Porfirio Barba Jacob
El verbo innumerable

I

Cuando las sombras fluyen bajo la luz eterna

del crepúsculo, y vuelan en argentinos haces

de lo alto de las torres, alígeros, fugaces,

los himnos concertados ad incensum lucerna,

 

oigo, cual si brotaran de lúgubre cisterna,

vocablos inarmónicos, llamamientos vivaces

a que nadie responde, y epítetos procaces

como rojizos lampos de la pasión interna…

 

Y no comprendo nada. Golpean en mi oído

palabras errabundas –rumores sin sentido

de atropelladas olas en túrbida marea.

 

Y el corazón demanda, desde su cárcel roja,

un inspirado intérprete que el tumulto recoja

y dé a las voces múltiples un ritmo y una idea

 

II

Después, sobre el pináculo donde el alcor culmina

¡combado, tibio seno de una deidad yacente!

oigo el rumor –persiste, persiste blandamentey

su virtud recóndita mi espíritu adivina:

 

Es Medellín, que alzando su clámide latina

y el áureo cetro, embriágase con sangre del poniente,

y entona un son burlesco y un cántico ferviente

mientras le mulle un lecho la sombra y se reclina…

 

Es Medellín –el fuego y el yunque ante la mano,

las seculares plantas en limo cotidiano,

y los azules ojos clavados en la altura–,

 

que dice al éter vago, con verbo innumerable,

sus ímpetus confusos, su sueño, su inefable

preñez, y la fatiga de su labor oscura.

Porfirio Barba Jacob
Ciudad de Guatemala, 1914.