Miguel Hernández
Pueblo

Pero ¿qué son las armas: qué pueden, quién ha dicho?

Signo de cobardía son: las armas mejores

aquellas que contienen el proyectil de hueso

son. Mírate las manos.


Las ametralladoras, los aeroplanos, pueblo:

todos los armamentos son nada colocados

delante de la terca bravura que resopla

en tu esqueleto fijo.


Porque un cañón no puede lo que pueden diez dedos:

porque le falta el fuego que en los brazos dispara

un corazón que viene distribuyendo chorros

hasta grabar un hombre.


Poco valen las armas que la sangre no nutre

ante un pueblo de pómulos noblemente dispuestos,

poco valen las armas: les falta voz y frente,

les sobra estruendo y humo.


Poco podrán las armas: les falta corazón.

Separarán de pronto dos cuerpos abrazados,

pero los cuatro brazos avanzarán buscándose

enamoradamente.


Arrasarán un hombre, desclavarán de un vientre

un niño todo lleno de porvenir y sombra,

pero, tras los pedazos y la explosión, la madre

seguirá siendo madre.


Pueblo, chorro que quieren cegar, estrangular,

y salta ante las armas más alto, más potente:

no te estrangularán porque les faltan dedos,

porque te basta sangre.


Las armas son un signo de impotencia: los hombres

se defienden y vencen con el hueso ante todo.

Mirad estas palabras donde me ahondo y dejo

fósforo emocionado.


Un hombre desarmado siempre es un firme bloque:

sabe que no es estéril su firmeza, y resiste.

Y los pueblos se salvan por la fuerza que sopla

desde todos sus muertos.