Georg Trakl

La iglesia muerta

En oscuros bancos están sentados, apretados

y levantan las miradas apagadas

a la cruz. Los cirios vislumbran como velados

y sombría y como velada la Faz mortificada.

El incienso sube de dorado vaso

hacia la altura, un canto moribundo

se disipa, e incierto y dulce como un crepúsculo

invadido está en el espacio. El sacerdote avanza

hacia el altar; pero ejercita con cansado espíritu

los piadosos ritos — un miserable actor,

ante malos orantes de rígidos corazones,

en el acto sin alma del pan y del vino.


¡La campana suena! los cirios flamean sombríos —

y la más pálida, como velada la Faz mortificada!

¡El órgano murmura! ¡En los muertos corazones

se estremece el recuerdo! Un sangriento rostro de dolor

se envuelve en la oscuridad y la desesperación

lo mira fijo desde muchos ojos en el vacío.

Y una voz semejante a todas las otras,

solloza — mientras el espanto creció en el espacio,

el espanto de la muerte creció: apiádate de nosotros —

¡Señor!

Georg Trakl de Poesía completa [2010]

Trad. de José Luis Reina Palazón