Justicia Social

No falta trabajo, sobran explotados

Cuál es el camino a la humanización de los trabajadores, al derecho a disfrutar de su cotidianeidad

Por Ponchito Tucumano


Kusch nos habla de un “estar siendo”, como una forma muy diferente de abordar la reflexión existencial a la del eurocentrismo, en el que se reflexiona desde un “ser”. Él advierte que en las culturas de los pueblos originarios como los que habitan en Salta, Jujuy o Bolivia hay una reflexión desde un “estar siendo” que se circunscribe en el marco de una cosmovisión propia. Ese “estar siendo” se construye desde una mirada comunal y no desde el sujeto único que se mira a sí mismo, como podría interpretarse la reflexión del “ser” que nos propone la cosmovisión eurocéntrica.

Podríamos decir que el “estar siendo” es la vivencia de la ritualidad que trascurre en el “domicilio existencial”, al que Kusch define como “una zona de habitualidad en la cual uno se siente seguro”.

Por lo tanto, “domicilio existencial” no es solo la vivienda del sujeto sino también todo lo que circunda ese “estar siendo” y hace de él ese lugar seguro en el mundo, donde transcurre su ritualidad.

Así, el “estar siendo” es la posibilidad del sujeto del disfrute de su existencia cotidiana, de la contemplación.

Claro que para tener derecho a ese “estar siendo” el sujeto debe ser reconocido en su calidad de tal. Reconocido en su humanidad, en su dignidad humana, que no es solo la satisfacción de las necesidades primarias (comer, dormir y vestirse) sino también el ejercicio del derecho al disfrute del arte, el derecho a ser parte de la construcción cultural artística comunal desde la propia construcción identitaria: derecho al disfrute del vivir.

La ritualidad es lo que nos permite construir lazos afectivos. Si los trabajadores no tienen derecho a su humanización, a la celebración de su ritualidad, no hay posibilidades de construir una sociedad más solidaria, más justa.

Podríamos decir que, antes de la pandemia, la gran mayoría de los trabajadores ha vivido en la dinámica de lo que los franceses resumen como boulot-métro-dodo (laburo-subte-noni).

Entonces, ¿cómo vamos a construir un “estar siendo” en el actual comercio de bienes en el que la mayoría de las clases media y baja es inquilina de su vivienda única? Cuando, cada cortos plazos de vida, la mayoría de los trabajadores están “con el culo entre las manos”, sin saber si podrán afrontar el próximo alquiler o si el dueño dejará de alquilarles y en consecuencia ellos tendrán que recoger todas sus cosas e irse a vivir a otro lugar. Todos saben lo extremadamente desestabilizante que son las mudanzas. La ruptura completa de lo cotidiano que debe ser desplazado a otro sitio.

La mayoría de las personas trabajan con tal intensidad, que al llegar a sus hogares el cansancio les impide dedicar tiempo a sus plantas, disfrutar de arreglar sus casas o de cocinarse con arte y, mucho menos, de relacionarse con cadencia amable con sus vecinos. Llegan agotados, con ganas de comer “cualquier cosa” y descansar, porque al otro día hay que volver a trabajar.

Dicen los que “saben” cómo hacer funcionar el actual comercio que falta trabajo, pero no es cierto. Lo que sobran son trabajadores explotados. Trabajadores que cada vez hacen más cosas por salarios reales más paupérrimos para no perder sus trabajos y cada vez con menos derecho a la dignidad humana. Sobra trabajo, lo que falta es respeto por los derechos humanos y laborales.

Miremos hoy a los trabajadores considerados esenciales en esta pandemia: la gran mayoría tiene jornadas extensas de trabajo con salarios de pobres, cuando no de indigentes, como es el caso de muchas personas del sector de limpieza o de enfermería.

Si se repartiese mejor el trabajo, se dignificasen las condiciones laborales y los salarios fuesen dignos, todos podrían trabajar. Pero hoy el sistema de comercio hace que un tipo que mama de la timba financiera, con fondos obtenidos de contratos espurios con el Estado, como Mauricio Macri, o su padre Franco, valga millones y que una trabajadora de limpieza no valga nada. Así de absurda es la escala de valores del comercio de bienes hoy preponderante.

La mayoría de los trabajadores viven en un abrumador ritmo de explotación en el que el “estar siendo” no tiene lugar.

Al mismo tiempo, la pandemia ha reformulado las condiciones en que el trabajo se desarrolla. Por un lado, están los trabajadores que en estas estresantes circunstancias cumplen jornadas como si estuviésemos en condiciones habituales de estrés y con una cantidad exorbitante de nuevas reglas en la forma de conducirse, que deben ser asimiladas y respetadas y que se suman a la carga de deberes del trabajador. Por otro lado, están los trabajadores que realizan las ahora así llamadas “tareas remotas”, desde sus casas.

En esas mismas casas alquiladas, que no son controladas por las oficinas de catastro desde hace décadas, muchas con sus instalaciones de gas, electricidad y agua en condiciones paupérrimas y peligrosas o en condiciones edilicias desastrosas.

A esta situación de precariedad y mal vivir, muchos trabajadores ahora suman la carga adicional de tener que lidiar con los límites difusos de la tarea laboral en el hogar.

La construcción identitaria comunitaria en América del Sur no se puede igualar a la europea. Tanto la extensión de los continentes, variedades de flora y fauna y las culturas comunitarias son muy diferentes. Por tanto, el camino para reconstruir el derecho al “estar siendo” debería ser un camino propio de encuentro comunitario en el que nadie quede afuera.

Para eso deberíamos retomar el sendero de la justicia social peronista con vocación frentista para trabajar por un comercio al servicio de la humanidad y no a la inversa. Por el cumplimiento de la norma constitucional del derecho a la vivienda digna, que haga posible el retorno a un “estar siendo” que Perón recompuso cuando devolvió muchos de sus derechos a los pueblos originarios.

Algunos descastados quisieran que creamos que solo tenemos un pasado europeo, pero eso no es cierto. Fluye por las venas de la mayoría de los argentinos sangre de los pueblos originarios, así como también, si buscamos en antiguos hábitos de nuestros abuelos, encontraremos muchos rastros de ese “estar siendo” que no hemos valorado lo suficiente.

Es hora de que los trabajadores recuperen el disfrute de vivir su cotidianeidad: un “estar siendo” humanizado.