Cuando nosotros entrenamos, necesitamos de energía mecánica para producir movimiento. Esa energía sólo es posible que se genere con una energía química previa. Estos procesos son los que intentaremos explicar en este artículo.
La energía química que se genera = energía mecánica y por tanto, movimiento.
Mientras realizamos actividad física, nuestro organismo activa diferentes vías metabólicas para la obtención de energía en los entrenamientos. Estas vías actúan de forma perfectamente coordinada en función de la actividad que realicemos.
La única conexión rica en energía que nuestro músculo puede aprovechar de forma inmediata para una contracción es una substancia denominada adenosintrifosfato (ATP), cuya descomposición en adenosindifosfato (ADP) y fósforo genera la energía necesaria para realizar el movimiento.
Como en el músculo no tenemos muchas moléculas de este ATP, es necesario generar de forma continua este elemento para conseguir energía química y por tanto la posterior energía mecánica.