¿Y pedir perdón?


¿Acaso soy yo, Señor?

Tiempo de lectura: 6 min

#Perdón  #Dolor  #Sufrimiento  #Humildad  #Soberbia  #Confianza  #Evangelio  #Jesucristo

Mt 26, 21-23

Al anochecer se recostó a la mesa con los doce. Y cuando estaban cenando, dijo:

—En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.

Y, muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno:

—¿Acaso soy yo, Señor?

Pero él respondió:

—El que moja la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar.

Jesús, me da mucha pena saber que puedo decepcionarte. Yo no quiero traicionarte. Ojalá pueda decir como san Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. ¡Quiero quererte! Ayúdame.

Una vez leí el salmo 138 que dice: Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. 

No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco. 

¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias, porque me has escogido portentosamente, porque son admirables tus obras; conocías hasta el fondo de mi alma, no desconocías mis huesos. 

No hay nadie que me quiera más que Tú, Señor. Ni nadie que me conozca tanto como Tú. Haz que siempre te escuche, que no me obsesione en el mal. Hoy leo la traición de uno de tus hijos. A pesar de los detalles que tuviste con Judas, el rechazó tu amor. El golpeteo de las monedas en la bolsa le iban hipnotizando y endureciendo el corazón. Poco a poco, fue aprovechándose de las monedas y la codicia no le dejaba ver la realidad. Un día decidió traicionarte por 30 monedas de plata. ¡A ti, Dios mío! ¡Tú que eres mi Creador, mi Padre, mi Redentor!

Quizá Judas pensaba que sólo sería un momento. Quizá pensó para sus adentros: ok! bien... delato a Jesús, consigo las monedas, luego Jesús se escapa como siempre y todo sigue igual. Perfecto... podría pensar. 

Pero Jesús, veo que sus deseos no le permitían ver la realidad que se avecinaba. Al ver a los soldados con antorchas, cuerdas y espadas quizá Judas pensaba que serían para coger mejor las aceitunas de los olivos. Bufff! Pues así de ingenuo soy yo también...  

Pero, Jesús, perdóname. Tu no dejes de darme opciones de conversión, porque sabes todo el bien del que somos capaces junto a Tí. 

Me contaron que en una ocasión el Santo Cura de Ars recibió a un aldeano quien como de costumbre confesaba sus culpas. En un momento el penitente escuchaba sollozos contenidos del otro lado del confesionario. Este preguntó al Santo Cura por el motivo de las lágrimas, ¿por qué llora usted? A lo que Juan María Vianney respondió: “lloro porque tú no lloras”.

Veo, Jesús, que sufres cuando me ves triste por el pecado. Cuando no soy consciente del daño que me hago. El pecado me quita la alegría. Porque nos has hecho para ser felices haciendo felices a los demás. La traición siempre empieza poco a poco con una pequeña mentira. El corazón se enfría y endurece, me cuesta contar mis faltas, me escondemos y justifico. El pecado va sedando poco a poco y la anestesia hacia el amor es cada vez más fuerte. Tú, Señor, me quieres y sufres por mí. 

Posiblemente, Tú, Jesús, le diste múltiples opciones... Quizá hasta hablaste con Él y le pudiste decir (quizá solamente con una mirada)... ¡Judas yo te elegí, yo te conozco, déjate ayudar! Si Tú quieres puedo perdonar tus traiciones, tus faltas y devolverte la alegría. 

Pero ya se ve que Judas ya no escuchaba, estaba ya "sordo" (espirtualmente) porque a soberbia le ha vuelto loco y se ha quedado "sordo".  

Lo que más te dolería, Jesús, es que Judas pensara que ya no había solución. Que Tú, Jesús, ya no serías capaz de perdonarle y amarle. 

Jesús, gracias por confiar en mí, gracias por esperarme siempre ¡Nunca es tarde para pedir perdón!

Leí en algún lado que un día confesaba el Papa Francisco cuando era obispo en Buenos Aires. El  entonces Bergoglio después de un buen rato, por fin, salía por el pasillo y se encontró con una anciana que le detuvo y le dijo si podría confesarla. Él bromeo diciendo: ¿Y si Dios no quisiera perdonarla? La anciana respondió ¡eso es imposible! El futuro Papa reaccionó añadiendo: y ¿cómo está tan segura? La sabia anciana contestó: si no existiera el perdón, hace tiempo que el mundo ya habría desaparecido. 

¡Qué bien tirado!

María, refugio de los pecadores... Haz que yo vuelva siempre a tu Hijo, Jesús. ¡Gracias!

Negado tres veces

Tiempo de lectura: 6 min

#Perdón  #Arrepentimiento  #Dolor  #Pecado  #Humildad  #Sinceridad  #Confianza  #Evangelio  #Jesucristo

Jn 13, 33. 36-38

«Hijos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como les dije a los judíos: «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir», lo mismo os digo ahora a vosotros. (…) 

Le dijo Simón Pedro:

—Señor, ¿adónde vas?

Jesús respondió:

—Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde.

Pedro le dijo:

—Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.

