Se trata de una construcción megalítica que fue empleada a lo largo del mundo, con sus respectivas características diferenciales, y que sufrió modificaciones por el paso de los siglos. Tanto es así que originariamente consistía en una pila de rocas que servían para recubrir el cuerpo del fallecido, sin embargo fueron cubriéndose con tierra hasta crear verdaderas colinas artificiales, pudiendo llegar a albergar numerosos enterramientos. 

Por lo tanto, a día de hoy se defiende que los túmulos tuvieron una doble funcionalidad: por un lado, para esconder y cubrir al fallecido y, por otro lado, para conferir monumentalidad y visibilidad al sepulcro. Partiendo de esta segunda función, generalmente se relaciona la aparición de los túmulos con una forma de reivindicación de derechos sobre las tierras en las que se construían. 

Siguiendo a la Gran Enciclopedia de Navarra, en ocasiones los túmulos sirven para rodear cámaras dolménicas, pero también pueden llegar a presentarse solos. De todas formas, sin la realización de ninguna excavación resulta muy difícil conocer dicha diferenciación. En cuanto a la cronología se refiere, los túmulos sin dolmen se adscriben al Eneolítico y Bronce Medio (+-3.000-1.500 a.C.), si se practica en ellos el rito de inhumación, y de Bronce Final y Edad del Hierro (+- 1.200-600 a.C.) si existen formas de incineración.