¿Cómo llevo “mi cruz” con alegría?
¿Cómo llevo “mi cruz” con alegría?
Que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga
Tiempo de lectura: 4 min
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Mc 8, 34-48
Y llamando a la muchedumbre junto con sus discípulos, les dijo:
—Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.
Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida? Pues ¿qué podrá dar el hombre a cambio de su vida? Porque si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles.
Jesús, cuántas veces me pasa (me ocurre con demasiada frecuencia) que quiero salvarme a mí mismo y por este “piñón” que meto, me complico la vida. Salvarme a mí mismo significa concretamente querer resolver “mi cruz”, “mi problema”, “mi drama” por mi cuenta, excluyéndote de la ecuación, Jesús.
Quizá es porque se me mete el pensamiento que la fe es como algo evanescente que no puede ayudarme en el drama concreto y real de mi vida. Y, es verdad que, cuando la vida se presenta con su drama, a veces me siento solo y abandonado a mis propias fuerzas. Jesús, en cambio, Tú en el Evangelio me respondes a mi pregunta y comprendiéndome:
—Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará.
Que me deje ayudar por Ti. Jesús, cuando se presente un drama, un problema real y concreto… que lleve mi cruz caminando detrás de Ti, Jesús. Nunca solo. Que tenga la confianza total que Tú puedes salvarme, ayudarme y sabes intervenir allí donde acaban mis posibilidades.
En la práctica, Jesús me invitas a confiar y entregarme confiadamente a Ti. Cuánta paz habría en mi vida si realmente pudiera hacer esto todo el tiempo. En cambio, me gusta hacerlo todo a mí (a mi manera) y, a veces, hasta parece que me creo que soy el "rey del mambo" y que puedo “conquistar el mundo”. Pero Tú, Jesús, me adviertes:
—¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si luego pierde su alma? ¿Y qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?
Jesús, mil gracias. Que no me engañe pensando que puedo ser feliz llenando mi vida con las cosas de este mundo, porque lo que satisface el corazón humano es sólo el amor, y Tú, Dios mío, eres el Amor más fiable que existe. Así, cada día podré llevar “mi cruz” con alegría.
Madre mía, Inmaculada, ayúdame. Contigo todo se hace mucho más fácil. ¡Gracias!