El Simbolismo de la Luz
El Simbolismo de la Luz
Podemos perdonar fácilmente a un niño que tiene miedo de la oscuridad; la verdadera tragedia de la vida es cuando los hombres tienen miedo de la luz. - Platón.
La Luz es otro de esos símbolos prácticamente universales que de una u otra forma aparece en la mayoría de las culturas, un fenómeno omnipresente cuyas manifestaciones conocemos bien, pero que su esencia escapa de nuestra comprensión. Por eso es un símbolo tradicional para designar lo inmaterial y lo espiritual. El término Luz, simbólicamente hablando, es demasiado amplio y confuso. Es probable que mucha gente ni siquiera conozca la naturaleza física de la luz, su composición y sus propiedades según la ciencia. Así y todo es empleado como sinónimo de conceptos religiosos y espirituales.
La luz sólo es una onda electromagnética, ubicada más o menos en el centro del espectro. No es un ente en sí mismo ni puede constituir la raíz u origen de nada. La luz es una onda que procede siempre de un emisor, un foco que la emite, ya que no posee sustancia en sí misma. Además son nuestros ojos los que convierten la luz en colores. Realmente somos nosotros los que convertimos un rango de vibraciones del espectro electromagnético en un efecto cromático, al tener receptores que decodifican esas ondas en sus diferentes rangos vibratorios.
Pero entonces ¿por qué algunas personas y religiones han dado tanta importancia a la luz, llegando en ocasiones al punto de divinizarla?. La explicación a esto probablemente se encuentra, en la separación entre el día y la noche, el sueño y el despertar. En nuestra civilización moderna, tecnológicamente urbanizada, no existe prácticamente oscuridad, pues incluso por la noche la luz artificial lo inunda todo. Pero en el pasado, la noche era un periodo oscuro, temido, donde con frecuencia nos acosaban todo tipo de peligros, fantasmas, miedos, etc. Lo podemos ver en los niños que aún conservan ese miedo ancestral a la noche y la oscuridad, pues en su inconsciente todavía se encuentra la huella de los peligros que habitaban las sombras. La noche era en nuestro pasado remoto una inquietante amenaza, pues las formas y los colores se desvanecían y las tinieblas ocultaban malignos y desconocidos seres que nos acechaban y surgían de la imaginación. La noche era el tiempo de los demonios, los enemigos, los engaños, la muerte, de todos los peligros imaginables. Cada amanecer era un nuevo nacimiento. Era un momento mágico donde se volvía a la vida, surgiendo tras el periodo oscuro de las tinieblas. Así el sol se convirtió en símbolo y emblema del bien y de la vida, e incluso fue considerado el cuerpo mismo de la divinidad o su representación material. Platón ilustró, en una alegoría (la caverna) simbólicamente, el drama de nuestra condición humana, encadenada a la prisión que representan las tinieblas y la búsqueda de la luz
Las propiedades físicas de la luz prácticamente fueron desconocidas hasta el siglo X en que (Alhacén) Abū Alī al-Ḥasan, de Basora un matemático, físico y astrónomo musulmán considerado el creador del método científico, escribió el primer tratado amplio sobre lentes, donde estudia y describe la imagen formada en la retina humana debido al cristalino. Se le considera el padre de la óptica por sus trabajos y experimentos con lentes, espejos, reflexión y refracción. Estos estudios tuvieron una gran influencia y dieron base posterior a los trabajos de: Da Vinci, Galileo, Descartes, y Kepler
En el siglo pasado, y ya en un aspecto más simbólico y menos físico de la luz, apareció un nombre especial para designar un aspecto particular de la psicología humana: la sombra. Este nombre se originó con Carl Jung, pero su origen venía de la visión de Freud de que nuestras psiquis son duales, fuertemente divididas entre el consciente y el inconsciente. La sombra combina los más oscuros impulsos, el odio, la agresión, el sadismo, el egoísmo, los celos, el resentimiento, todo lo negativo que se mantiene oculto a la vista. Es un aspecto de la psiquis humana del que nos sentimos avergonzados, por lo que lo convierte en nuestro secreto colectivo. El surgimiento de la civilización es el resultado de lo que obedecemos a nuestra mente consciente y reprimimos nuestro lado inconsciente. Pero lo que se esconde en las sombras tarde o temprano sale a la luz, y una prueba de ello lo tenemos en algunas recientes elecciones donde han florecido los instintos más primarios del hombre.
