Jorge Luis Borges

Alexander Selkirk

Sueño que el mar, el mar aquel, me encierra

y del sueño me salvan las campanas

de Dios, que santifican las mañanas

de estos íntimos campos de Inglaterra.


Cinco años padecí mirando eternas

cosas de soledad y de infinito,

que ahora son esa historia que repito,

ya como una obsesión, en las tabernas.


Dios me ha devuelto al mundo de los hombres,

a espejos, puertas, números y nombres,

y ya no soy aquel que eternamente


miraba el mar y su profunda estepa

¿y cómo haré para que ese otro sepa

que estoy aquí, salvado, entre mi gente?