¿Qué sentido tiene todo lo que me sucede?

La fuerza del Amor

Tiempo de lectura: 5 min

#Jesucristo  #FiliaciónDivina  #Fe  #Esperanza #Caridad  #AmordeDios  #Misericordia

Jn 15 9-17

Como el Padre me amó, así os he amado yo. Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea completa. 

Éste es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; a vosotros, en cambio, os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he hecho conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca, para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Esto os mando: que os améis los unos a los otros.

¡Muchas gracias, Jesús! 

No es difícil, con la gracia y la fe que me das, creer, así en general, que me quieres; además si me paro un poco a recordar, podría enumerar muchas cosas buenas que me has regalado.

Muchas veces mi me falta fe. Porque si Tú  me amas en todo momento, en las situaciones que tengo de agobio, de cansancio, de contrariedad, de mi experiencia viva de la miseria, incluso en el mismo pecado —a pesar de él y con él—, ¿por qué me inquieto? ¿por qué pierdo la paciencia?

Si verdaderamente creo me amas, si creo en el amor que me tienes, ¿qué más quiero?, ¿qué más puedo echar en falta?

Por eso, ahora en el silencio de la oración, en la presencia de Dios, ante tu mirada misericordiosa, aprovecho para agradecerte tantos beneficios que me concedes. ¿Y porqué? Porque te da la gana quererme tanto. Gracias, por tu amor y tu fidelidad.

Y cuando llegue la contradicción, o la injusticia, o una situación en la que pierda la paz y la alegría porque no me he abandonado en ti, que recurra con fe, como hicieron los apóstoles: ¡Señor, auméntame la fe… en el amor que Tú me tienes!

Así, con San Pablo podré vivir y experimentar ese “Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” ¡Gracias, Señor! Porque la fuerza de tu amor es más fuerte que cualquier otra cosa.

Madre mía, Inmaculada. Te pido que cuides mi fe para que no se me olvide cuánto me quiere mi Dios, que es mi Padre.

¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!

Tiempo de lectura: 7 min

#Jesucristo  #FiliaciónDivina  #Confianza  #Dificultades  #Fe 

Mt 8, 18-22

Se subió después a una barca, y le siguieron sus discípulos. De repente se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Se le acercaron para despertarle diciendo:

—¡Señor, sálvanos, que perecemos!

Jesús les respondió:

—¿Por qué os asustáis, hombres de poca fe?

Entonces, puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma. Los hombres se asombraron y dijeron:

—¿Quién es éste, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Jesús, veo que a mí me pasa muchas veces como a los discípulos, en vida también hay "tormentas" y "tempestades". Quizá no macro-dolorosas… pero sí tempestades que me llevan a “cansarme”… y a veces me pregunto si tiene sentido... Las tempestades de mi vida son mis miserias y caídas, mis derrotas y fracasos. También  reo que voy dándome cuenta que la enfermedad y el sufrimiento, sacan a la luz nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad: que somos débiles, imperfectos. Soy así: tengo límites.

Y a la vez, todo esto deja al descubierto dónde pongo mis seguridades. Leyendo el Evangelio, creo que el problema de los discípulos es que se habían dejado atemorizar por esa tempestad, tenían miedo y se habían dejado envolver por ese miedo. 

Con frecuencia, me ocurre lo mismo que, a pesar de que estabas con ellos, parece como que "no estás". Ante las tormentas de la vida, puedo tener una actitud del que espera la intervención continua, constante de un Dios que es invasivo. O bien, tener una actitud de fe, de confianza.

Tú, Jesús, me pides madurez interior: pasar del niño que se queja y se enfada (porqué me tiene que pasar esto a mí…) porque parece que su padre no le hace caso, al niño que confía, que se abandona en los brazos de su padre.

Jesús, dame esa confianza total en Dios Padre. Siempre está en la barca.

