiras de ningún tipo, ni blanca, ni veniales; por muy dura que sea una verdad hay que decirla y aceptarla; aunque la forma de decirla también es importante, hay que suavizar nuestras palabras lo más posible. Una vida basada en mentiras, es una vida llena de miedo y oscuridad, donde no podemos avanzar hasta que no vayamos a la luz, a la verdad.
Incluso el futuro de las relaciones y de nuestros hijos descansa sobre las promesas que cumplimos. Hay tres tipos de promesas: A. CRIMINALES. Son aquellas que hacemos y que de antemano sabemos que no las podemos cumplir, estas matan las relaciones. B. INSANAS. Son aquellas que hacemos, que tenemos toda la intención de cumplir, pero por algún motivo de fuerza mayor, no podemos cumplir, estas dañan las relaciones poco a poco, por este motivo comentamos anteriormente la importancia de la restitución. C. SANAS. Son aquellas que se cumplen pase lo que pase. Las relaciones son más cercanas, sanas y seguras cuando se hacen promesas y se cumplen.
¿Eres honesto con tus palabras y tus acciones?
¿Cumples tus promesas?
Comenten brevemente sobre promesas que no les cumplieron y cómo se sintieron…
¿Cómo se han sentido las personas a las que le hemos hecho promesas y no les hemos cumplido?
2.- Sanar la Ira. La emoción del enojo es parte de nuestra humanidad, pero no es una excusa para lastimar a las personas gritando, golpeando o ignorando. El enojo, por lo general, es un sentir de injusticia, nos parece, a nuestro juicio, que nos están agrediendo o faltando de alguna forma, lo que lleva a que nuestro cerebro reptil emita esta respuesta como mecanismo de defensa para huir o pelear, por ello, el cuerpo se prepara para la defensa y el cerebro mayor (el de los pensamientos, la razón y la conciencia) deja de recibir suficiente oxigeno por lo que no fluye el pensamiento y aunque quiera no soy sabio o no pienso correctamente en ese momento. Lo mejor es calmarme, tener mayor cuidado con mis palabras, actitudes y acciones, porque lo más seguro es que me equivoque, aun teniendo la razón la puedo perder.
Lo que tenemos que aprender es a manifestar nuestra incomodidad sin lastimar a las personas a nuestro alrededor. Puedo estar enojado y hacer mis reclamos desde el amor y el deseo genuino de mantener la relación sana con la persona que me siento enojado. Para ello debo hacerme primero tres preguntas: A. ¿Por qué estoy enojado? ¿Estoy completamente seguro que tengo la razón? Y de tener la razón ¿Cómo sería la mejor forma de manifestar mi incomodidad para que gane la relación? Recordemos que Dios es un Dios de relaciones y cuando se rompe una relación, se rompe un vínculo con Dios; es mejor un mal arreglo que un buen pleito; incluso podemos hacernos una cuarta pregunta ¿Qué haría Jesús, cómo respondería ante la injusticia, cómo usaría el enojo para beneficio y no para perjuicio?
A lo antes expuesto, lo más importante sería, aprender a enojarme menos cada día, amar más y molestarme menos, ser más paciente con los errores de los demás, 1 Corintios 13 dice que el verdadero amor no se irrita. En este proceso de ejercitarme en amar más y enojarme menos, debo aprender que no se ponga el sol sobre mi enojo, es decir, no durar mucho tiempo enojado; hay personas que pueden durar años enojados con alguien, la Biblia nos insta a que nuestro enojo no llegue a la noche, que si me enojo, buscar inmediatamente corregir la situación; aunque en algunos casos, no pueda ponerme de acuerdo con la persona con la que tengo el malestar, de igual manera, Dios espera que me haga cargo de mi enojo, bien que decida pasar por alto la situación perdonando, o aceptando con paz lo que no puedo cambiar y cambiar con amor lo posible. Yo decido.
Jesús es el mejor ejemplo de amor y paciencia ante los errores de los demás; cuando lo estaban crucificando, que lo injuriaban, se burlaban de Él, no manifestó IRA, ni ENOJO, sino amor y perdón, pronunciando las palabras que muchos conocemos “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” Nuestras vida será mucho más saludable física, mental y espiritualmente si vivimos más desde el amor y menos desde el enojo. Y el enojo es una de las emociones más nocivas que erosiona las relaciones. Hagámonos cargo del enojo para que nos beneficie en vez de que nos perjudique y no le dejemos el poder a los demás, sino que yo decido, tengo libre albedrío, para que algo me moleste o no, soy libre de elegir y por ende decidir enojarme o no por la conducta de otro; elijamos el amor y la paciencia, ante la ira y el enojo.
¿Cómo considero que manejo la ira?
¿Puedo mejorar mis respuestas?
¿Qué es lo que más me enoja? Y realmente ¿De quién depende que yo me enoje?
¿Qué puedo hace distinto cuando me sienta enojado en el futuro?
3.- Servir. Vivir en la relaciones desde lo que puedo hacer por los demás en vez de esperar lo que los demás pueden hacer por mí, me permitirá sanar con profundidad cualquier herida. Tres formas básicas de mostrar amor son escuchando, dándole su lugar al otro y sirviendo. Por lo anterior, el servir, atender me abre las puertas del corazón de las demás personas, porque se sienten amados. Jesús, siendo el mismo Dios, Emmanuel, cuando estuvo en la tierra entre nosotros, no vino para ser servido sino para servir hasta el punto de dar su vida en rescate por la humanidad.
Servir es más que mera retórica, es una forma de vida, donde el papá ve a mamá colapsada en la cocina y se ofrece, donde los hijos al llegar papá del trabajo le sirven un café o un vaso de agua fresca, donde los hermanos se atienden el uno al otro y ambos apoyan a mamá en la labores domésticas. Lo más importante a la hora de servir es la actitud, no hacerlo desde la queja, o desde esperar algo a cambio. Cuando amo, no espero que me pidan el favor de hacer algo, sino que estoy pendiente de ser oferta, opción, oportunidad para los otros. ¿Eres opción a otros, o esperas que te digan qué hacer?
4.- El poder de las palabras. Con las palabras que decimos construimos nuestro mundo, las declaraciones anteceden el mundo. Dios con el poder de su palabra dijo “Sea la luz y la luz fue hecha” Génesis 1:3. El Padre Celestial colocó en nosotros poder a través de las palabras. Como dice el pasaje de Efesios 4:29 nuestras conversaciones pueden edificar nuestras relaciones o las pueden corromper. Más adelante vamos a dedicar un capítulo completo a este tema, porque dice Proverbios 18:21 “La muerte y la vida están en poder de la lengua, y el que la ama comerá de sus frutos” es decir que nuestras conversaciones determinan nuestras relaciones. Mis relaciones están llenas de vida o de muerte, y lo anterior va a depender de lo que sale de mi lengua. ¿Mis conversaciones generan vida o de muerte? Pensemos en los próximos días sobre nuestras conversaciones, no sólo en cuanto a palabras, sino en cuanto a nuestras actitudes, nuestro lenguaje corporal y nuestro tono de voz. Depende de mí hacerme cargo de lo que yo hablo, no de los que los demás hablan.
1. ¿Cómo está tu relación con los demás?
2. ¿Qué sientes que te falta para relacionarte de manera más efectiva y amorosa con otras personas?
3. ¿te consideras alguien honesto? (explique porque si o porque no)
4. ¿Cómo son tus promesas? (sanas, insanas o criminales)
5. ¿Cuánto estas dispuesto a servir a los demás?
6. ¿Cómo gestionas tus emociones?