MARÍA AGUSTINA DE UZTÁRIZ (1725-1730)

«Una mujer por una palabra la pierde, y un hombre no, con muchas». La defensa de la honra de una mujer engañada

Archivo Diocesano de Pamplona (ADP), c. 1532, núm. 2.

El 15 de septiembre de 1725, Juan Francisco de Arizcun, acompañado de su amigo, el estudiante Pedro Mendinueta, fue a realizar lo que parecía una visita de cortesía al palacio de Ascó, en Elvetea, propiedad de Nicolás de Ustáriz, que había fallecido recientemente. Allí Arizcun y María Agustina de Ustáriz, hija de Nicolás, se vieron a solas en un cuarto de la casa. Pero tras las puertas y paredes, una criada y una vecina escucharon sus palabras. Según cuentan las dos testigos, Arizcun, en lengua vascongada, «la regular en esta tierra», el valle de Baztán, dijo a Agustina: «Yo vengo a saber tu voluntad, pues sabes la mía, que es la de casarme contigo». A esto respondió la muchacha «que si él tenía voluntad, también tenía ella de casarse con él». Él regaló a Agustina una sortija de tumbaga como señal de su promesa. Sin embargo, había un problema: los hermanos y tío de Arizcun habían negociado el contrato matrimonial de Juan Francisco con una de las hijas de D. Gaspar de Ripa, gobernador de la villa de Maya. Y, enterados de lo sucedido, hicieron lo posible porque se revocase aquella decisión pues, como afirmó la madre de Arizcun, María de Mendinueta, viuda, de ninguna manera iba a consentir tal matrimonio, y tampoco lo aceptaban sus hermanos y parientes. Por estas presiones, días después, Juan Francisco escribió una carta pidiendo a Agustina que lo liberara de su palabra. Pero lejos de ello, Agustina presentó una demanda ante el tribunal eclesiástico de Pamplona. Los jueces, tanto el de Pamplona como los de la nunciatura en Madrid (la Rota), por diferentes sentencias entre 1727 y 1728, ordenaron la celebración del matrimonio. Pero, reconocida su justicia, por escritura notarial de 27 de marzo de 1730, Agustina dejó en libertad a Juan Francisco para que tomara el estado que deseara.

En su carta de 13 de octubre de 1725, María Agustina recriminaba a Juan Francisco de Arizcun, su «amigo y señor», porque se había retractado de su palabra matrimonial. Le instaba a que rechazase las negociaciones matrimoniales que estaban tratando sus parientes para casarle con otra mujer. Además, como la noticia ya era conocida por todo el valle, ella temía por su honra.

Tinta a partir de “Joven sentada en un interior leyendo una carta” de Gabriel Metsu (c. 1660)

Carta de María Agustina de Uztáriz y Ascó para Juan Francisco de Arizcun (fol. 39r-39v) (1725, octubre, 13, Oyeregui)

«Muy señor mío:

Recibo su carta de v. m. y respondiendo a su contenido digo que con facilidad se restrata (sic) de su palabra. Y siendo así que yo di cuenta a mi madre y hermano, no puedo responder con deliberación hasta que primero comunique con ellos. Y si v. m. tiene algo de hombre, siendo su afecto, debe v. m. hacer las diligencias para que no se ejecuten los contratos que me dice en la suya, y darle a su señor hermano D. Miguel a entender en el empeño que se halla, que no siendo con voluntad de todos v. ms., lo que boca a boca se hizo, así bien se deshará del mismo modo cuando v. m. buscare ocasión para ello. Y en lo que v. m. me dice que mire por su honra, yo debía decirle a v. m. que mirase por la mía, pues una mujer por una palabra la pierde y un hombre no, con muchas. Y en esta suposición, como v. m. me traiga el desengaño de su señor hermano D. Miguel, será lo que v. m. quisiere. Y en el ínterin y siempre, Dios guarde a v. m. muchos años. Oyeregui y octubre 13 de 1725.

B. l. m. de v. m. su afecta servidora,

María Agustina

Mi amigo y señor, Juan Francisco».

© De la ilustración, Concha Pasamar

© De los textos y transcripciones, Jesús M. Usunáriz

"Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P)