¿Me "renta" servir a los demás?


Entristecido por la ceguera de sus corazones

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#Jesucristo  #Compasión  #Servicio  #Generosidad  #Misericordia

Mc 3, 1-6

De nuevo entró en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía la mano seca. Le observaban de cerca por si lo curaba en sábado, para acusarle. Y le dice al hombre que tenía la mano seca:

—Ponte de pie en medio.

Y les dice:

—¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o quitársela?

Ellos permanecían callados. Entonces, mirando con ira a los que estaban a su alrededor, entristecido por la ceguera de sus corazones, le dice al hombre:

—Extiende la mano.

La extendió, y su mano quedó curada.

Nada más salir, los fariseos con los herodianos llegaron a un acuerdo contra él, para ver cómo perderle.

Jesús, en este pasaje te encuentras a un hombre que sufre:

"Había un hombre que tenía una mano seca, y lo vigilaban para ver si lo curaba en día de sábado y luego lo acusaban".

Al parecer, a nadie le importa realmente el sufrimiento de esta persona. Nadie se para a interesarse por su historia personal. Sólo se aprovechan de él para acusarte, Jesús. Pero aquí, Tú, como siempre “le das la vuelta a la tortilla”: "Al hombre que tenía la mano seca le dijo: ¡Ponte en medio!".

A veces lo pienso… si el mundo margina a los que sufren, quizá es una llamada que Tú me estás haciendo para aprender a situar precisamente el sufrimiento concreto de las personas en el centro. No puedo permanecer indiferente ante las historias concretas de las personas con las que me encuentro. Pensar sobre esto y caer en la cuenta, me lleva a preguntarme: ¿cómo actuaríais Tú con estas personas? Cada día de mi vida tengo la oportunidad de imitarte, Jesús… queriendo con Tu Corazón, compadeciéndome ante los sufrimientos y necesidades de los demás… no yendo a mi bola. Procurando adivinar las preocupaciones y deseos de lo que los que están en mi vida: mis padres, mis hermanos o hermanas, mis amigos y amigas… ¡todas las personas que se cruzan en mi historia! Facilitarles la lucha, haciéndoles el camino de la vida más agradable, más llevadero… como haces Tú, Jesús:

Y les dice:

—¿Es lícito en sábado hacer el bien o hacer el mal, salvar la vida de un hombre o quitársela?

Ellos permanecían callados. Entonces, mirando con ira a los que estaban a su alrededor, entristecido por la ceguera de sus corazones, le dice al hombre:

—Extiende la mano.

La extendió, y su mano quedó curada.

¡Imagino tu mirada! ¡Qué pena tendrías porque muchas veces yo también actúo así… con esa indiferencia! Muchas veces me “dan igual” los demás… A lo mejor tengo a alguien muy cerca que ahora mismo lo está pasando mal… puede ser un sufrimiento pequeño o grande. Te pido que le ayudes. Y yo, ¿cómo le puedo ayudar? ¿En qué le puedo servir como haces Tú?

Jesús, me puede ocurrir que soy cristiano pero puedo tener un corazón endurecido. Puedo "llevar en mi cartera el carnet de cristiano" o decir que "soy muy de Iglesia” pero podría tener un corazón de piedra. ¡Ojo! Puedo tener fe pero no tener un corazón que se dé cuenta del dolor de la gente. Quizá tengo un corazón ciego para los demás. Posiblemente, a causa de esta ceguera de mi corazón, siento a veces la tristeza y, por este endurecimiento interior mío, el Evangelio deja de brillar en el mundo. 

Jesús, quiero aprender a vivir como Tú y eso que se note en mi día a día… con los que tengo, en primer lugar más cerca. Eso se nota en mi corazón, en mi compasión. Quiero tener tu misma mirada, Jesús. La mirada que tienes sobre todos, especialmente sobre los que sufren por cualquier motivo.

¡Madre mía, Inmaculada… vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos!




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