Autor: Guy Lyon Playfair - Resumen y Traducción: Pedro Henríquez
“El caso que voy a relatar es uno de los más espléndidos triunfos el mesmerismo”. Así inicia el Dr. John Ellerton su reporte de 25 páginas, publicado en 1848, titulado “Cura de un verdadero cáncer con mesmerismo, en un pecho femenino”.
Después de examinar a la paciente (Sta. Barber) en consulta, identificó un tumor en el centro del pecho derecho, duro, circunscrito, movible y aparentemente de 12 a 15 cm de diámetro. Lo catalogó como maligno y estimó que no tenía cura. Estuvo de acuerdo, con otros dos médicos, que el pecho tendría que ser removido.
Lo mejor que él podía hacer era mesmerizar a la mujer para inducir anestesia, de tal manera que pudiera ser operada sin dolor (para ese momento, en Inglaterra, no se disponía de cloroformo ni éter).
Ellerton tenía bastante experiencia suprimiendo dolor. Por otro lado, decidió dejar que la paciente creyera que el mesmerismo la podía curar. En 1843, una paciente de cáncer disponía de muy pocas opciones y el mesmerismo era una última opción. Ellerton no usó sugestiones verbales, solo hizo varios pases con sus manos y mantuvo la mirada fija en los ojos de ella.
Después de la primera sesión, la paciente reportó que había dormido mejor. La idea era repetir estas sesiones diariamente hasta que la paciente sanara o falleciera. Después de seis meses, el tumor era más grande, pero ni el doctor ni la paciente se habían desanimado. La fe de la paciente era igual o mayor que la del doctor. Dos o tres años después de la primera sesión, el tumor comenzó a disminuir y se produjo una lenta y gradual remisión. Finalmente, los tres médicos concluyeron en que la Sta. Barber estaba curada.
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Muchos médicos piensan que la hipnosis puede curar el cáncer, sin embargo, obtener las pruebas, con los métodos convencionales: clasificación de los paciente, grupos de control, etc., sería una verdadera pesadilla.
De acuerdo con la manera cerebro izquierdo de ver las cosas, tu no puedes curar el cáncer con hipnosis, porque no hay evidencia de que puedas, y si te pones a buscarla, estás violando el código de ética de la medicina.
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En 1983, la conocida revista médica “The Lancet” (una vieja enemiga del Dr. Ellerton) escribió este editorial: “Donde un creyente es tratado en el contexto de su fe religiosa, no solo sería grosero sino mala medicina, negarle el soporte de su creencia”.
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Se relata este caso de 1977: Paciente con cáncer de vejiga, en estado terminal. Metástasis en todo el cuerpo. Ya no se podía hacer más nada y los médicos del hospital lo desahuciaron. Entonces un médico identificado como el Dr. H. decidió intentar con hipnosis. Encontró que ese paciente fácilmente entraba en trance muy profundo.
El Dr. H. usó una sencilla técnica de visualización y le pidió al paciente que si podía encontrar el centro de control del suministro de sangre de su cuerpo. El paciente respondió que si y dijo que era una especie de cuarto de calderas lleno de válvulas y tubos. El hipnotizador le sugirió que localizara el tubo que llevaba sangre a la vejiga y que cerrara la llave. Para hacer corta la historia (no se sabe cuántas sesiones se hicieron) el tumor disminuyó del tamaño de una toronja al de una pelota de golf. Entonces un día, durante un examen de rutina, el doctor rompió la pared del tumor y en pocas horas el paciente falleció.
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En 1975, el Dr. Bernauer W. Newton inició un programa que involucró el uso de hipnosis en pacientes de cáncer en su Centro Newton de Hipnosis Clínica en Los Ángeles. Por aquel entonces habían muchas evidencias de que en los pacientes de cáncer, su personalidad y emociones tenían que ver con la enfermedad que estaba causando una quinta parte de las muertes en los Estados Unidos, a pesar de los considerables avances en los tratamientos convencionales.
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En 1962, el Dr. D. W. Smithers, uno de los especialistas líderes en cáncer, a nivel mundial, señaló: “Cómo otros términos usados en la ciencia, cáncer es solo una manera breve de nombrar algo que no puede ser definido de manera simple… No es una enfermedad de las células, tal como una tranca de tráfico no es una enfermedad de los carros. Un estudio de toda la vida del motor de combustión no ayudará a entender el problema del tráfico. El cáncer es una enfermedad de organización, no una enfermedad de las células”.
