MARÍA FELIPA DE ARISCURENAGA (1782-1785)

«No somos criaturas de veinte años»: la sensatez de Felipa

Archivo Diocesano de Pamplona (ADP), c. 2477, núm. 7

La vecina de Elgueta (Guipúzcoa), Felipa Josefa de Ariscurenaga, con 29 años, había quedado viuda de Vicente de Arzamendi, muerto en 1781 en La Guaira, empleado como maestro cirujano de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Pero poco tiempo después, gracias a la intervención de algunos intermediarios, entre ellos Juan Bautista Ubillos, de Villafranca, le sugirieron el nombre de un posible marido, el también cirujano Carlos de Echeveste, de cuarenta años, y se ajustó el casamiento, con intercambio de palabras y regalos.

Sin embargo, Echeveste, «con pretextos frívolos», se excusaba de cumplir con el compromiso, lo que dio lugar al inicio de un pleito por promesa matrimonial incumplida ante el tribunal diocesano de Pamplona. Echeveste, calificado como «hijodalgo notorio de sangre», e «incapaz de hacer el menor desaire a nadie», negó en todo momento que hubiese dado promesa alguna. Pero a pesar de todo, y gracias a las declaraciones de los testigos, y a la correspondencia mantenida entre ambos prometidos, fue condenado a casarse con Felipa por sentencia de 5 de febrero de 1785.







Por la carta que Felipa de Ariscurenaga escribió a Juan Bautista de Ubillos, que había intervenido directamente en las negociaciones de su matrimonio con Carlos de Echeveste, se mostraba firme, se negaba a ser burlada, se mantenía firme en su palabra [»no soy mujer de dos palabras, sino de una»] y dispuesta a impedir que Carlos se saliese con la suya.

Tinta a partir de un detalle de “La carta” de Francisco de Goya (c. 1812)

Carta de Felipa de Ariscurenaga para Juan Bautista de Ubillos (fol. 136r-137v) (¿1783, junio, 10, Elgueta?) .

«Elgueta a [diez] de junio

Muy señor mío:

Recibí la de v. m. a seis de junio juntamente con la adjunta de Carlos. Pues le digo a v. m. que no he visto semejante día para mí. Y v. m. sabe desde el primero hasta el último, pues ya puede estar en la inteligencia de que yo no le dejaré a Carlos, aunque fuese un mayorazgo, como no es. Lo mismo no le dejaría yo. Antes que viniese lescribí para informarse de mi persona, de mis padres y ha tenido tiempo, gracias a Dios, tiempo para reflesionar y para consultas, que ahora es tardecito. Aquel y yo no somos criaturas de veinte años para engainarnos. Yo aquí la tengo en mi poder los esponsales. No me dio adelante de v. m. pero la criada y los dos criados estaban tras de la puerta, que nos vieron y jurarán si se necesita. Yo, antes bien, no le di, porque yo pensaba siempre he sido [terca] para cosas zala[meras. Yo le dije] que le remitiría a Villafranca. Y me dijo que no importaba. Y como soy una mujer que nadie me vendería por eso. Yo con todo lugar le haré información cómo he pasao mi matrimonio. Jamás tuvimos nada que decir sino no hay más de preguntar a los criaos que han vivido en mi casa. Y así el favor que me ha de hacer es que me diga el motivo. Yo no le dejaré sin verificar. Si es alguno que me quiere mal, veremos bueno fuera el cuento. Ni aunque me plantase veinte mil duros el señor Carlos no le dejaré, así quiere a buenas, así quiere a malas, que nos veremos a uno a otro. Hasta hora no pensaba que este día podía tener. Quizás serán para mi salvación, no porque yo tengo falta e pretendiente, gracias a Dios, pero ahora no vienen al caso. Le parece a ese que soy alguna mujer que no esperaba otro como él. Sí, por cierto. Pero [aunque] en deciendo yo que sí, no soy mujer de dos palabras sino de una. Ya no me reirá hasta que dure mi señor padre y el hermano y otros interesados. Y si tiene reales que gaste. Mi señor padre le escribe a v. m.; el hermano también. Lo mismo siguirá si el señor no viene a buenas. Y así no calentará los pies con otra. Yo lo mismo estaré. Más los dos. Sí le dirá v. m. que las Pascuas del Espíritu Santo que me ha regalado bien y que le doy mil gracias que no esperaba menos. Y al cura parro […] favor de encargarle que no le haga plocama a Carlos, que yo impido, Felipa de Arescurenaga. Ese mescribió el día treinta de mayo que v. m. estaba en Anduain para comunicarse de aquel punto y que v. m. dispondría si tenía buen dispuesto el pastel: que le coma él mesmo, questá frío para mí. A este como a v. m. le digo, dice mi padre [y] hermano hasta gastar hasta las haciendas, no le dejarán, porque ya sabe v. m. que nos conviene. Bueno fuera todas las cosas prontas. Y eso no quiere decir nada. Aun de [hacer y a cara] no por un cirujano que si fuese otro mayorazco tampoco se le dejaría porque más estimo mi honor y crédito que todos los que tiene él y su generación. Señor Ubillos, no sé lo que me pasa y no puedo explicar. Y así v. m. lo hará los posibles a buenas y si no verá v. m. cómo andará este mozo. Yo le tengo cariño, aunque él no tiene. Pero Dios ha de ver mi interior. Me pondrá v. m. a la obediencia de su señora parienta. Y v. m. mande en cosa que yo pueda, questoy siempre ideando a sus órdenes de v. m. y de su parienta. Y perdone v. m. por las molestias que le hacemos a v. m. Beso la mano de v. m. su rendida servidora,

Felipa

Mostrará v. m. la carta a Carlos para que haga lo que gusta».

© De la ilustración, Concha Pasamar

© De los textos y transcripciones, Jesús M. Usunáriz

"Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P)