ESQUIANDO A MEDIADOS DE JUNIO DE 2013
Cristina y Javier dijeron: “Este año es excepcional de nieve, todavía podemos esquiar más”. Por qué no empezar a amortizar la inversión que hemos realizado hace un par de semanas en material de esquí de montaña.
¡Y de nuevo con los trastos a cuestas!
A las 16h del 14 de junio de 2013, Cristina, Javier “sangarcia”, José Ángel y yo pusimos rumbo a los Pirineos, Benasque.
Objetivo: Ascender a la cumbre más alta de la cordillera con esquís y descender con ellos puestos hasta lo más abajo posible.
En un cómodo viaje fuimos los cuatro en el cochazo de José Ángel. A las 22h estábamos en Benasque tomando posesión del apartamento donde dormiríamos dos noches, Apartamentos Petronila. Ya los conocíamos de otras veces, son amplios, con buenas vistas y de un coste asequible.
Después de tomar unas cervezas y comer algo de lo que habíamos llevado, ¡a la cama!, teníamos que descasar, lo íbamos a necesitar.
A las 6,30h del sábado 15 “diana”, ¡qué madrugón!, pero era necesario.
Como somos muy bien mandados, aparcamos donde nos indicó la autoridad, y como consecuencia sumamos una hora más a nuestro recorrido.
La climatología se presentaba favorable para la “aventura”, nubes altas con grandes claros y viento moderado, ideal para que nuestros cuerpos no sufrieran en demasía.
El Pirineo, en esas fechas, se encontraba en pleno deshielo, en los días anteriores había habido fuertes tormentas de agua que influyeron aún más en ese proceso. ¡Cómo bajaba el Río Esera y todos los arroyos que le forman!. El sólo hecho de contemplar el espectáculo del agua hubiera justificado la excursión.
Pero nuestro objetivo era realizar la última esquiada de la temporada.
Hasta ponernos los esquís anduvimos por los Llanos del Hospital y el Plan d’Están llegando a la Besurta. A los que nos gusta la montaña este tramo forma parte importante del disfrute de la “aventura”. La ruta transcurre por un bellísimo valle, con praderas verdísimas, cubiertas de multitud de flores de todos los colores, de arroyos de agua cristalina que cuando descienden por las empinadas laderas aparentan ser “chorros de leche”, las altas cumbre que le forman cargadísimas de nieve. Un espectáculo.
¡A lo que hemos venido!. Nos calzamos los esquís y comienza el foqueo (subir por la nieve con esquís ayudados de pieles de foca sintética). A la media hora pasamos por el emblemático refugio de la Renclusa. Hay mucha nieve, la visibilidad es extraordinaria y se observa la larguísima y empinada ladera que asciende hacia el glaciar de la Maladeta, y que debemos subir, ¡pero sólo hasta el Portillón Superior!, ¡qué ya está bien!, ¡qué “subidón”!. Se hace duro pero es gratificante; según se gana altitud el paisaje es sublime.
Un descanso en el paso del Portillón. Estuvimos con un pelotón de soldados de montaña que estaban dando apoyo logístico a un club de montañeros, sus socios habían subido un pilar a la cumbre y sobre él colocaron a la Virgen del Pilar. Después de un reparador descanso y algunos alimentos energéticos continuamos el recorrido. Ayudados de una cuerda fija, que la Guardia Civil de Montaña había instalado, descendimos el empinado y corto tramo hasta llegar a la gran cuenca glaciar del Aneto.
Otra vez la palabra “grandioso”, la “postal” no podía ser más bella.
Con un avanzar cansino pero sin pausa y disfrutando enórmemente del recorrido llegamos al Collado de Coronas, otra parada, agua y galletas de chocolate, queda poco y hay que llegar “enteros” y con fuerzas. La pendiente se vuelve exigente, los giros en subida rabiosamente duros, pero conseguimos llegar hasta el Paso de Mahoma con los esquís puestos, ¡¡bravo!!.
Estábamos solos, todo el Aneto para nosotros, los Pirineos a nuestros pies. Sólo quedaba cruzar la temida y aérea cresta rocosa del Paso de Mahoma, ¡y lo hicimos!, José Ángel fue el primero. No le podíamos dejar solo en la cima, ¿y si le daba por quedarse a vivir en ella?, era una tentación, y ¡tenía las llaves del coche!, no nos quedó más remedio que ir a acompañarle y hacernos la “fotocumbre”.
EL BAJADÓN. Seis horas desde que dejamos el coche y ahora……….EL BAJADÓN. ¡Qué esquiada!, ¡qué nieve!, calidad primavera, no “suprema” pero si buena, se dejaba esquiar perfectamente. La gozada fue indescriptible. Más de 1.300 m de desnivel. Mil giros, largas diagonales, fuertes pendientes, puentes de nieve (éstos con mucha precaución)….la “quintaesencia” del esquí. Nos quitamos las tablas en Aigualluts, ¿conocéis el lugar?, id inmediatamente, debería ser declarado Monumento Natural Patrimonio de la Humanidad.
La pradera de Aigualluts estaba inundada en gran medida. Unos conseguimos acceder a las zonas secas usando las botas de esquí como si fueran katiuskas, Jose prefirió descalzarse y refrescarse los pies ¡que os lo cuente!.
La hora y media que tardamos en llegar al coche espero que perdure en mi memoria. Cansados pero relajados, con todas las sensaciones vividas intactas, descendiendo con nuestros esquís en las mochilas por bellísimos caminos entre bosques de pino negro, matas de rododendros, bordeando lagos recién formados, con una luz inmensa, y las nubes de “algodón” emergiendo del gran Macizo del Perdiguero.
Esta ha sido la preciosa “aventura” que he tenido la suerte de compartir con mis grandes amigos, Cristina, Javier y José Ángel.
Hasta la próxima, esquiando, andando, en bici, escalando o tomando unas cañas, ¡pero que sea pronto!