NARCISA PASCUAL (1764-1766)

Inclinaciones que «nacían de firme y verdadera voluntad»: Narcisa y el viudo Antonio

Archivo Diocesano de Pamplona (ADP), c. 2024, núm. 4

Narcisa Pascual García Palacios era natural de la villa de Lerín y en 1765 contaba con veintitrés años. Por agosto de 1764, Don Antonio Cuadrado, viudo, y abogado de los tribunales reales del reino, pasó a Lerín donde recibió la visita de cortesía de los padres y tíos de Narcisa, fraguándose «una particular amistad» entre ellos. Poco tiempo después, Antonio hizo repetidas instancias para que Narcisa fuera su mujer. Ella se resistió durante algún tiempo, por ver si aquellas inclinaciones «nacían de firme y verdadera voluntad», hasta que finalmente accedió, y se dieron mutua y recíproca promesa de matrimonio.

Desde entonces, mientras él permaneció en Lerín, «se trataron y comunicaron con aquel trato que es regular entre desposados de futuro y decente al carácter de sus personas». Al volver Antonio a Pamplona, le prometió «que primero faltaría todo el mundo y la mitra del señor obispo que él en casarse con ella». Tras ello, continuaron su correspondencia, e iniciaron los trámites necesarios para celebrar su boda, a pesar de que ella «tenía dos conveniencias», es decir, dos posibles candidatos.

Mas, al fin, él comunicó que no se casaría con ella, dando lugar a un pleito por promesa matrimonial incumplida, en donde él sostuvo que las palabras que había dirigido a Narcisa fueron «de regular cortejo», que «la tenía afecto» pero que, en ningún caso, pretendía contraer matrimonio. No obstante, el tribunal eclesiástico condenó a Cuadrado, el 16 de enero de 1766, a cumplir con los esponsales.

Lograda la sentencia favorable a sus intereses, Narcisa se apartó del caso, dejando libertad a Cuadrado para tomar estado, pues con aquel litigio su única intención había sido «el hacer patente y dar a conocer la ninguna razón que ha tenido dicho Cuadrado en resistirse a cumplir la palabra que le tenía dada y la justicia que asistía a la otorgante para obligarle a su cumplimiento».

En una de sus cartas, Narcisa revelaba a su prometido, Antonio, el pesar y la preocupación que le causaba que sus parientes estuvieran negociando posibles matrimonios. Aunque ella les había dado largas, «las cosas que se han de hacer para siempre que es menester mirarlas bien», pedía a Antonio su consejo e intervención para frenar los planes de su familia.

Tinta a partir de un “Retrato de Mme. de Lamballe” de Anton Hickel (1788)

Carta de Narcisa Pascual para Antonio Cuadrado (fol. 325r-325v)(s. f., s. l.).

«Querido Antonio:

Recibo la tuya con el gusto que puedes discurrir, después de tanto tiempo y celebro te mantengas con salud, pues en esta tuya no hay novedad, a Dios gracias. No puedo menos de participarte la novedad que hay sobre mis acomodos, pues ayer martes me llamó mi aya, la monja, diciéndome le había dicho mi señor tío me llamase y me enseñase dos cartas que había tenido. La una de Don Vicente Lucin y otra de Don Francisco Martínez, diciéndole que resolviese el casarme con el sujeto que antes te dije. Y se han empeñado de tal modo estos dos que precisan a mi tío responda luego. Y porque yo me explique con más satisfación le han dado las cartas a la monja. Y la resolución de mi tío es el hacerlo al istante, como yo responda, con que yo me he visto entre la espada y la pared y le he respondido que las cosas que se han de hacer para siempre que es menester mirarlas bien, y que dentro de ocho días les daré la respuesta. Con que me ha parecido hacerte propio para que tú veas lo mejor, pues yo no sé qué hacerme, pue no me he atrevido a decirlo a nadie, porque no tenía tu licencia, pues don Gaspar es el primero que me dice que no me detenga, que no puede ser mejor convenencia. Pero nada le digo hasta ver tu resulución, pues agora estás a tiempo de dar a entender lo mucho que dices que mestimas. Pues, aunque no se puedan componer las cosas a el presente, puedes hablarle en confianza a mi tío o a quien te parezca mejor, pues yo no haré nada hasta ver lo que tú resuelves, pues estoy, como puedes considerar, sin saber qué hacerme ni poderme excusar de responder a lo que se me pregunta. Pero fío en ti que lo compondrás todo, aunque ya había hecho el ánimo a responderles que no me parecía bien el sujeto, pues otra cosa no podía alegar, porque por todos los lados es buena la conveniencia; pero ni aun esto me ha parecido acertado, pues mañana me pondrán en paraje de otra que sea pior y no podré replicarles. En este supuesto espero hay determinación pues yo me hallo […]indecisa. En el ínteren ruego a el Señor te me guarde los años que he menester.

Tuya de corazón,

Narcisa».

© De la ilustración, Concha Pasamar

© De los textos y transcripciones, Jesús M. Usunáriz

"Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P)