No es extraño que precisamente la glándula pineal además de contener fibra de retina en su interior, tenga la característica de ser fotosensible, siendo la producción de melatonina estimulada por la oscuridad e inhibida por la luz, así que, se puede considerar que es parte de los órganos visuales, y convierte la información lumínica en producción hormonal. Para los sumerios y antiguos egipcios la glándula pineal se consideraba de gran importancia, pues suponían que regulaba el flujo del pensamiento y funcionaba como un portal hacia dimensiones superiores, relacionadas con la intuición, la sabiduría y el conocimiento profundo.
La palabra LUZ, deriva de las voces latinas LUX o LUCEM, las mismas que se refieren a la claridad que ilumina y hace visibles todas las cosas, también es la llama que produce cualquier substancia en combustión. Cuando se habla en sentido figurado tiene varias acepciones, puesto que se refiere a infinidad de ideas y pensamientos que surgen esencialmente de la interpretación simbólica que se le atribuye, por esto vemos que se aplica de varias formas, según la expresión el significado o el contexto de las acciones a las que nos estemos refiriendo. Así pues, en materia de Simbolismo, la LUZ indica, en primer término, la ciencia, la verdad, y a la razón, virtudes propias de las enseñanzas masónicas, y que, constituyen la base de todo lo que nos sirve de guía.
El par de términos opuestos luz y tinieblas, forman una oposición común en todas las literaturas, tanto como para estar en el hablar común. Así pues no es extraño que estos términos aparezcan tanto en los evangelios, como en las literaturas hebrea y griega, cargados de sentido simbólico. En la literatura griega “la luz”, en contraste con “las tinieblas” o “la noche”, significó en sentido figurado el bien, mientras que las malas acciones se decían tener lugar en las tinieblas.
Platón en La República, comparó la idea del bien con la luz del sol, y, al entrar en el campo del conocimiento, “la luz” adquirió nuevos significados. Por otra parte, y por la necesidad de la luz para la vida humana, “estar en la luz” significa simplemente “vivir”, mientras que estar en las tinieblas equivalía a estar en compañía de Hades, dios del inframundo.
En los primeros siglos de nuestra era, y al mismo tiempo que el cristianismo, se extendieron por el Mediterráneo los cultos solares de Mitra. Estos cultos provenían de Persia y se introdujeron en el mundo romano por los soldados que volvían de las campañas. Se reunían en grutas llamadas Mithraeon, y allí veneraban al dios que da la energía vital, llamado Sol Invictus.
Proclamado por Zaratustra bajo el nombre de Ahura-Mazda era el dios del cielo, omnisciente y sacerdote celeste (La Luz) líder de los dioses de la buena conducta (los ahura). Fue precursor de muchos pensamientos comunes de los tres aspectos religiosos de Abraham, el judaísmo, el cristianismo y el Islam. Su hijo era el dios Atar, identificado con el fuego. Ahura Mazda es el dios antagónico a Angra Mainyu, el dios del mal (La Oscuridad) también llamado Ahriman, jefe de los dioses de la mala conducta
En el Budismo el nombre de Amitabha significa Luz Infinita, La luz del amor infinito. Está sentado en postura de loto completo y coloca sus manos en el mudra de la meditación. El Buda Amitabha, el más popular de los cinco Budas trascendentales es la cabeza de la familia Loto. Se le asocia con todos los atributos de esta flor: bondad, apertura y las cualidades más “receptivas” Su luz es la del sol del atardecer, que irradia amor y compasión.
? Y que decir de la religión egipcia ¿.Donde parece que todo gira alrededor de la Luz (o de su ausencia) con Horus, el Sol Naciente y Seth el Dios de las tinieblas. La liebre era el jeroglífico de los “ojos que están abiertos”. Los sacerdotes egipcios adoptaron la liebre para simbolizar la iluminación mental o luz mística, que se daba a los neófitos, durante su iniciación, porque suponían que este animal nunca cerraba los órganos de visión.
En el Antiguo Testamento hay múltiples referencias a la luz que se presenta como una especie de atributo divino: Luz es su vestidura; Salmos 104,2: “Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto”. La cercanía y presencia de Dios están indicadas por la luz; Daniel 2,22: “El es quien revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con El.”; Habacuc 3,4: “Su resplandor es como la luz; tiene rayos que salen de su mano, y allí se oculta su poder”; Isaías 60,19: “Será el Señor tu luz perpetua”. En el ritual del bautismo cristiano se le entrega al bautizado una vela encendida simbolizando a Cristo.