Entonces, mientras los oncólogos se ocupan de los árboles, parece que es un rol útil para el psicólogo, buscar en el suelo del bosque, de donde los árboles se nutren. Es la condición del cuerpo, cree en Dr. Newton, lo que mayormente determina si a la célula maligna se le permite permanecer en el cuerpo el tiempo suficiente para producir un tumor.
Newton (un psicólogo) comienza su programa diciéndole a los pacientes que ellos pueden tomar un rol activo en su propio tratamiento.
Newton no proporcionó detalles de sus visualizaciones. En opinión del autor de este libro, eso es preferible, ya que los ejercicios de visualización pierden mucha de su efectividad cuando son escritos, ya que deben ser adaptados a cada caso particular. Ahora, (como se verá después) las visualizaciones no son la parte más importante de este tipo de terapia.
En 1982, Newton publicó los resultados de su estudio y clasificó a sus 283 pacientes en tres grupos:
Los Desconocidos, que abandonaron el programa después de tres sesiones. Fueron 121, o el 43%.
Los Inadecuados, que fueron tratado por menos de diez sesiones y en opinión de sus terapeutas, habían perdido el deseo de vivir. Estos fueron 57, o el 20%.
Los Adecuados, que fueron atendidos un mínimo de diez sesiones, de una hora de duración. Totalizaron 105 o el 37%.
Para 1982, el 82% de los Inadecuados habían fallecido. De los adecuados, el 54% estaban todavía vivos, tres veces más, en términos de porcentaje, que los Inadecuados. Dentro de los Adecuados había un subgrupo que o no había recibido tratamiento ortodoxo, o lo había abandonado seis meses antes de ingresar al Centro Newton. De estos, 62% estaban todavía vivos y 9, según sus médicos estaban en “remisión total”.
Newton considera que su logro más importante fue “un incremento significativo de la calidad de vida en todos los pacientes, adecuados e inadecuados”. También señalan sus estadísticas, que los pacientes tratados en este programas vivieron mucho más tiempo (3 y 4 veces más, en meses) y más felices, que el promedio del país.
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Ainslie Meares, psiquiatra en Melbourne, Australia, publicó cinco casos individuales tratados por él: “En algunos cánceres hubo remisión después de meditación intensiva y en ausencia de tratamiento ortodoxo”. La historia de cómo se llegó a esto es larga.
Poco tiempo después de la segunda guerra mundial, Meares comenzó a tratar pacientes de cáncer con hipnosis, para ayudarlos a superar el dolor y la depresión. En esos días, él no tenía idea de que podía, influir en los tumores. Además, Meares había estado en La India y de los yoguis aprendió técnicas para controlar el dolor.
En un artículo escrito para la revista The Lancet, en 1961, Meares dice “… las remisiones inesperadas no encajan dentro de ninguna de las categorías de terapia o análisis, ellas ocurren y en lugar de encoger los hombros y decir que fue simplemente ‘espontáneo’, estoy determinado a encontrar porqué sucedió y para ver si puedo lograr que suceda más a menudo”.
El mecanismo básico en cuestión era lo que él llamó “regresión atávica”, definida como “el proceso mediante el cual la mente deja de funcionar a nivel crítico lógico y se revierte a un modo de funcionar biológico, más primitivo”.
Las facultades de pensamiento lógico y habilidad crítica son relativamente recientes en la evolución humana, notó él, y antes de que emergieran, nuestras mentes operaban a un nivel mucho más simple y primitivo de integración. El problema con muchos pacientes de hoy en día es que no puede detener su facultades críticas o no pueden restaurar el equilibrio entre los hemisferios derecho e izquierdo.
Lo que Meares está sugiriendo es muchas enfermedades modernas son causadas por una excesiva actividad del hemisferio izquierdo y que pueden ser aliviadas y algunas veces totalmente curadas por una buena dosis de inactividad del hemisferio derecho, para restaurar el balance.
Habiendo formulado esta engañosamente simple teoría, el rápidamente se dispuso a trabajar en lo que llamó “algunos experimentos más bien rudimentarios en el ambiente del consultorio”. Su idea era ver si se podía estimular la regresión atávica sin ninguna forma de terapia, ni siquiera hipnosis y con el menor uso posible de palabras. Él quería serenar, silenciar, la mente de los pacientes y no podía hacerlo hablándoles lógicamente, por que si les mantenía la mente activa, hablándoles, frustraba (o anulaba) el propósito del ejercicio.
