Jorge Luis Borges
La cifra

Inscripción


De la serie de hechos inexplicables que son el universo o el tiempo, la dedicatoria de un libro no es, por cierto, el menos arcano. Se la define como un don, un regalo. Salvo en el caso de la indiferente moneda que la caridad cristiana deja caer en la palma del pobre, todo regalo verdadero es recíproco. El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo.

Como todos los actos del universo, la dedicatoria de un libro es un acto mágico. También cabría definirla como el modo más grato y más sensible de pronunciar un nombre. Yo pronuncio ahora su nombre, María Kodama. Cuántas mañanas, cuántos mares, cuántos jardines del Oriente y del Occidente, cuánto Virgilio.

     J. L. B.

 Buenos Aires, 17 de mayo de 1981

Prólogo


     El ejercicio de la literatura puede enseñarnos a eludir equivocaciones, no a merecer hallazgos. Nos revela nuestras imposibilidades, nuestros severos límites. Al cabo de los años, he comprendido que me está vedado ensayar la cadencia mágica, la curiosa metáfora, la interjección, la obra sabiamente gobernada o de largo aliento. Mi suerte es lo que suele denominarse «poesía intelectual». La palabra es casi un oxímoron; el intelecto (la vigilia) piensa por medio de abstracciones, la poesía (el sueño), por medio de imágenes, de mitos o de fábulas. La poesía intelectual debe entretejer gratamente esos dos procesos. Así lo hace Platón en sus diálogos; así lo hace también Francis Bacon en su enumeración de los ídolos de la tribu, del mercado, de la caverna y del teatro. El maestro del género es, en mi opinión, Emerson; también lo han ensayado, con diversa felicidad, Browning y Frost, Unamuno y, me aseguran, Paul Valéry.

     Admirable ejemplo de una poesía puramente verbal es la siguiente estrofa de Jaimes Freyre.

     Peregrina paloma imaginaria

     que enardeces los últimos amores;

     alma de luz, de música y de flores,

     peregrina paloma imaginaria.

     No quiere decir nada y a la manera de la música dice todo.

     Ejemplo de poesía intelectual es aquella silva de Luis de León, que Poe sabía de memoria:

     Vivir quiero conmigo,

     gozar quiero del bien que debo al Cielo,

     a solas, sin testigo,

     libre de amor, de celo,

     de odio, de esperanza, de recelo.

     No hay una sola imagen. No hay una sola hermosa palabra, con la excepción dudosa de testigo, que no sea una abstracción.

     Estas páginas buscan, no sin incertidumbre, una vía media.

     J. L. B.

 Buenos Aires, 29 de abril de 1981

Jorge Luis Borges La cifra [1981]