¿Necesito hablar con Dios todos los días?


Enséñanos a orar

Tiempo de lectura: 4 min

#Jesucristo  #Oración  #AmordeDios  #Filiación  #Jesucristo  #Confianza  #DiosPadre

Lc 11, 1-4

Estaba haciendo oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:

—Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.

Él les respondió:

—Cuando oréis, decid:

Padre,

santificado sea tu Nombre,

venga tu Reino;

danos cada día nuestro pan cotidiano;

y perdónanos nuestros pecados,

puesto que también nosotros perdonamos

a todo el que nos debe;

y no nos pongas en tentación.

Jesús, leo este Evangelio y, la verdad, yo podría ser ese "tal discípulo" que te pregunta, porque yo también me siento igual con la misma duda de que no entiendo qué es la oración ni cómo se reza:

"Estaba haciendo oración en cierto lugar. Y cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos:

—Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.".

Me gusta pensar que ya puedo decir que estoy haciendo oración de verdad solamente diciéndote: "enséñanos a orar". Es cierto que quizá tenga que volver y "re-volver" a decirte una y otra vez, esto mismo: "enséñanos a orar". 

Quizá la gente me ve arrodillado, o en un rincón recogido y piense “menudo crack, qué piadoso… qué profunda y elevada debe ser la oración de este tío”. 

Que no me importe volver a pedirte ayuda y decirte que no sé rezar, estoy aquí para que me enseñes. Ahora mismo lo hago. Jesús, enséñame a rezar, a hablar Contigo y escucharte.

Me he fijado que la única oración que enseñas a los discípulos empieza con la palabra "Padre". Quizá, Jesús, Tú me quieres enseñar cómo hablas Tú con tu Padre Dios y cómo puedo hacerlo yo también. ¡Qué fuerte! Claro, aprender a rezar significa tener "la experiencia del Padre”. ¡Soy hijo de Dios! Y no sabes lo que me encanta no sólo saber que Dios existe, y que soy su hijo… sino además… que me quieres con locura porque me siento así de querido, como lo que soy: ¡hijo de Dios! 

Jesús, purifica mi corazón de todas las posibles imágenes equivocadas de “padre” que tengo dentro. Purifica mi corazón de todas las posibles imágenes equivocadas de amor que tengo en mi interior. Enséñame a tratar a Dios como "Padre". Que me dé cuenta que la verdadera oración no es algo que haga yo, sino algo que dejo que Tú hagas en mí. Que deje que el Espíritu lo haga, que me entregue a un Amor que quiere ante todo amarme antes de pedirnos que amemos. 

Necesito experimentar y vivirlo porque sin esta "experiencia del amor" todo se convierte en injusticia, todo es un problema, todo es exigencia o “imposiciones desde fuera”. 

Muchas veces me encuentro personas, Jesús, que están enfadadas con la vida porque básicamente  no se sienten amadas. Esto es algo que he percibido en mi vida alguna vez, Jesús, que cuando el cristianismo, es decir, seguirte a Ti de modo personal, si no parte de nuevo de la oración, es decir, del Padre, se convierte para mí en una moral insoportable y, la verdad, Jesús… ¡paso de vivir así! Quiero lo que Tú quieres: quiero vivir como Tú me propones: ¡libre! Por eso… enséñanos a orar y tratar a Dios como Tú lo tratas, como Quien es para mí: mi Padre. 

Madre mía Inmaculada, Tú eres hija De Dios y oras así ante Dios Padre: le tratas con esa confianza. Enséñame a orar Tú también.

Te preocupas y te inquietas por muchas cosas

Tiempo de lectura: 5 min

#Jesucristo  #Oración  #AmordeDios  #Filiación  #Jesucristo  #Confianza  #DiosPadre

Lc 10, 38-42

Cuando iban de camino entró en cierta aldea, y una mujer que se llamaba Marta le recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra. Pero Marta andaba afanada con numerosos quehaceres y poniéndose delante dijo:

—Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en las tareas de servir? Dile entonces que me ayude.

Pero el Señor le respondió:

—Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria: María ha escogido la mejor parte, que no le será arrebatada.

"—Marta, Marta, tú te preocupas y te inquietas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria:…”.

Jesús, tus palabras siempre me golpean o hieren de distintos modos. Esto que le dices a la pobre Marta me interpela personalmente. 

Muy a menudo soy yo Marta, porque me siento atrapado o ahogado por “muchas cosas que tengo que hacer”. Es verdad que lo hago con buena intención, pero llega un momento en que incluso la actividad más potente la hago de un modo inhumano porque pierdo de vista el verdadero sentido, el verdadero bien de esa cosa. Voy viendo que, incluso, el amor puede convertirse en algo que no me hace sentir más feliz. 

Jesús, la diferencia que veo entre Marta y María está precisamente en esa raíz. María no pierde de vista lo esencial de la realidad, Marta en cambio piensa en todo menos en lo esencial. 

Y, Jesús, Tú en esta escena representas lo esencial, la razón por la que aquel día ordinario fue extraordinario y espectacular. 

Muchas veces me ocurre que las  “muchas cosas que tengo que hacer” y las preocupaciones de la vida me hacen perder de vista la verdadera razón por la que valen la pena. 

Y, también, me pasa que cuando llevo el mismo "modo de funcionar" a mi vida interior y ami relación Contigo, aparece un razonamiento que a veces ni siquiera digo en voz alta, pero que está ahí de fondo: "la oración me parece una pérdida de tiempo, ¡voy a hacer algo que merezca la pena!".

¡Pero, Jesús, que me dé cuenta que no hay nada más útil que rezar! Si pierdo de vista para qué vale la pena vivir, entonces me convierto en Marta, y me ahogo en las cosas de la vida. Que me pregunte, recuérdamelo… ¿Para qué vale la pena vivir mi vida?

…y una vez contestado que intente no apartar nunca la mirada de ello. 

Que no  me asuste si no soy capaz de responder inmediatamente, quizás durante demasiados años no he sido entrenados para reconocer lo esencial. Pero esto también puedo aprenderlo de nuevo. 

Por lo tanto, ayúdame a que lo realmente importante en mi vida sea aprender a reconocer lo esencial y vivir para ello, sin nada más. Que esté siempre muy receptivo para acoger como un don, un regalo del Cielo todo lo que me sucede. Igual que es un regalo que Tú, Jesús, entraras en aquella casa.

Madre mía, ayúdame a vivir así.




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