¿Vale la pena luchar?


Y los que lo tocaban, se curaban

Tiempo de lectura: 5 min

#Jesucristo  #Lucha  #Perseverancia  #Valelapena  #Sacramentos  

Mc 6, 53-56

En aquel tiempo, terminada la travesía, Jesús y sus discípulos llegaron a Genesaret y atracaron. Apenas desembarcados, lo reconocieron y se pusieron a recorrer toda la comarca; cuando se enteraba la gente dónde estaba Jesús, le llevaba los enfermos en camillas. En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban.

Jesús, el evangelio que acabo de leer dice que en cuanto bajaste de la barca, la gente te reconoció, y venían corriendo hacia Ti de toda la región y comenzaron a llevarte en sus camas a los enfermos, donde estuvieras. No paraban de llevarte gente. Es brutal.

Conforme voy creciendo, Jesús, y viviendo la vida, veo la experiencia del mal, en todas sus formas (física, psíquica y espiritual). Esto es algo que de diversos modos experimentamos todos.

Cuando experimento el mal noto que se me oscurece el horizonte, me quita la esperanza… por decirlo de algún modo, se estrecha mi vida, me empuja hacia la muerte, me quita perspectivas positivas, me llena de ira, inmoviliza mi voluntad. Lo noto, como dice esa canción.

En muchas situaciones me doy cuenta que debo reaccionar, pero soy un poco ingenuo pensando que sólo tengo la fuerza para salir de ellas. Es entonces cuando me pregunto si vale la pena luchar. Pero tambié, Jesús, me haces ver de que necesito a alguien que me ayude, que me saque del “marrón”. 

Muchas veces lo he intentado ya y… ¡otra vez! Y… ¡otra vez…! Y… ¡otra vez…! Buff! Cansa mucho. Y es cuando vuelve la pregunta: ¿vale la pena luchar? Estaría quizá más tranquilo de otro modo… pienso a veces.

Jesús, creo que el verdadero problema es que los demás me pueden ayudar, pero sólo hasta cierto punto. Jesús, en cambio, Tú eres quien tiene la fuerza para sacarme radicalmente del mal, en todas sus dimensiones. 

Pero necesito  "tocarte", es decir, tener una experiencia concreta Contigo. Para mí, católico, el modo ordinario de "tocarte”, Jesús, es en los Sacramentos, y junto a ellos la Palabra de Dios (Tú mismo) que preparas el encuentro y me enseñas a tener también la actitud adecuada. 

¿Vale la pena luchar? Contigo, sí. Te necesito, Jesús. Ayúdame. Que me dé cuenta que la oración no es el poder del pensamiento. Sino que la oración es el intento de entrar en una relación real Contigo. Rezo cuando te busco. Rezo cuando te busco donde estoy seguro de que estás. Que te busque como las multitudes en el Evangelio. Quiero que me cures. Quiero tocarte. Que te busque “tocar” en una buena confesión, en una comunión eucarística bien vivida, en los demás sirviéndoles. Que te busque “tocar” preguntando mis dudas a un amigo que sé que trata personalmente o hablando con un sacerdote que me pueda ayudar y me acompañe espiritualmente. 

Jesús, me pasa mucho que me quedo en el deseo. Por eso, acudo a tu Madre: hazlo Tú por mí. Llévame a Tu Hijo para “tocarle”. Dame esa fortaleza para vencerme y darme cuenta que vale la pena luchar Contigo, recordando que jamás estoy solo.

Sin que él sepa cómo

Tiempo de lectura: 5 min

#Jesucristo  #Lucha  #Perseverancia  #Valelapena  #Sacramentos  #Oración  #Caridad

Mc 4, 26-32

Y decía:

—El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y, duerma o vele, noche y día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga y por fin trigo maduro en la espiga. Y en cuanto está a punto el fruto, enseguida mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Y decía:

—¿A qué se parecerá el Reino de Dios?, o ¿con qué parábola lo compararemos? Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero, una vez sembrado, crece y llega a hacerse mayor que todas las hortalizas, y echa ramas grandes, hasta el punto de que los pájaros del cielo pueden anidar bajo su sombra.

Tu esfuerzo, Jesús por tratar de explicar qué es y cómo funciona el reino de Dios me ayuda también a comprender cómo hacerle sitio y fomentarlo. De hecho, me haces ver que el Reino de Dios no es otra cosa que ese don de la fe (regalazo divino) que poco a poco va tomando espacio en mi vida y en mí hasta salvarme, es decir, me arrancas de la muerte, de la falta de sentido y la desesperanza. 

Demasiadas veces pienso que la fe y la vida espiritual funciona un poco como una “técnica que funciona” o algo que acaba dando como resultado lo que yo quiero o espero que debe ocurrir lo que yo espero… pero la fe es como Tú me dices en el Evangelio: una semilla que actúa en mí aunque no me dé cuenta o no siempre seam capaces de seguirla:

—El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla sobre la tierra, y, duerma o vele, noche y día, la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo. Porque la tierra produce fruto ella sola: primero hierba, después espiga y por fin trigo maduro en la espiga. Y en cuanto está a punto el fruto, enseguida mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Jesús, esto me tranquiliza mucho, porque aunque es verdad que muchas cosas vienen dadas por mis propias elecciones y capacidades, pero… muchas otras no. Tú me las das como un don (regalazo del Cielo) y actúas en mí sin que me dé cuenta del todo. Me ayuda servirme de este ejemplo: cuando alguien me quiere de verdad, ese bien actúa en mi vida aunque yo no esté a la altura, aunque no me dé cuenta y, sobre todo, cuando me siento más frágil. 

Tú, Señor, me sigues amando aunque no me dé cuenta o quizá no sea plenamente consciente o incluso no te tome en serio. Lo único que me pides es que no deje de acogerte (acoger el Reino de Dios), que le haga sitio, o al menos que lo intente. La oración, los sacramentos, la caridad son algunas de las formas a través de las cuales me invita a acoger este don. Entonces actúas en mí sin que me entere de qué va la peli… o sea consciente del todo. Mi compromiso es, pues, no dejar de intentar rezar, acercarme lo mejor posible a los sacramentos y mejorar en lo posible las buenas relaciones con todas las personas que Tú vas colocando en mi historia, en mi vida.

¡Madre mía, me gustaría acoger el Reino de Dios como Tú: con aquella pureza, humildad y devoción! 




© 2023  SER CRISTO DÍA A DÍA    + + +    sercristodiaadia@gmail.com