Según la RAE: laberinto Del lat. labyrinthus, y este del gr. λαβύρινθος labýrinthos.1. Lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida.
2. Cosa confusa y enredada………
Aun a riesgo de sufrir una indigestión mental, al tratar de digerir un símbolo tan amplio como este, y deslumbrado por su amplitud nos adentraremos en unos conceptos que seguramente, hay que sentirlos mejor que entenderlos.
Parafraseando a Miguel Psellos hablando sobre el conocimiento intuitivo, diré que: "cuando lo alcanzamos, vemos pero no razonamos ni nos percatamos de lo que pensamos, por que el discurso racional, es una forma inferior de conocimiento".
Si existe un símbolo capaz de condensar con intensidad y exactitud la historia, circunstancias y experiencias del género humano, durante este particular último siglo, creo que ese símbolo es EL LABERINTO.
Generalmente relacionamos los laberintos con lo desconocido, y a un desafío que siempre trae consigo algún riesgo que no nos podemos imaginar, pero que sólo llegaremos a conocer entrando en él. Además se encuentra presente la sospecha de que siempre hemos estado en un laberinto del que nunca acabamos de encontrar la salida, y que precisamente ese, sea el sentido de la vida, la búsqueda de la salida, o de un posible centro.
Al entrar al laberinto, lo primero que descubrimos es que tenemos que empezar a tomar nuestras propias decisiones. A cada paso vemos un cambio de sentido, una ramificación del camino, e incluso nos encontramos con caminos sin salida. Cuando nos encontramos inmersos en medio de un laberinto somos incapaces de encontrar el esquema o patrón lo que nos crea una sensación de caos. Sin embargo cuando recorremos ese mismo laberinto desde fuera, con una visión superior se aprecia el orden geométrico con que ha sido creado. Lo mismo sucede al observar una obra de arte o incluso en cualquier situación de la vida, al tomar distancia se ve su autentica dimensión.
La idea del laberinto surge de lo más profundo de la mente humana. Quizá lo importante no es encontrar el centro, sino reflexionar sobre el motivo por el que nos dirigimos a él.
Desde la prehistoria, el hombre una vez ha perdido su instinto animal, siente miedo ante la naturaleza que le supera, quizá es por eso por lo que graba laberintos en las piedras, tratando de representar esa inquietud e incertidumbre ante los caminos desconocidos que se abren ante él. Pero a pesar de ser tan primitivo, a diferencia de otros como el círculo o el cuadrado, es un símbolo muy elaborado, que necesita un proceso mental y hasta cierto punto unos conocimientos geométricos. Es, también, una manifestación de la búsqueda espiritual, en la que se trata de formar esa deseada unidad de uno mismo con el universo. El laberinto es un camino esotérico, pues a través de él se pasa de lo exterior –el mundo profano- a lo interior. El laberinto, a fin de cuentas, es con todos sus pasadizos y vueltas, el resumen de las primeras preguntas fundamentales que el Hombre siempre se ha hecho: ¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Cómo puede el hombre traspasar la muerte?
Uno de los laberintos más antiguos, conocidos, fue el descrito por Herodoto, en Egipto. Fue construido en el XIX a.C, durante el reinado de Amenemhat III y sirvió de palacio y sepultura del rey. Por lo visto era un espacio enorme, una obra con una distribución muy compleja (200m x170m), cuyas ruinas se han conservado hasta hoy. Herodoto explica que si se pudiera reunir todas las construcciones de Grecia, no llegarían a ser como la titánica obra de Egipto. Tras el declive de la civilización egipcia, este laberinto perdió su uso y la mayor parte de sus materiales se volvieron a reutilizar en otras construcciones.
La representación más antigua del laberinto en una construcción cristiana, seguramente es el que esta grabado en el suelo de la iglesia de San Reparato en Orléansville (hoy Chlef), Argelia, en el año 324, y en cuyo centro tiene una inscripción con las palabras sancta eclesia repetidas 3000 veces en un gran laberinto cuadrado. A los laberintos se les daba también a veces el nombre de “camino de Jerusalén”, porque el recorrerlos ayudaba al peregrino a meditar sobre sus ideales cristianos.
Dado que los laberintos parecen tener (que sepamos) más de 5.000 años de historia, se nos hace bastante difícil descubrir su forma y significado originales, pero está claro que guardaban una estrecha relación con la muerte. Es posible que los laberintos fueran mapas del más allá, para que el alma en tránsito supiera qué camino seguir. En tal caso, serían símbolos de la muerte, pero también podrían haber simbolizado la reencarnación, pues si el alma es capaz de llegar al centro, de la misma forma puede seguir el camino inverso y renacer.
