Soberanía Política

Peronismo o socialdemocracia

(¿Qué se votó en octubre?)

Hasta el momento, Alberto Fernández eludió pronunciar su plan de gobierno. El costo político de un nuevo fraude al electorado —si ese plan no es peronista— no lo pagaría él sino el peronismo

Por @arielmagirena


Hasta el fraude al electorado de 1989, existía el compromiso de los partidos de ofrecer su plataforma de gobierno.

Impune la mentira de entonces, ya todos aceptaron, para lo sucesivo, el nuevo juego.

En ese juego salió airoso Néstor Kirchner, quien había sido suficientemente claro durante el alianzato al fustigar por igual al gobierno progresista como a su antecesor.

Su plataforma se hizo explícita, sí, el 25 de mayo de 2003 en su discurso de asunción, que se resume en dos claves: "vengo a proponerles un sueño" y "no voy a dejar mis convicciones en la puerta de la Casa Rosada".

La política parecía resucitar de mano de su prédica y acción dejando en claro una propuesta implícita que logró, luego, otros dos triunfos presidenciales para el peronismo.

En 2015, cuando debió volver la oferta de un proyecto, el marketing seguía liderando, y el mensaje de Scioli no pudo contra la estrategia infantil de ocultar al candidato para exponer al contrincante.

El delirio circulante de "perder para volver" eligió negarlo bajo la consigna difusa de que "el candidato es el proyecto" y una verdadera campaña de imposición de marca del contrincante, en otros eslóganes como "mi límite es Macri" o —el más ingenuo y penetrante— "Macri no", que unió a todo el espectro progresista y liberal contra "el continuador" de Cristina.

Si a eso sumamos la voluntad nula de discutir la sospechosa diferencia en torno de 300 mil votos, la maniobra parece haber cerrado a gusto.

Macri, sin embargo, se ocupó de presentar plataforma a priori: "vamos a continuar todo lo bueno", "ajustar sería lo peor", "volver al FMI sería una locura". Para confesar luego, en sintonía con el primer falsario, que "si decía lo que iba a hacer me iban a tratar de loco".

Lo cierto es que 2019 encontraba un gobierno en retiro y una alternativa débil por el hecho de que la principal candidata posible venía de perder por el rechazo que aún hoy concita en buena parte del electorado. Así, la estratega de tres derrotas consecutivas decidió eludir el llamado militante a discutir un plan de salvación patriótico y destruyó las internas al nombrar un personaje desprestigiado, y sin antecedente electoral, por delante de su propia candidatura. Candidato que, además, había claramente confesado su bando en declaraciones firmadas y acciones políticas irrefutables como calificar de traidora a la principal referente del espacio Nac&Pop y acusarla de buscar la impunidad de un acto terrorista.

Así, Fernández fue el candidato de "todes" (neologismo que no significa "todos" pero tampoco significa "ninguno") que debió —pero eludió— pronunciar el plan de gobierno.

Su estrategia fue eficaz al momento de las PASO, en las que sacó 21 puntos de diferencia a su rival, pero fracasó en las definitivas, que terminó ganando "preguntando la hora al referí", con un repunte del perdedor de 2 de cada 3 votos.

Fernández perdió las oportunidades de su asunción y de la Apertura de Sesiones parlamentarias para presentar plan de gobierno; y a ocho meses de su mandato, sigue improvisando, lo que sugiere que no lo tiene.

En medio de una crisis mundial provocada por un virus, y a las puertas de una negociación por el blanqueo del saqueo al Estado que se pretende llamar deuda, está también en el filo de ser el tercer fraude al electorado si es que no tiene plan o si su plan no es peronista. Lamentablemente, en el momento actual de obsecuencia y de negación del diálogo interno, el costo no lo pagaría él sino el peronismo si los peronistas no somos capaces de advertirles, a él y al Pueblo, que el camino que no lleva a la salvación lleva al infierno.