Jesús, no es posible entender nada de este pasaje del Evangelio si no tengo en cuenta que lo que dices es a unos pocos pasos de tus grandes sufrimientos aquí en la tierra: tu pasión y tu muerte. Se va acercando tu final. 

Posiblemente, aquí lo que me quieres decir es que no verte te refieres a tu muerte y sepultura. Y verte de nuevo te refieres a tu resurrección. Aquí, parece que tus discípulos (con razón) no lo entienden. Quizá lo que pueden sentir ellos es lo que me puede suceder a veces. Me ocurre que me resulta difícil comprender cuál es el significado de la oscuridad que tan a menudo me veo obligado a experimentar. Y es un momento de tanta incertidumbre que no veo que haya respuesta al sufrimiento. 

En mi corazón entonces reina la confusión, el miedo, el desconcierto, la duda… Cuando sufro, cuando estoy en la cruz, nunca entiendo por qué es así. Sabes bien, Jesús, que a veces me lo pregunto, : ¿cómo puedes permitir esto, y adónde me llevas en realidad? Muchas veces no encuentro respuesta. Así veo que a ti te ocurre también, Jesús. Pero Tú me enseñas que en esos momentos no debo quedarme de brazos cruzados o ser un simple rehén del razonamiento (sinsentido), sino aprender a confiar de verdad.

"¿Os preguntáis entre vosotros porque os he dicho: 'Dentro de poco no me veréis; dentro de poco me veréis'? En verdad, en verdad os digo: vosotros lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría".

Jesús, el mundo al que te refieres es el mundo basado en el odio, la maldad y el egoísmo. Hay un momento en que la cruz parece la victoria aplastante del mal. Pero esta alegría está destinada a terminar. Porque hay algo que nadie sabe, y es lo inesperado de tu resurrección. 

Jesús, creo que es esta fe sencilla pero a la vez tan fuerte es la que animaba a los pastorcillos de Fátima. Lo tenían todo en contra, y dos de ellos murieron casi inmediatamente. Y, sin embargo, tuvieron razón al esperar y confiar en ti, Madre mía. 

A mí, Señor, me falta muy a menudo esta confianza. Me falta muchas veces esta seguridad más allá de todos los porqués a los que soy incapaz de responder. La respuesta la tienes Tú. La respuesta eres Tú. 

¿Cómo puedo hacer cada día para confiar más y más en Ti? ¿Cómo puedo hacer para creer y esperar de verdad en Ti, Dios mío? 

Madre mía, Inmaculada… enséñame a creer como Tú crees. Enséñame a esperar como Tú siempre has esperado. Ayúdame a amar por encima de todo lo que mi Padre Dios permite porque… si así es, será porque me conviene para ser mejor hijo. ¡Que me fíe siempre! Jesús, confío en Ti.

Jesús, imagino la oración de un padre o una madre cuando rezan por sus hijos… pienso que esa oración siempre debe ser muy sentida, dramática, seria. ¿No? Sobre todo si es por un hijo o una hija que está mal o con una enfermedad. 

Jesús, te haces perfectamente cargo —no podía ser de otro modo— que es terrible amar a alguien y no poder hacer nada, sobre todo cuando ese alguien lo consideras más importante que tu propia vida. En este Evangelio veo la oración de un padre así:

"Un hombre se acercó a Jesús, se arrodilló y le dijo: '¡Señor, ten compasión de mi hijo! Es epiléptico y sufre mucho; muchas veces cae al fuego y otras al agua. Lo he llevado a tus discípulos, pero no han podido curarlo'".

Imagino que este tipo de oración… la que nace de quien ama y sufre precisamente porque ama, es una oración que, te “toca” el corazón. Esa petición adelanta por la derecha a cualquier otra petición… Vamos, que tiene absoluta prioridad. ¿No?

Por eso, leyendo este Evangelio o viendo en mi día a día, cuando una oración así no recibe respuesta, Jesús… Tú me comprendes… mi fe que es débil… duda, vacila y se inquieta… porque no entiendo bien cómo es posible que no haya respuesta… ¿Te da igual? ¿Eres indiferente a una petición como esa? 

Jesús, ayúdame a recordar que el misterio del sufrimiento es precisamente eso: un misterio. Es algo que no puedo comprender al 100%.

Tú me pides que supere este misterio confiando, y no sacando conclusiones con razonamientos precipitados. En este pasaje del Evangelio se ve un fracaso en la curación:

—"No pudieron curarle"

Tú tomas a ese niño y lo curas Tú mismo delante de todos. Pero lo que me llama la atención es lo que preocupa también a los discípulos. ¿Ellos por qué no pudieron? Muchas veces me veo así… que pido y no puedo, no sale, no “funciona”… ¿por qué, Señor? 

"Y les respondió: 'Por vuestra poca fe. En verdad os digo que si tenéis fe como el tamaño de un grano de mostaza, diréis a este monte: 'Vete de aquí para allá', y se moverá, y nada os será imposible." Esta raza de demonios no puede ser expulsada sino con oración y ayuno'".

"A causa de vuestra poca fe", es una frase que debería darle muchas más vueltas. Le dices a los discípulos (y a mí también) que el error no es algo “técnico”. No se equivocaron de rito, ni de palabras, ni de gestos, ni de intenciones, sino que lo que da valor a todo es tener o no tener fe. La verdadera fe consiste en creer más en Ti que en nuestras propias fuerzas o capacidades. 

"Desde aquel momento el muchacho quedó curado".

¿Yo tengo esa fe? Creo, Señor, pero aumenta mi fe. Que espere en Ti. Que te ame. 

Madre mía, Inmaculada, dame esa fe para fiarme de verdad siempre.