El laberinto es un camino de meditación y reflexión para todas las personas que buscan lo divino, independientemente de la religión que sigan o la tradición en que se hayan desarrollado, pues ya vemos que esta presente en todas las culturas, desde los indios hopi representando a la Madre Tierra en Norteamérica hasta los celtas en Europa, y en diferentes épocas, por lo que tendremos que entender que se encuentra alojado en lo mas profundo del subconsciente, o bien tienen un origen común.
El juego de la oca por su disposición y dibujo esta relacionado con los laberintos, complicados caminos hacia un objetivo final; sólo el que cree, tiene paciencia y constancia en ese objetivo sale del laberinto. Se supone que este juego tiene su origen en Grecia, allí se origina el mito de Teseo héroe que mata al Minotauro en el Labrys o laberinto, el laberinto mas famoso de la antigüedad. Sólo apuntar que éste es un laberinto de encrucijadas, y no de vía única, donde el tema dominante es la lucha, la superación de las pruebas para conquistar el centro y vencer al monstruo devorador de doncellas. Plinio, en Historia Natural hace mención de cuatro laberintos, el de Egipto descrito por Herodoto y, situado al este del lago Moeris: los tres de Grecia, localizados en Cnosos, Gortyna y Lemnos, de alguno de los cuales da una descripción bastante completa mientras que de otros solo hay referencias casi mitológicas, lo que nos indica que ya en su tiempo el tema de los laberintos era algo bastante común y extendido.Podemos distinguir varios tipos según su forma: redondeados, cuadrangulares, irregulares. O según el recorrido, y que haya o no un centro, donde hay un único camino. Los de encrucijadas, presentan múltiples vías y rutas ciegas en las que es posible extraviarse, volver muchas veces al punto de partida, e incluso no encontrar nunca el centro o la salida.
Durante la época medieval el laberinto simbolizaba el difícil camino hasta Dios con una sola entrada (el nacimiento) y un centro claramente definido (Dios).El complicado camino que conduce al centro de un laberinto sirve para darnos una idea del recorrido del Espíritu en nuestras vidas, esto nos sitúa en la búsqueda para encontrar un sentido a nuestra vida; nuestro sitio en este mundo. El centro de un laberinto es donde se deposita la mayor carga simbólica de su construcción. Una vez llegado al centro del laberinto, desaparece la idea de pasado y el futuro pierde sentido. Solo existe presente, que es inmutable, y no le afecta el devenir.Una vez desaparecido el pasado, se desvanecen el rencor, los prejuicios y los apegos hacia aquello que nos condiciono. Una vez desaparecido el futuro se desvanecen los miedos, los deseos, las ambiciones, y las esperanzas de llegar a ser algo distinto de lo que eres. Es aquí precisamente donde libraremos la batalla final con nuestro peor y real enemigo.
Según Santarcangeli: “En su centro siempre hay un ente luminoso; a menudo un nombre impronunciable, una divinidad o el propio Dios, de rostro ya revelado o aun cubierto por un velo; y con mucha frecuencia un monstruo en el cual, como en el Minotauro se acumulan culpas y avidez, aspiraciones, sueños, y pesadillas inconscientes o semiconscientes”.
El laberinto clásico de un solo camino, donde no hay trucos ni callejones sin salida se parece más a la idea de la espiral que a la del laberinto como tal. Hay un centro que atrae magnéticamente y que se mantiene presente durante todo el recorrido, pero ignoramos qué hay allí al final. Recorrer un laberinto con la mente y el corazón abiertos puede llegar a tocarnos el Alma y liberar nuestras alegrías y nuestras penas, reflejo del miedo y de la desorientación que el ser humano, como ser racional, experimentó ante la naturaleza primitiva y salvaje, y fundamentalmente, miedo ante la vida.
En el Renacimiento los laberintos pierden el centro, un reflejo de las enseñanzas humanistas en las que precisamente el centro lo ocupa el hombre. En el Barroco no solo pierden el centro si no que en concordancia con el ambiente general de la época adquieren un sentido más lúdico y superficial quedando prácticamente como un elemento ornamental.