En mi vida sucede lo mismo que a un niño que aprende a caminar. Un paso, otro, se cae, se levanta... Siempre bajo la atenta mirada de su padre, que le anima, le levanta, pero no le lleva en brazos a todas partes para que no sufra.

Jesús, que en "mis tempestades", acuda a Ti y me refugie en Ti, porque siempre estás a milado, pero no tanto para que sea para que quites esa tempestad, sino para que me ayudes a crecer, a madurar. Que vaya aprendiendo a vivir. Y a vivirlo Contigo.

Que no me pregunte como un niño pequeño: ¿por qué me pasa esto? sino ¿para qué me pasa esto? ¿Qué puedes querer de mí, Dios mío? ¿Qué quieres que aprenda de esta situación o de esta persona que es como un trueno para mis oídos...? 

Si ocurre es porque Tú lo permites y si lo permites... como sé que eres un Padre Bueno, querrás sacar algo bueno y para que aprenda… Ayúdame a verlo y quererlo como Tú lo quieres.

Enséñame, Madre mía, a fiarme siempre de Dios Padre que quiere siempre lo mejor para mí.

Ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer

Tiempo de lectura: 6 min

#Jesucristo  #Paciencia  #Confianza  #Dificultades  #Fe  #AmordeDios

Mc 8, 1-10

En aquellos días, reunida de nuevo una gran muchedumbre que no tenía qué comer, llamando a los discípulos les dijo:

—Me da mucha pena la muchedumbre, porque ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer; y si los despido en ayunas a sus casas desfallecerán en el camino, porque algunos han venido desde lejos.

Y le respondieron sus discípulos:

—¿Cómo podrá alguien alimentarlos de pan aquí, en un desierto?

Les preguntó:

—¿Cuántos panes tenéis?

—Siete —respondieron ellos.

Entonces ordenó a la multitud que se acomodase en el suelo. Tomando los siete panes, después de dar gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los distribuyeran; y los distribuyeron a la muchedumbre. Tenían también unos pocos pececillos; después de bendecirlos, mandó que los distribuyeran. Y comieron y quedaron satisfechos, y con los trozos sobrantes recogieron siete espuertas. Eran unos cuatro mil. Y los despidió.

Y subiendo enseguida a la barca con sus discípulos, se fue hacia la región de Dalmanuta.

En este Evangelio, Jesús, dices que sientes compasión por la gente, por cada uno.

Me ayuda mucho saber que Tú, Jesús no me miras con expectación. No esperas nada de mí. Sino que me miras con compasión. No quieres algo concreto de mí, sino sólo que me tome en serio "mi hambre y mi sed":

"Ya llevan tres días conmigo y no tienen qué comer; y si los despido en ayunas a sus casas desfallecerán en el camino, porque algunos han venido desde lejos.".

¿Qué puedes esperar, Jesús, de mí? Si acaso… que no deje de tener esa hambre y esa sed de amor, de comprensión, de esperanza, de sentido, de justicia, de perdón. Todo lo que hace que mi vida se sostenga es lo que Tú, Jesús, quieres darme. 

En este sentido, el milagro de la multiplicación de los panes y los peces veo que no es un “truco de magia” en plan: “nada por aquí, nada por allá y… voilà!  No, en realidad te tomas muy en serio de mis necesidades más verdaderas y profundas. 

En Lourdes, donde te apareciste Tú, Madre mía, se representa precisamente eso: que Dios se toma muy en serio el sufrimiento de millones de enfermos que acuden allí.  Allí todos los que van se sienten tomados en serio en su sufrimiento. 

Tú, Virgen María es quien mejor visible haces la compasión de Jesús. Es hermoso pensar que Tú, Jesús,  para que no me sienta solo, me has dado a tu propia Madre como Madre mía, para que nada en mi vida ocurra fuera de tu mirada llena de compasión. ¡Qué pasada! Este es el gran milagro de Lourdes sentir: nos tomas muy en serio, Dios mío, sea cual sea nuestro estado físico, psíquico y espiritual. ¡Gracias, gracias, gracias!




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