¿Ser fiel? ¿Es una broma?


Lo depositó en un sepulcro...

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#Cruz  #Dolor  #Sufrimiento  #Fidelidad  #Confianza  #Fe  #Evangelio  #Jesucristo  #VirgenMaría

Mc 15, 42-47 + Jn 19, 25-27

Y ya al atardecer, puesto que era la Parasceve —es decir, el día anterior al sábado—, vino José de Arimatea, miembro ilustre del Consejo, que también él esperaba el Reino de Dios, y con audacia llegó hasta Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. Pilato se sorprendió de que ya hubiera muerto y, llamando al centurión, le preguntó si efectivamente había muerto. Informado por el centurión, le dio el cuerpo muerto a José. Entonces éste, después de comprar una sábana, lo descolgó y lo envolvió en ella, lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María la de José observaban dónde lo colocaban.

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Estaban junto a la cruz de Jesús su madre y la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, le dijo a su madre:

—Mujer, aquí tienes a tu hijo.

Después le dice al discípulo:

—Aquí tienes a tu madre.

Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa.

Jesús, estás hoy (Sábado Santo) en el sepulcro. Te han colocado con cariño en aquel lugar, propiedad de José de Arimatea, cerca del Calvario. Lo que me pregunto es dónde estarán los apóstoles… No dicen nada los evangelios pero… ¡qué bajón y cuánto desánimo habría en sus conversaciones! Es muy fuerte. Te habían traicionado. ¡Sí, perdón, Jesús! Yo también. Perdóname.

¡Qué momentos más duros! Ellos han desaparecido. Ocurre algo muy diferente en las santas mujeres: han sido fieles a Ti hasta el último momento. Han observado atentamente cómo quedaba todo para poder volver y terminar de embalsamarte. Es comprensible el desaliento y el bajón de unos y otros: no sabían ni los apóstoles ni ellas, de tu próxima resurrección. A pesar de todo, no quieren dejar de prestar ese servicio. Su cariño es más fuerte que la muerte. Ojalá el mío sea así también.

También me gustaría ser tan valiente como José de Arimatea y como Nicodemo, que… en la hora de la soledad, del abandono total y del desprecio... entonces dan la cara por Ti. ¿Y yo? Cuando casi nadie espera nada de Cristo, todos estos personajes de la Escritura no se encogen de hombros. No tienen nada que ganar, pueden perderlo todo, pero igualmente quieren ofrecerte su cariño, Jesús.

Además, hoy, Sábado Santo no puede ser para ti, Virgen María, un día triste. Porque la tristeza no tiene cabida cuando uno vive cerca de Dios, me enseñaron hace años. Aunque sí sería un día doloroso. Quiero consolarte, aunque quizá es al revés…

Tendrás dolor, pero a la vez mucha paz. Es compatible. Porque tú, Virgen María, sabes esperar con serenidad la Resurrección porque tienes fe, esperanza y un amor total por Tu Hijo. Enséñame.

¿Por qué no estás triste, Virgen María? Quizá porque no te paras a pensar en tu dolor… en cómo te encuentras llena de dolor… (que creo que es bastante comprensible porque duele perder a alguien tan querido…) Podrías pensar: “a ver, soy la madre…”. No. Quizá… has recordado, las últimas palabras de Jesús: “Mujer, aquí tienes a tu hijo.”  

¡Claro! Ya empiezas a ejercer tu maternidad con aquellos hombres y aquellas mujeres que habían seguido a Cristo desde los primeros tiempos y… ¡también conmigo!

Quizá como le dijiste al indito Juan Diego en Guadalupe (México)… “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” O como en Fátima… En la aparición de junio, que presentaste tu Corazón Inmaculado como “el refugio y el camino que […] conducirá hasta Dios.”

¡Olé! ¡Cómo me gusta! ¡Madre mía! Me encanta llamarte Madre. Seguro también tratarías de reanimar la fe y la esperanza de los apóstoles, recordándoles las palabras que poco tiempo atrás habían oído de labios del Señor: “Se burlarán de Él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero después de tres días resucitará”. 

Madre mía, Tu Hijo habló bien claro para que, cuando llegasen los momentos de dificultad, supiésemos agarrarnos con fe a Su Palabra.

