MANUELA DE GARAICOECHEA (1765-1770)

«Nunca espere alivio de un maravedí»: las presiones de un padre y un hermano

Archivo Diocesano de Pamplona (ADP), c/2267, núm. 11

El 7 de junio de 1768 declaraba ante el juez eclesiástico de San Sebastián Manuela de Garaicoechea, natural de San Sebastián, de 29 años cumplidos. Según afirmaba, hacía tres años, en 1765, había dado palabra de matrimonio a Bernardo de Aranguren, pero bajo la condición de que solo se celebraría si su hermano, Juan Fermín de Garaicoechea, que residía en Santiago de Chile, la socorría «para pasar una vida regular y llevar las cargas matrimonio», pues era «pobre muchacha que por no tener medios» vivía de servir en diferentes casas de la ciudad. Sin embargo, su hermano le había respondido que, si se casaba con Aranguren y no «con persona de las circunstancias» que él le indicase, «nunca espere alivio de un maravedí». Además, de no hacerlo así, «caería en su desgracia y en la de su propio padre, exponiéndose a pasar una miserable vida».

Por todas esas razones, ella había renunciado a cumplir su palabra. Esta fue la causa por la que Bernardo de Aranguren, que había regresado de Caracas, presentó demanda contra Manuela, y presentó como prueba varias cartas escritas por ella en donde le manifestaba su amor y su deseo de cumplir con la promesa dada.

Si bien una primera sentencia del tribunal diocesano de Pamplona (el 25 de febrero de 1769) avaló la decisión de Manuela, la apelación de Aranguren ante el tribunal metropolitano de Burgos, dio lugar a dos sentencias (en noviembre de 1769 y septiembre de 1770), que condenaban a Manuela a casarse con Bernardo en el plazo de quince días. El pleito quedó pendiente hasta la sentencia definitiva del tribunal de La Rota.




Manuela de Garaicoechea expresaba en una carta dirigida a Bernardo Aranguren su alegría por los éxitos profesionales de su prometido. Mostraba sus ansias y deseos de recibir las cartas de su amado, confirmaba su cariño a «mi Bernardo» y reiteraba su firme promesa de cumplir con la palabra de matrimonio.

Tinta a partir de un detalle de “Mujer escribiendo una carta de amor” de Jan Vermeer (c. 1670)

Carta de Manuela de Garaicoechea para Bernardo Aranguren (fol. 91r-92v) (1766, mayo, 16, San Sebastián).

Querido Bernardo:

Respondo gustosa a la tuya, resebida 12 del corriente, donde veo la robustés que gosas. Eso aspiro y deseo, que mantengas para mi consuelo. Yo estoy buena para cerbirte, en compañía de la amandrea que se encomienda de veras. Y Maricho se halla gustosa con la nueva noticia tuya.

Supimos el correo antecedente que escribió Sabaleta al amo, y en este mesmo correo escribe el capitán al dicho amo, cómo te nombró gaviero. Como tú sabes, desía el amo, riéndose, que no estarían contentos algunos de ese navío. Y aun todavía tiene ánimos de darte mayor empleo, aunque no este viaje, según se explica. Veremos lo qué hace.

Con muchas ancias anhelo tu carta, aunque no te parecerá a ti, pues el día que escribí la respuesta de la primera tuya que tuve, bien contadas he tenido los días y más las horas. Es tanto lo que deseo y quiero que no la puedo ponderar. Esto no la es lisonja alguna, como lo verás. Una ves que no te puedo verte, las cartas tuyas me representan como si fueras tú mesmo. Y así, por Dios, no me dejes sin escribirme a menudo, mientras estés en esa ciudad, pues yo tengo ánimos de escribirte cada semana, aunque no me escribas.

Hoy en 8, si Dios quiere, te escribiré. Tanto tiempo hace que estás en esa no he tenido más que dos cartas tuyas. No me contento con eso, porque cuando estoy escribiendo estoy en glorias. Tanto anhelo la última que he tenido tuya que hago respuesta de ella el día que resebí. Leí más que cinco veces. Cada vez que leía tomaba más gusto. No contengo con eso, aun prosigo leyendo. Tú me aseguras tu constancia en el querer. Digo lo mismo. Puedes tener la mía; aun con más querer me hallo que en la primera. Ninguno cerá capaz de volcarme en mi cariño que te tengo. Lo verás cuán firme soy. Después que fuestes he tenido dos conveniencias para casar, que a la amandrea con una se le venieron. No las quise. Yo no la quiero si no es mi Bernardo. Con él estoy muy contento. No sé si estarás tan firme como yo en la proposición que digo, aunque veo en la firma que sí. Digo por Dios, Bernardo, escríbeme siquiera cada semana una carta, pues yo, si tú me dijeras o me pidieras algo de esto, de buena gana haría lo que tú me decías haría, aun perdiendo noches, por darte gusto. Esto te suplico encarecidamente. Como digo, escribiré cada semana.

Ahora marcha el navío “Rosario”; aun todavía no han hecho revista por el mal tiempo. Corge (sic) Echanique va por capitán, por piloto Rivas; por pilotén el hermano de las de Jacinta Belcha; el capellán el mesmo de antes. Pepe, de casa, marcha a Maracaibo con el fautor que va a ella; es de aquí, conocerá: Oscos. Él está alegre con su marcha. Te partisipo cómo vamos a Hernani después de Corpus a estar allá en un par de meses, aunque yo, como sabes, con mala gana. El verano pasado me privaron de tu vista y ahora, aunque no sea tu vista, será un día más largo para resebir tus cartas, aunque Maricho queda con el cuidado de dirigirme al dicho lugar. Y por Dios te encargo que me escribas como tengo dicho. No hay día ni hora que no me acuerdo de mi Bernardo. Siempre estás en mí. A tu padre ayer envié a decir cómo te nominaron por oficial. Tú sabes que puedes mandarme como quieras. Yo me quedo con ansias hasta que tenga respuesta a esta, que pido a Dios que te (sic) salud como hasta ahora a los años que me deseo. San Sebastián a 16 de mayo de 1766.

Tuya de corazón, quien te quiere y desea verte,

Manuela de Garaicoechea

Nere maitea, Bernardo, quien te quiere mucho, mucho. Aranguren

© De la ilustración, Concha Pasamar

© De los textos y transcripciones, Jesús M. Usunáriz

"Universos discursivos e identidad femenina. élites y cultura popular (1600-1850)” (HAR2017-84615-P)