Porfirio Barba Jacob - Elegía de septiembre

¡Oh sol! ¡Oh mar! ¡Oh monte! ¡Oh humildes animalitos de los campos! 

Pongo a todas las cosas por testigos de esta realidad tremenda: 

He vivido.

MAÍN

Cordero tranquilo, cordero que paces

tu grama y ajustas tu ser a la eterna armonía:

hundiendo en el lodo las plantas fugaces

huí de mis campos feraces

un día...


Ruiseñor de la selva encantada

que preludias el orto abrileño:

a pesar de la fúnebre muerte, y la sombra, y la nada,

yo tuve el ensueño.


Sendero que vas del alcor campesino

a perderte en la azul lontananza:

los dioses me han hecho un regalo divino:

la ardiente esperanza.


Espiga que mecen los vientos, espiga

que conjuntas el trigo dorado:

al influjo de soplos violentos,

en las noches de amor, he temblado.


Montaña que el sol transfigura.

Tabor al febril mediodía,

silente deidad en la noche estilífera y pura:

¡nadie supo en la tierra sombría

mi dolor, mi temblor, mi pavura!


Y vosotros, rosal florecido,

lebreles sin amo, luceros, crepúsculos,

escuchadme esta cosa tremenda: ¡HE VIVIDO!

He vivido con alma, con sangre, con nervios, con músculos,

y voy al olvido...

El Fígaro, La Habana, Cuba, agosto 1, 1915.