En resumen, el laberinto de las encrucijadas esta relacionado especialmente a la vida psíquica del hombre, y del buscador, del que vive en la selva diaria de la que no tiene más perspectiva que los obstáculos, e interminables pruebas, sin llegar a ver ni percibir ni el centro ni la salida, atrapado como esta en la solución de los problemas del quehacer diario. Por el contrario, para quienes son capaces de recorrer el laberinto de una sola vía, este conduce, dentro del camino ya encontrado, hacia el centro que de alguna forma ya han presentido o anhelado. El centro es, ante todo, el origen, el punto de partida y de destino de todas las cosas.
En las catedrales góticas, las proporciones de las obras y la disposición de las naves forman una unidad deliberadamente creada por los constructores, quienes decían que durante la noche esas proporciones del templo facilitaban la recogida de las energías del universo, para ser entregadas durante el día a los visitantes como palabras divinas.
Dice René Guenón en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada:
“Por otra parte, se encuentra también la idea de “viaje”, en el aspecto en que esa idea se asimila a las pruebas mismas, como puede verificarse aún hoy en ciertas formas iniciáticas, la masonería por ejemplo, donde cada una de las pruebas simbólicas se designa, precisamente, como un viaje. Otro simbolismo equivalente es el de la “peregrinación”; y recordaremos a este respecto los laberintos que se trazaban otrora en las lajas del piso de ciertas iglesias, cuyo recorrido se consideraba como un "sustituto" del peregrinaje a Tierra Santa; por lo demás, si el punto en el que termina ese recorrido representa un lugar reservado a los "elegidos”, ese lugar es real y verdaderamente una “Tierra Santa” en el sentido iniciático de la expresión: en otros términos, ese punto no es sino la imagen de un centro espiritual, como todo lugar de iniciación lo es igualmente”
Guenón tiene un desarrollo del tema básicamente masónico, como es natural en un H.·. de la Orden. La idea central alrededor de la cual hace girar el significado de este símbolo, es la iniciación. El profano, se enfrenta ya desde el primer momento a unas pruebas y dificultades que deberá superar en su progresión hasta llegar al santuario. Lo que nos está diciendo es que, desde ese momento en que somos iniciados en los misterios de la masonería, y toma forma la escenificación del ritual de iniciación, debemos trabajar con constancia en la construcción de nuestra persona y de la sociedad en un trabajo constante. Esa es la segunda idea que nos plantea, el viaje hacia ese santuario, el lugar ético y espiritual propio de la masonería.
Mircea Eliade señala que el principal objetivo del laberinto es defender el centro. También se interpreta el recorrido del laberinto como el aprendizaje del neófito respecto a la forma de entrar en contacto con la muerte, es decir el acceso iniciático a la sacralidad, la inmortalidad y la realidad absoluta. El laberinto tiene un doble sentido y finalidad, ya que permite o impide según el caso, el acceso a algunos lugares donde no todos pueden entrar, solo los que están preparados podrán recorrerlo hasta el final, mientras que los demás se perderán por el camino. Así también vemos que hay un sentido de selección, en relación a la iniciación, el recorrido del laberinto no es sino una representación de las pruebas iniciáticas y se puede entender que, cuando servía efectivamente como medio de entrada en algunos santuarios, debía estar dispuesto de tal forma que las pruebas correspondientes se ejecutaran, precisamente, en ese recorrido. Siguiendo con esta idea podemos ver la relación del laberinto y la caverna, con los viajes y la iniciación propiamente dicha cuando empieza la toma de conciencia y descubrimos que uno se encuentra preso de su propia mente, el principal enemigo de uno mismo.
“Todos los seres que dependen de su principio, consciente o inconscientemente han de aspirar a retornar a él…”
De todo esto podemos entender que la búsqueda del Centro es un proceso, en todo ser que nada a contracorriente en el mundo profano, para llegar al origen, y si bien la muerte algunos la hemos entendido literalmente como la destrucción del cuerpo físico, también casi la hemos aceptado, con el Rito de Iniciación, como el principio de la regeneración psíquica y moral, que apunta en la dirección del centro que deseamos encontrar.
V.·.M.·. L. Carlos Morales
BIBLIOGRAFIA
JEAN CHEVALIER DICCIONARIO DE SÍMBOLOS
RENÉ GUÉNON SÍMBOLOS FUNDAMENTALES DE LA CIENCIA SAGRADA
PAOLO SANTARCANGELI EL LIBRO DE LOS LABERINTOS
MIRCEA ELIADE LO SAGRADO Y LO PROFANO
ANTONIO PLANELLS EL CENTRO DE LOS LABERINTOS DE JORGE LUIS BORGES