Junto al recuerdo doloroso de los sufrimientos padecidos por Jesús, un alivio grande se apoderaría de tu corazón de Madre al pensar que ya había pasado todo: “Se ha cumplido la obra de nuestra Redención. Ya somos hijos de Dios, porque Jesús ha muerto por nosotros y su muerte nos ha rescatado”. 

Quiero apoyarme en ti, Madre mía, sobre todo cuando las cosas cuestan, cuando llegan las dificultades y los momentos de oscuridad, de bajón... Dame luz con tu fe, esperanza y amor. Al final, me consuelas tú a mí. ¡Gracias!

Dios mío, Tú quieres que Ella, Tu Madre sea para nosotros abogada… ¡Madre! Y camino seguro para encontrar otra vez la luz en los momentos de oscuridad. Con la Madre de Dios y mi madre es más fácil ser fiel. Acudiré a Ella. La llamaré gritando entonces como un niño: ¡Mamááááá!

Yo daré mi vida por ti

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#Fidelidad  #Confianza  #Pecado  #Entrega  #AmordeDios  #Caridad

Jn 13, 33-38

Hijos, todavía estoy un poco con vosotros. Me buscaréis y como les dije a los judíos: «Adonde yo voy, vosotros no podéis venir», lo mismo os digo ahora a vosotros. Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros. Como yo os he amado, amaos también unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor unos a otros.

Le dijo Simón Pedro:

—Señor, ¿adónde vas?

Jesús respondió:

—Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, me seguirás más tarde.

Pedro le dijo:

—Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti.

Respondió Jesús:

—¿Tú darás la vida por mí? En verdad, en verdad te digo que no cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.

Conforme me voy adentrando en tu Pasión, Jesús,  que me conoces y me amas, me relatas la traición de Judas y también la debilidad de Pedro. 

A lo largo de mi vida voy experimentando mi fragilidad. Tengo grandes deseos pero cuando dejo de mirarte, Jesús, y pierdo de vista el amor se remueven los cimientos de mi existencia. 

Pedro te negará a Jesús. Tú ya le has avisado y parece que podría evitarlo. Sin embargo, el pecado nos envuelve, y acorrala; el miedo y la cobardía se apoderan de nosotros. Pedro solo es muy frágil. En lugar de confiar en sí mismo, podría haberte pedido que le ayudases a ser fiel, a reconocer la tentación. 

Jesús, que sepa reconocer las tentaciones, que tenga sensibilidad interior para escuchar esos "gallos" que me envías (se trata de una metáfora de la vida interior, ya me entiendes, Jesús...). Muchas veces tras haber sucedido algo que me entristece resuena en mi corazón ese consejo que me advertía no ir por allí. 

El gallo despertará la conciencia tibia de Pedro. No quería aceptar los regalos divinos. Quería conformarse con ser aceptado, alabado, querido, apreciado... sin distorsionar la vida de nadie. ¿Es posible iluminar el mundo sin dejarse encender la luz interior? Intentó conformarse con su entorno y sus planes de redención pactando con la mediocridad, la simpleza, la violencia, pero no por la fuerza del amor. El gallo le hizo caer en la cuenta de que el único modo de vencer el mal es con el bien, la violencia con el perdón, la mentira con la verdad, el egoísmo con la generosidad, el odio con el amor. 

Cuántas veces he sido un poco Pedro y el gallo. Miedoso al ambiente, a lo establecido, a las estructuras, a lo que hacen o dicen los demás. Prefiero muchas veces quedar bien antes que hacer el bien. Pero sé Señor que “hacer el bien” es quedar siempre bien, aunque pase por momentos donde parezca que no. Las tentaciones me llevan como un gallo orgulloso de levantar la "cresta" vanidosa. Jesús, que sepa escuchar al gallo. ¡Despierta mi conciencia! 

Pedro más tarde llorará porque Tú, Señor, sigues confiando en él, sus ojos se llenarían de lágrimas y en su corazón pedirá perdón y buscaría auxilio en Ti, Madre mía. 