Respondió Jesús:

—¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.»

Jesús, quiero hablar Contigo en este rato de oración sobre la historia de Simón Pedro. Yo sé que era un pescador del mar de Galilea, un tío fuerte y de carácter enérgico, que tenía unas manos como sartenes, curtidas de tanto trabajar con las redes. Es decir, san Pedro te daba un sopapo y te dejaba tieso. A ese pescador de gran corazón y gran fortaleza, lo llamaste para ser Apóstol tuyo, es decir, para que fuera tu discípulo. Después lo nombraste líder de los Apóstoles y se convirtió en el primer Papa de la historia. La verdad que no entiendo cómo pudiste elegirle como primer Papa a pesar de que era un gran pecador. Aunque si lo pienso un poco, creo que yo también soy un gran pecador y aún así aquí me tienes hablando contigo. Jesús, quiero aprovechar este rato de oración para pedirte perdón por mis pecados. 

Como te decía antes, Jesús, quiero hablar contigo sobre san Pedro. Resulta que en el momento de la Última Cena estabas con tus discípulos y sucedió algo muy especial. Quiero imaginarme ahora que yo estoy presente en ese momento. Me pongo cerca de Ti y cerca de san Juan. Está también ahí san Pedro, Judas, Mateo y toda la tropa. Por unos momentos, paras tu mirada en mí y me sonríes. Yo disimulo para que no se me salten las lágrimas, porque creo que no soy digno de que Tú me mires con tanto cariño. Después miras un poco a todos y dices las siguientes palabras: “Ya poco tiempo voy a estar con vosotros. Vosotros me buscaréis, y, lo mismo que les dije a los judíos, que adonde yo voy, vosotros no podéis venir…” La verdad que no he entendido nada de estas palabras, pero por suerte está ahí san Pedro y toma la palabra para preguntarte: «Señor, ¿a dónde vas?» Y Tú, Jesús, le respondes: «Adonde yo voy no puedes seguirme ahora; me seguirás más tarde.» 

A punto estoy de lanzarme y decirte si yo te puedo seguir, cuando de pronto san Pedro insiste «¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.» Jesús, este tío me ha leído el pensamiento. Yo también estoy dispuesto a dar mi vida por ti. Bueno, en realidad me da un poco de miedo, pero la verdad es que, si lo pienso en serio, creo que sí que daría mi vida por ti. Se nota que te han gustado las palabras de san Pedro, pero de repente tu rostro se ha puesto triste y le dices: «¿Que darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: no cantará el gallo antes que tú me hayas negado tres veces.» Se produce un silencio incómodo. Todos miramos a san Pedro, pero él no se viene abajo y te vuelve a decir “Yo moriré por ti”. 

¿Qué es lo que pasó después? Que san Pedro te negó tres veces. Allí, en el día de tu muerte, cuando más le necesitabas, san Pedro se vino abajo. Me doy cuenta, Jesús, de que yo muchas veces también me avergüenzo de Ti delante de mis amigos y te quiero pedir perdón. Me doy cuenta de lo que supuso para san Pedro ese momento. Él negó ser amigo tuyo. ¡Me imagino perfectamente la situación! Si yo pudiera salvar a mi mejor amigo, que es inocente, y le estuvieran acusando de cosas injustas, me enfrentaría al resto de gente. Pero al mismo tiempo san Pedro sabía que se estaba jugando la vida y tuvo miedo. 

Por eso, san Pedro te dejó ahí tirado y me imagino su dolor. ¡Te dejó solo! A pesar de que eras su mejor amigo, a pesar de que había dado su vida por seguirte…Señor, cuántas veces te he traicionado yo también y te he dejado solo. Ahora me doy cuenta del horror que supone cometer un pecado. Es como volver a llevarte al Calvario, es como si te insultara el día de tu Pasión, o como si te flagelara o como si te coronase de espinas, o peor todavía, como si te clavara los clavos en tus manos y en tus pies. Jesús, solo de imaginarme clavándote a la cruz me entran escalofríos. Que yo no quiera ofenderte nunca más, que jamás te vuelva a escupir, insultar o azotar con mis pecados. 

Entiendo ahora las lágrimas de san Pedro. Había dejado solo a su mejor amigo, había dejado que te mataran y había negado conocerte. Menos mal que existe la confesión. ¡Gracias! Menos mal que san Pedro te pudo pedir perdón, porque si no yo creo que se habría vuelto loco. En el evangelio aparece que el momento en el que san Pedro te pidió perdón por ese pecado. Fue después de que Tú resucitaras. Te acercaste a san Pedro y le preguntaste tres veces: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Y san Pedro respondió tres veces: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Esas palabras tan bonitas se han quedado en la confesión para que yo te las diga cada vez que me pongo de rodillas para pedirte perdón. Pero, ojalá yo las diga con el mismo arrepentimiento con te las dijo san Pedro: “Jesús, Tú lo sabes todo. Tú sabes que te quiero.”




© 2023  SER CRISTO DÍA A DÍA    + + +    sercristodiaadia@gmail.com