Etimológicamente hablando, la palabra crédito (tantas veces utilizada como sinónimo de préstamo) proviene del latín y significa confiar o tener confianza. Y eso es lo que hacían los argentarios (primeros prestamistas romanos en el s.V a.C), quienes cedían su dinero a cambio del cobro de un tipo de interés, especialmente a mercaderes y agricultores con el fin de que estos pudiesen ampliar su comercio. En esta época, quien no devolvía el importe de un préstamo personal podía convertirse en esclavo e incluso ser perseguido hasta la muerte.
Durante la época argentaria los préstamos provenían de personas e instituciones privadas y no fue hasta la implantación de la ley Minucia, en el 216 a.C, cuando el control del capital pasó a ser de dominio público. Dicha ley estableció la creación de la banca pública romana que prestaba el dinero a cambio de seguridad para el Estado. Es decir, si no pagabas te quitaban tus bienes, que servirían para incrementar los fondos en caso de crisis.
Aunque hayan pasado muchos siglos, hoy en día si no devolvemos nuestro préstamo también debemos hacer frente al pago con nuestros bienes presentes y futuros. Por ello deberemos solicitar un crédito únicamente si somos conscientes de que lo podremos devolver en el plazo acordado.
La moneda romana pasó durante su historia por distintas etapas. Desde un inicio muy tosco con piezas fundidas hasta delicadas e insuperables muestras del arte monetario. Desde sólidas piezas de oro y plata pura hasta monedas devaluadas simplemente bañadas en plata. Desde sobrias improntas hasta recargados diseños llenos de simbología. las primeras monedas romanas se hicieron fundiendo toscos trozos de Oricalco, una aleación de 80% cobre y 20 cinc. En los primeros, llamados generalmente AES RUDE, los lingotes no tienen ninguna diseño pero más adelante se les adornó con representaciones de animales, con frecuencia ganado (Pecus) porque, se supone, era su equivalente de valor, de donde se derivó el nombre “Pecunia” , término que en los idiomas modernos significa dinero.
Eran lingotes de bronce de calidad y peso medidos, en relieve con un sello del gobierno, utilizado como moneda en Roma y en el centro de Italia antes de la introducción de la tumba de aes a mediados del siglo IV a. C. Estos lingotes rectangulares con la res como tipo más común aunque hubo otros, se llamaron Aes signatum. Tanto los Aes Rudos como los signatum fueron probablemente unos equivalentes para intercambio más que una verdadera moneda.
Los impuestos directos nunca fueron del agrado de los romanos, por ello son muy poco numerosos, entre los que podemos destacar el antiguo impuesto del Tributum in capita que, como su nombre indica (tributo por cabeza), gravaba a todos los ciudadanos romanos que tuvieran una fortuna superior a los 15.000 ases.
Con el nombre as se conocen las monedas primitivas de los romanos y las que a ellas siguieron como unidades monetarias de bronce. La moneda romana durante la mayor parte de la República romana y la mitad occidental del Imperio romano consistió en monedas incluyendo el áureo (latín, aureus, dorado), el denario (lat. denarius, de plata), el sestercio (lat. sestertius, de bronce), el dupondio (lat. dupondius, también de bronce) y el as (de cobre).