Porfirio Barba Jacob
Canción de la soledad

 

Valle fértil, con ojos azules

que el rumor del juncal adormece,

si expira en los juncos un aura lontana;

fácil coro de aplausos que mece

con moroso ritmo la musa liviana;

un laurel... y la hembra en la umbría

a mi voluntad soberana...


¡Alma mía, qué cosa tan vana!


Impúber flautista de rostro florido

que a la luz de un candil imbuido...

-era invierno, nublosa mañana-

rindióse a mi ardor sin sentido...

Viaje loco, locuras innúmeras,

y, contra la Muerte, coros de alegría...

Flautista del Norte, la orgía pagana,

pavor en la orgía...


¡Alma mía, qué cosa tan vana!


Dolor sin vocablos, abscóndito, ardiente;

guirnalda de oprobios que abruma la frente,

y un lloro en la noche que un astro redime...

¡Mis ojos no vean el solemne día

en que ya la gloria mi nombre sublime!

Dolor, oblación, poesía, corona lejana...


¡Alma mía, qué cosa tan vana!


Silente, en las sombras, el ímpetu libre

hurtado a la impura materia,

¡es ya el Azul!, ¡es ya la paz de Dios!

Los ámbitos llena feliz pensamiento

que impele a la cumbre del día

el vuelo del ala y el ala del viento;

y comienza a fluir, extrahumana,

la suprema, inmortal Alegría...


¡Alma mía, alma mía, alma mía,

qué cosa tan vana!


Porfirio Barba Jacob Guadalajara, México, octubre de 1921.