Jorge Luis Borges - Un mañana

Loada sea la misericordia

 de Quien, ya cumplidos mis setenta años

 y sellados mis ojos,

 me salva de la venerada vejez

 y de las galerías de precisos espejos

 de los días iguales

 y de los protocolos, marcos y cátedras

 y de la firma de incansables planillas

 para los archivos del polvo

 y de los libros, que son simulacros de la memoria,

 y me prodiga el animoso destierro,

 que es acaso la forma fundamental del destino argentino,

 y el azar y la joven aventura

 y la dignidad del peligro,

 según dictaminó Samuel Johnson.

 Yo, que padecí la vergüenza

 de no haber sido aquel Francisco Borges que murió en 1874

 o mi padre, que enseñó a sus discípulos

 el amor de la psicología y no creyó en ella,

 olvidaré las letras que me dieron alguna fama,

 seré hombre de Austin, de Edimburgo, de España,

 y buscaré la aurora en mi Occidente.

 En la ubicua memoria serás mía,

 patria, no en la fracción de cada día.