Entonces lo que hizo fue demostrar la relajación en lugar de enseñarla con palabras. Él llegaría al trabajo en calma y relajado después de una sesión de meditación en el balcón de su apartamento y de un paseo por el parque cercano a su casa. Cuando sus pacientes llegaban, su calma y relajación eran una comunicación muy sugestiva. Escuchaba a sus pacientes describir sus síntomas, diciendo él tan poco como le era posible. Entonces los examinaba físicamente, no, como admite con gran honestidad, para aprender algo sobre el paciente, ¡sino para darle al paciente la oportunidad de aprender algo sobre él! Una vez que el paciente se había acostumbrado a ser tocado y presionado (físicamente) el rapport estaba por buen camino.
Los pacientes entonces se sentaban en sillas muy cómodas y caían en un estado de ensoñación. Meares, quien eventualmente desarrolló su procedimiento de tal manera que podía ver a una docena de pacientes a la vez, hacía su mejor esfuerzo por no tener ninguna comunicación lógica con ellos. Se movía alrededor de la habitación, haciendo eventualmente sonidos de reafirmación o diciendo algunas pocas cosas no estructuradas, sin significado, si un paciente mostraba algún signo de ansiedad. Después de una hora, los pacientes se iban siendo estimulados a llevarse su auto-aprendido método de meditación intensiva para su casa, para que lo practicaran hasta por dos o tres horas diarias, en los casos serios. Esto que hacía Meares es muy similar a lo que hacían los antiguos mesmeristas.
No es sorprendente que los métodos molestaron a sus colegas, Claro, era un hombre que, aunque médicamente calificado, simplemente le decía a sus pacientes que se sentaran y no hicieran nada. Entonces, ¿Cómo es que The Lancet, en lugar de darle el tratamiento que le habían dado a Elliotson, frecuentemente le ofrecían hospitalidad en sus columnas?
Hay dos razones. Una que la base de sus teorías eran mucho más aceptables que las de Mesmer, y él las justifica en varios artículos escritos para revistas médicas y en un libro sobre hipnosis médica. La otra es que algunos de sus colegas sabían que sus métodos funcionaban. Aquí están dos ejemplos:
En 1961 un colega le pidió que viera a una joven mujer que tenía serios problemas mentales y que había intentado matarse más de una vez. Había estado durante varios meses en psicoterapia, narcoanálisis y terapia electroconvulsiva (TEC). Meares trabajó con ella y un mes después su doctor lo llamó y le dijo “Acabo de ver a la paciente que le remití. Está maravillosa. Desde hacía tres años no se había sentido tan bien. ¿La trató sin TEC?
“Si” dijo Meares.
“¿Uno de los nuevos tranquilizantes?”
“No, le dije que no necesitaba tomar medicamentos”
El doctor le preguntó si ella le había dado alguna información que no le había dado a otros psiquiatras. Meares respondió que ella le había dado muy poca información. ¿Entonces la hipnotizó? No, él no había podido hacerlo en el estado en que estaba. El doctor preguntó sobre qué habían hablado, solo para recibir la respuesta de que era muy difícil hablar con ella. El doctor se rindió y dijo “En todo caso, me alegro de que la haya podido ayudar”.
Uno de los casos más interesantes es el de una mujer que tenía cáncer de seno en estado avanzado y ya había recibido quimioterapia. Después de aplicarle regresión atávica, el tumor comenzó a hacerse más pequeño. Meares tuvo que ausentarse por tres semanas y cuando regresó todo estaba mal. La mujer había encontrado una “mejor manera” de meditación, incluyendo una forma de atacar directamente los síntomas y había sufrido una recaída. Meares se las arregló para que la paciente volviera a meditar como él le había enseñado y hubo una segunda repentina e inexplicable remisión. Aunque esta duró 18 meses, desafortunadamente no es el final de la historia. Cuando una amigo le dijo a la señora que un lugar muy distante de su país (Australia) había alguien que aseguraba haber encontrado una nueva cura milagrosa para el cáncer, ella se fue allá y dejó la meditación. Dos semanas después había fallecido.
Una de las observaciones más estimulantes de Meares es que los pacientes que usan su técnica sin ninguna otra forma de tratamiento, tienden a lograr mejores resultados (que aquellos que combinan con quimioterapia o radioterapia).
La quimio y la radio tienden a deprimir el sistema inmunológico, que es precisamente lo que Meares busca fortalecer. Esto no es para afirmar que las terapias convencionales con más o menos efectivas, solo que funcionan de manera diferente. Estas son invasivas, mientras que las suyas son defensivas.
“La dificultades para hacer evaluación estadística, parecen ser insuperables”, me dijo en 1984. “Cuando comencé, intentaba trabajar solo con pacientes que por su cuenta habían decidido no recibir quimioterapia ni radicación. Sin embargo, pronto me di cuenta de que esto podría estar generando demandas no razonables de los pacientes, de tal manera que cada vez fui viendo más pacientes que recibían esos tratamientos, lo cual hace imposible determinar los efectos de la meditación. Sin embargo”, agrega, “hay un pequeño grupo que no ha recibido quimioterapia ni radioterapia y han logrado la remisión de manera muy notable.