El Corán, Sura. 24 Verso 35 “Dios es la Luz de los cielos y de la tierra. Su Luz es comparable a una hornacina en la que hay un pabilo encendido. El pabilo está en un recipiente de vidrio, que es como si fuera una estrella fulgurante. Se enciende de un árbol bendito, un olivo, que no es del Oriente ni del Occidente, y cuyo aceite casi alumbra aun sin haber sido tocado por el fuego. ¡Luz sobre Luz! Dios dirige a Su Luz a quien Él quiere. Dios propone parábolas a los hombres. Dios es omnisciente”.
Tanto para el Cristianismo, la Qabbalah, el Corán, el Rig-Veda o el mazdeísmo, aparece la Luz como la forma suprema de transformación de la realidad, el “summum bonum” de la vida, de la felicidad y del triunfo. Probablemente por influjo de las religiones persas, en Qumrán se llevo al extremo la oposición luz-tinieblasSe creó un dualismo, donde la luz y las tinieblas representaban las esferas de los buenos y de los malos. “Los hijos de la luz”, los miembros de la comunidad de Qumrán, estaban en conflicto con “los hijos de las tinieblas”. Uno de sus libros se titulaba: “Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas”. Según ellos, esta confrontación en la historia correspondía a otra parecida en el mundo de los espíritus, donde había un Príncipe de la Luz y un Ángel de las tinieblas.
Resumiendo… En el mundo griego, la luz simbolizaba la razón, el bien y el conocimiento de la verdad. En el A.T. la luz, es símbolo de vida y salvación, de alegría y seguridad, la palabra de Dios es luz porque guía al hombre. En los evangelios, siguiendo la línea del A.T. la luz es símbolo de la presencia y manifestación divina, especialmente en Jesús, y acompaña a los que están con Dios. En contraposición a las tinieblas significa liberación, vida y salvación, seguridad, y verdad.
Muchas religiones a lo largo de la historia han relacionado la luz con la divinidad. En algunas se ha adorado al sol directamente como un ser divino “per se”. Otras han asociado la luz con la presencia de seres angelicales o incluso con la naturaleza del mismo Dios. Por el contrario las tinieblas o la oscuridad se han identificado con el mal y con seres diabólicos. Pero sabemos que aunque el Sol es un elemento necesario para la vida no es en absoluto un ser divino. Tampoco lo son la Luna ni los demás astros, por más que en la antigüedad se les asociara con divinidades como si fueran el cuerpo de seres superiores. Actualmente sigue la identificación religiosa y mística del concepto luz con iluminación espiritual, ya que muchas veces incluso se emplea la misma palabra.
El amanecer implica así un nuevo despertar. Ese periodo de semimuerte que es el sueño termina, y comienza un nuevo tiempo de vigilia que viene con la luz. El día es un retorno a la actividad de la vida, mientras que la noche es un periodo de letargo, de inconsciencia, de temor o de ensayo de la muerte. El sueño, y la siempre temida muerte van asociados, pues en apariencia la definitiva muerte del cuerpo es como un sueño del que no se puede ya despertar, del que no hay posibilidad de vuelta atrás.
Paradójicamente, en la llamada Senda de Lucifer la importancia de la luz no se encuentra en el mediodía donde el brillo de los rayos del sol casi nos hace perder los colores. Para el luciferino no existe maldad ni miedo en la noche, ni siquiera letargo de la vida, pues la noche es la compañera del día en un ciclo vital completo. Hay animales que despiertan y tienen su actividad vital durante la noche sustituyendo a los que lo hacen durante el día. Igualmente les pasa a las plantas, muchas de las cuales solo abren sus flores en las horas de oscuridad y se ocultan durante las horas de sol. Si creemos que existe maldad en la noche es porque no valoramos su belleza, su paz, su silencio, su misterio y su profundidad.
Mención aparte (aunque por su extensión escaparía el ámbito de este trazado) debería hacer de la importancia de la Luz en la construcción de las catedrales góticas, que es la historia de la búsqueda de un nuevo mensaje. Buscando la luz, el maestro gótico descubrió la bóveda de crucería y creó un estilo rompedor en su época. La arquitectura gótica como decía Ortega y Gasset, provoca en el visitante, entre otros efectos, una “pérdida de la serenidad”.
En el arte románico, el muro se oponía a la luz, impedía su paso, sumiendo el interior de los templos en una atmósfera sombría que propiciaba un ambiente de recogimiento. En el gótico es todo lo contrario, la luz penetra al interior de las iglesias. Según los pensadores medievales, la luz es el principio del orden.
