Miguel Hernández
1. Un carnívoro cuchillo...

Un carnívoro cuchillo

de ala dulce y homicida

sostiene un vuelo y un brillo

alrededor de mi vida.


Rayo de metal crispado

fulgentemente caído,

picotea mi costado

y hace en él un triste nido.


Mi sien, florido balcón

de mis edades tempranas,

negra está, y mi corazón,

y mi corazón con canas.


Tal es la mala virtud

del rayo que me rodea,

que voy a mi juventud

como la luna a la aldea.


Recojo con las pestañas

sal del alma y sal del ojo

y flores de telarañas

de mis tristezas recojo.


¿Adonde iré que no vaya

mi perdición a buscar?

Tu destino es de la playa

y mi vocación del mar.


Descansar de esta labor

de huracán, amor o infierno

no es posible, y el dolor

me hará a mi pesar eterno.


Pero al fin podré vencerte,

ave y rayo secular,

corazón, que de la muerte

nadie ha de hacerme dudar.


Sigue, pues, sigue, cuchillo,

volando, hiriendo. Algún día

se pondrá el tiempo amarillo

sobre mi fotografía.