Esto me llena de esperanza: saber que, a pesar de que ahora te negará, llegará a ser el primer Papa de la historia. Señor, Tú lo sabes todo, tu sabes que te quiero. Uno no da la vida por lo que duda. Pedro me hace ver que el amor de Dios y su vida en nosotros es una verdad por la que vale la pena dar la vida. Y ahora, veinte siglos más tarde puedo ver cómo su corazón sigue vivo, encendido, y llena de luz el mundo de hoy. Sí, con esa fidelidad a Ti, Jesús. Tú que eres la luz del mundo. 

¡Madre mía, ayúdame!

El Evangelio cuenta que estaba recostado en tu pecho, Jesús, uno de tus discípulos, a quien Tú amabas. 

Se nota que San Juan tiene una especial sintonía Contigo, Señor. Él también intuye el final. Me da a entender que San Juan, el más joven de los discípulos, era el único que en esas circunstancias comprendía Tu Corazón, Jesús. Como si su corazón latiera al unísono con el Tuyo. De hecho, será el único apóstol en acompañarte en su Pasión. 

Como San Juan yo también quiero recostar mi cabeza en sobre su corazón. Como los mártires quiero con mi vida dar a conocer tu vida. Con la ilusión de los que comulgan por primera vez, así te quisiera recibir yo. Las estrellas iluminan el azul de cielo, los sagrarios iluminan el mundo entero. San Juan se apoderó del corazón de Dios, ¿y tú? En la Eucaristía el Señor nos da su mismo corazón. Un manantial de amor que nunca cesara de fluir. Sin la Eucaristía no habría felicidad en el mundo.

Señor, que mi corazón vaya a tu ritmo. Que como San Juan yo no te abandone y viva esta pasión tuya en el hoy de la historia. No dejes que me separe de ti, acompáñame siempre Virgen María.   


Recostado sobre el pecho de Jesús

Tiempo de lectura: 4 min

#Fidelidad  #Confianza  #SagradoCorazón  #Entrega  #AmordeDios  #Caridad

Jn 13, 21-32

Cuando dijo esto Jesús se conmovió en su espíritu, y declaró:

—En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar.

Los discípulos se miraban unos a otros sin saber a quién se refería. Estaba recostado en el pecho de Jesús uno de los discípulos, el que Jesús amaba. Simón Pedro le hizo señas y le dijo:

—Pregúntale quién es ése del que habla.

Él, que estaba recostado sobre el pecho de Jesús, le dice:

—Señor, ¿quién es?

Jesús le responde:

—Es aquel a quien dé el bocado que voy a mojar.

Y después de mojar el bocado, se lo da a Judas, hijo de Simón Iscariote. Entonces, tras el bocado, entró en él Satanás. Y Jesús le dijo:

—Lo que vas a hacer, hazlo pronto.

Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió con qué fin le dijo esto, pues algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta», o «da algo a los pobres». Aquél, después de tomar el bocado, salió enseguida. Era de noche.

Cuando salió, dijo Jesús:

—Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él, también Dios le glorificará a él en sí mismo; y pronto le glorificará.

Jesús, el Evangelio cuenta que estaba recostado en tu pecho uno de tus discípulos, a quien Tú amabas: Juan. 

Se nota que san Juan tiene una especial sintonía Contigo, Señor. Él también intuye el final. Me da a entender que San Juan, el más joven de los discípulos, era el único que en esas circunstancias comprendía Tu Corazón, Jesús. Como si su corazón latiera al unísono con el Tuyo. De hecho, será el único apóstol en acompañarte en su Pasión. 

Como San Juan yo también quiero recostar mi cabeza en sobre su corazón. Como los mártires quiero con mi vida dar a conocer tu vida. Con la ilusión de los que comulgan por primera vez, así te quisiera recibir yo. Las estrellas iluminan el azul de cielo, los sagrarios iluminan el mundo entero. San Juan se apoderó del corazón de Dios, ¿y tú? En la Eucaristía el Señor nos da su mismo corazón. Un manantial de amor que nunca cesara de fluir. Sin la Eucaristía no habría felicidad en el mundo.

Señor, que mi corazón vaya a tu ritmo. Que como San Juan yo no te abandone y viva esta pasión tuya en el hoy de la historia. No dejes que me separe de ti

Acompáñame siempre, Virgen María.   





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