Pero existe para nuestra Orden, otra Luz, especialmente simbólica. Cuando decimos Luz Masónica, nos referimos a esa Luz del entendimiento que guía la acción intelectual. En todas las antiguas iniciaciones predominó la veneración a la luz, como símbolo de la verdad, en todos los misterios, el candidato pasaba por una profunda oscuridad, hasta que, una vez terminadas las pruebas, era admitido en un santuario intensamente iluminado, en donde llegaba a la luz perfecta y pura, y recibía las instrucciones necesarias para proporcionarle el conocimiento. La iniciación precede en la Masonería a la revelación del conocimiento, del mismo modo que la obscuridad precedía a la luz en las antiguas cosmogonías. Por eso dice el Génesis que en el principio “la tierra se hallaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre el haz del abismo”. La cosmogonía caldea enseñaba que en el principio “todo era tinieblas y agua”. La luz es parte importante del hecho de estar en logia, de ser masón, sin ella estaríamos en la más profunda oscuridad.
La apertura de la Logia es una simbolización de la creación del mundo. Sobre el Ara se encuentra un tapete y sobre éste se coloca el Volumen de la Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás. Las que llamamos “Tres Grandes Luces de la Francmasonería.” El Volumen de la Ley Sagrada es: “La Luz sobre nosotros”, no como dogma, sino como guía de un orden moral del mundo. La Escuadra es “La Luz en nosotros”. El símbolo del derecho y del Deber, de la acción moral. El Compás es “La Luz alrededor de nosotros”, el símbolo de la Fraternidad y del Servicio al Prójimo. El Compás como “ciencia del cielo” y la Escuadra como “ciencia de la tierra”, sintetizan los misterios del cosmos. La invocación de los nombres divinos y el encendido de los tres pilares que llevan a cabo los tres principales oficiales de la Logia están ritualizando, haciendo presente, ese gesto generador del S.·.A.·.D.·.L.·.M.·. asi que, la apertura de la Logia describe de una manera simbólica un proceso similar al de la creación del mundo. Por otro lado el término Logia procede de Logos, la Palabra o Verbo, y también de términos lingüísticos que designan la luz, como el griego liké φως
¿Qué buscamos¿… La Luz….. Sobre todo esa Luz que el Venerable Maestro, después de haber obtenido el consentimiento y aprobación de los Hermanos de la Logia, da al Candidato en la Ceremonia de Iniciación y que al darla, abre las puertas y pedimos que venga la claridad. De tal manera que quien ha sido “iluminado” por la Luz Masónica, el que ha sentido sus efectos psíquicos, se pone en contacto con su propia naturaleza. En masonería, donde todo es simbólico, debemos suponer que en el principio, el Gran Arquitecto de los Mundos dijo: “Hágase La Luz” y la Luz fue hecha y desde entonces, la Luz Masónica existe. Luz de razón que inunda el entendimiento. El masón ha tomar el símbolo como fuente de conocimiento y no como un objeto de culto, pues ya sabemos que no hay que confundir el símbolo con lo que simboliza.
Ya sabemos los iniciados, que la Masonería es la continuación de los Antiguos Misterios y a la vez, una institución moderna, que se nos ofrece como la continuación de las antiguas doctrinas, frente a la idolatría, sea cual sea, y la ignorancia. Sabiduría, Fuerza y Belleza, son las tres grandes luces con cuyo significado debemos de compenetrarnos íntimamente, para que nos ayude a desbastar la Piedra Bruta de nuestra propia imperfección personal y podamos ofrecer a nuestros semejantes un Templo mejorado que sea un faro en la búsqueda del camino del bien, de la justicia y de la verdad. Los masones debemos buscar la armonía de nuestras acciones, de nuestros gestos, y nuestros pensamientos; así nos acercaremos más a la Luz de la perfección. La Masonería es la única sociedad actual que por siempre se ha ocupado de fomentar la inteligencia, trabajando por y para el progreso de la humanidad. Los principales objetivos de la Luz Masónica que conforman el conjunto de sus conocimientos son: descubrir la verdad, estudiar los misterios de la naturaleza y construir una moral capaz de fomentar el bien. Dirijamos nuestros pensamientos y dominaremos las circunstancias. Si cultivamos la razón, comprenderemos la vida.
Hermanos, el pensamiento es el único creador, aunque en demasiadas ocasiones y contradictoriamente en el ser humano, se nos presenta como el gran destructor.
M.·.M.·. L. CARLOS MORALES
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Bibliografía
La luz gótica. Paisaje religioso y arquitectónico de la época de las catedrales - Juan Manuel Medina del Río
Por la senda de Lucifer - fundamentos para una herejía
La santa biblia - (biblia de Jerusalén, 1976)
El Corán
Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada- René Guénon
La simbólica del ritual de apertura de la logia - Francisco Ariza