MARÍA TERESA DE GOÑI (1783-1787)

«Tú ya quieres y yo también»: una promesa burlada

Archivo Diocesano de Pamplona (ADP), c. 2560, núm. 6

María Teresa de Goñi tenía 30 años en 1786 y vivía en San Sebastián. Según su declaración, había conocido a José Antonio de Ureta, de la misma edad, hacía tres años, e hicieron «íntima amistad». Él la visitaba muchas veces en su casa, en la calle de la Trinidad o San Telmo y habían salido juntos en numerosas ocasiones. En una de aquellas citas, Ureta le pidió que le diese la mano derecha, y cuando ambos estrecharon sus manos Ureta le dijo: «Tú ya quieres y yo también, y ahora no nos falta más que la bendición, pues para delante ya estamos casados». En este deseo y fidelidad se habían mantenido ambos durante tres años, y se habían intercambiado cartas y esquelas, en algunas de las cuales Ureta había dibujado «corazones, que en algunas de ellas se reconocen traspasados con flechas». Sin embargo, pasado el tiempo, Ureta la quería dejar burlada, sin cumplir con su compromiso. Ureta negó en todo momento cualquier vínculo con Teresa; consideraba falsa la declaración de esta, con quien solo había tenido «conversación honesta»; y las esquelas que había escrito a Teresa no revelaban promesa alguna. Ureta fue absuelto y libre para contraer estado.




En una de las cartas o «esquelas» escritas por María Teresa Goñi , esta imploraba a José Antonio de Ureta, «querido mío de mi corazón», que hiciera todo lo posible por visitarla y verse, de nuevo, juntos .

Tinta basada en “Katie’s letter“ de Haynes King (1875)

Carta de María Teresa de Goñi para José Antonio de Ureta (fol. 249r-249v) (s. f., s. l.).

«Querido mío de mi corazón:

Veo por la tuya te hallas bueno, de lo que me alegro muchísimo. Yo también me hallo lo mismo para lo que gustes mandarme, que lo haré con todo el corazón. Pero siempre con deseos de hablarte. Y Dios me dé esa gracia, pues bien lo deseo según lo has visto, pues tantas veses como te lo he avisado con la portadora de esta. Y si el otro día te ponía en la esquela que verías lo qué era, fue por obligarte a que vinieras mejor, y por el deseo grande que tengo de hablarte, y no por apurarte, y penzando no sabías nada, como fue sin habla, lo que de Dios haya, y para que lo supieras, y no por el interés, pues bien sabe Dios que si yo pudiera ayudarte, aunque fuera con la sangre de mis venas, lo haría con todo el corazón, aunque a ti no te parezca, pues soy más fina que lo que pienzas, y lo seré mientras viva para contigo.

Querido mío de mi corazón, vuelvo de nuevo a suplicarte, por las almas del purgatorio, me hagas el favor de venir, pues lo deseo entrañablemente, si no puedes a la mañana, al anocheser, y avísame con la portadora cuándo será este dichoso día. Y te suplico sea cuanto antes. Y con esto agur, querido mío de mi corazón, hasta la vista. Tuya siempre y hasta morir,

M. T. G.»

© De la ilustración, Concha Pasamar

© De los textos y transcripciones, Jesús M. Usunáriz

"Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P)