Meares, como Newton, encontraron que cuando los pacientes mantienen este tratamiento sobre una base diaria, hay una mejora en su calidad de vida en casi todos los casos. Se sienten mejor y más felices.
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Durante algún tiempo, unos pocos médicos han sentido que la hipnosis directa podría ser usada para combatir el cáncer. En una reunión de la Real Sociedad de Medicina (Inglaterra) en 1981, un distinguido médico hipnotizador (a quien no nombraré, ya que estaba hablando fuera del programa) hizo este comentario en el contexto del trabajo de Meares:
“Esta es una materia con la que yo personalmente me he sentido fuertemente conectado durante muchos años, por esta razón: Hay personas, y me apena decir que yo no soy una de ellas, que pueden influir en crecimientos benignos, en remover verrugas, algo que se ha hecho en brujería desde tiempos antiguos. Pero en el campo de la hipnoterapia muchas personas tienen bastante maestría en remover verrugas. Ahora, si se puede influir en crecimientos benignos, yo siempre he sentido en mi corazón que de una manera o de otra algo debería ser posible en el campo de la malignidad”.
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El Dr. Richard Newman, médico general en una zona rural del sur de Inglaterra, trató siete casos de cáncer terminal, con hipnosis, en 1983. Todos fallecieron, pero en cuatro casos el Dr. Newman fue capaz de mejorarles la calidad de vida.
La quinta paciente era una joven de 21 años con leucemia, que requería de transfusiones diarias para mantenerla viva. Después de comenzar la hipnosis requirió solo de una transfusión adicional. Su hemoglobina y sus conteos sanguíneos retornaron a lo normal, pero sus plaquetas permanecían bajas y el doctor no las podía corregir. Desafortunadamente, la muchacha se mudó, le hicieron transfusión de plaquetas no compatibles y falleció.
La sexta paciente tenía un masivo cáncer de seno, extendido a la columna. Ambos tumores retrocedieron al tratarla con hipnosis hasta un cuarto de su tamaño original, cuando cayó en coma y falleció. Posteriormente se encontró que también tenía un tumor en el cerebro, que no había sido identificado.
La séptima paciente, de 83 años, estaba muriendo de carcinomatosis (múltiples tumores epiteliales malignos). La desahuciaron y la mandaron a su casa. Ella estaba cansada de las visitas nocturnas para inyectarle morfina y el Dr. Newman hizo el intento de controlar el dolor con hipnosis (el Dr. Newman señala que en ese momento tenía poca experiencia en el asunto).
En una sola sesión el dolor disminuyó. Las sugestiones fueron combinadas con una rutina para mejorarle el ego y por alguna razón el doctor le dijo en una de las inducciones que en tres meses estaría caminando por la playa. Los tumores disminuyeron y en tres meses estaba lo suficientemente bien como para caminar. Falleció dos años después de un infarto.
El Dr. Newman concluye “Al parecer la mente puede ser enseñada a enfrentarse a cualquier problema que ella entienda, pero la dificultad reside en formular las sugestiones que sean apropiadas para los problemas de los cuales el paciente o el doctor no tienen conciencia”.
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No tengo manera de saber (dice el autor del libro) cuántos médicos más han tratando cáncer con hipnosis. Yo he aprendido de los casos aquí relatados. Al menos otro ha publicado casos similares.
En 1969 el Dr. Howard B. Miller leyó un trabajo de investigación en la convención de la Sociedad Americana de Hipnosis Clínica, titulado “Emociones y Malignidad” en el cual estableció que “la hipnosis y la psicoterapia pueden ser usados como agentes terapéuticos directos en el tratamiento de enfermedades orgánicas y no meramente relegados al papel de tranquilizador psíquico”.
Un detalle interesante a notar es que en dos de sus casos, el tumor comenzó a disminuir mientras al paciente se le daba hipnosis para cualquier cosa (no específicamente para el tumor).
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Si los pensamientos de un hipnotizador pueden influir directamente en el sujeto, entonces un nuevo modelo de hipnosis comienza a emerger, uno que nos forzará a una muy drástica revisión de los conceptos mente-cuerpo.
Fuente:
Libro “Si Esto es Magia: El Poder Olvidado de la Hipnosis”
Autor: Guy Lyon Playfair
Capítulo 4: La Sta. Barber está curada.
NOTA: Tomar en cuenta que este libro fue publicado en 1985.
Resumen y Traducción: Pedro Henríquez