Pastores sepultaron el sol en el bosque desnudo.
Un pescador sacó
en sedeña red la luz del gélido estanque.
En azul cristal
mora el hombre lívido, la mejilla apoyada en sus estrellas;
o inclina la cabeza en sueño purpúreo.
Pero siempre conmueve el vuelo negro de los pájaros
al que contempla, lo santo de las flores azules,
piensa la cercana quietud olvidos, ángeles extintos.
De nuevo ennochece la frente en piedras lunares;
joven radiante,
aparece la hermana en otoño y negra podredumbre.