En estos tiempos de incertidumbre nos encontramos con más preguntas que respuestas. Lo que sí es seguro y evidente que con el COVID-19 comenzó una nueva situación, que aun sin terminar, se ha visto llevada a grado superlativo con la guerra en Europa producto de las ideologias estremistas por parte de todos.
Las grandes catástrofes dan lugar a nuevos modelos sociales, económicos y políticos. Puede ser que esta crisis, además de pillarnos desprevenidos, haya puesto de relieve lo mejor y lo peor del ser humano. O cambiamos el mundo o estamos acabados. Porque una sociedad incapaz de cuidar de los suyos está condenada a convertirse en una caricatura de lo que debería ser.
Hay que preguntarse qué nos gustaría hacer y no hacemos. Qué nos gustaría vivir y no vivimos. Cómo nos gustaría que fuera la vida y no hacemos lo necesario para que sea así. Todos esos miedos: ¿en qué se basan? ¿En tus creencias?
No existen emociones positivas o negativas. Sentir emociones es positivo, siempre es positivo sentir cualquier emoción, ya que tienen algún tipo de utilidad y nosotros debemos sentir nuestras emociones con libertad en lugar de reprimirlas o tratar de controlarlas.
Toda la humanidad, está sintiendo miedo, conviviendo con él cada minuto. Pero el miedo no es nuevo. Sucede que el miedo verdadero es poco conocido en nuestro “mundo civilizado”. En el tercer mundo se vive así cada día. Y ahí sigue. El miedo solo sirve para superarlo y crecer en el intento. El miedo sirve para sobrevivir, es un mecanismo de respuesta a situaciones de peligro, ya que gracias a él nos retiramos cuando existe una amenaza. Esta amenaza puede ser para nuestra vida, nuestra autoestima, nuestra seguridad, o nuestras creencias. El miedo descontrolado nos atenaza, nos agarrota, nos anula la capacidad de reaccionar o de buscar soluciones y añade un nuevo problema al que lo había originado
Sirva esta entrada para tratar de explicar los saqueos que se han producido en algunos supermercados debidos en su mayor parte al miedo y sobre todo al desconocimiento y falta de información, seguramente agravados por una total desconfianza en los políticos y su capacidad de gestión.
El libre mercado, como lo conocemos, ha muerto o está en proceso, solo nos falta enterrarlo. Los mecanismos habituales no funcionan porque no nos enfrentamos ante una crisis normal. Los Gobiernos son conscientes (o deberían serlo) de que la economía en manos de empresas privadas no puede solucionar catástrofes sanitarias como la actual, lo que provocara volver a sistemas más intervenidos y controlados, con el riesgo de nuevas dictaduras de todos los colores. Las emociones dominarán el discurso político, el estado de alarma provoca un aumento de la sensación de peligro y de las crisis de ansiedad. Esto puede suponer más demagogia y manipulación.
Estamos en la era del dragón. Es la era del cambio, del cambio geopolítico. Cambio que perciben políticos y empresarios de todo el mundo que en los últimos tiempos se trasladan continuamente a oriente.
El propio Covid-19 es el resultado de la excesiva presión humana sobre la biosfera, consecuencia de un sistema económico que destruye todo para perpetuarse. La crisis económica también mata, y mucho, sobretodo en un momento donde la economía está más delicada que nunca, por obra y gracia de un sistema de gobierno llamado neoliberalismo. Hemos de encontrar nuevas vías de crecimiento humano, las hasta ahora experimentadas no cumplen las expectativas, y solo crean frustración en lo que de alguna forma tenían confianza en ellas y desilusión y egoísmo en los que no.
Nuestro trabajo como masones no ha de ser solo para nosotros mismos, sino de cara a la sociedad, trasladar a ella esos valores que se supone tenemos, y más en estos momentos donde parece que el suelo se abre bajo nuestros pies.
En el preámbulo de la Constitución de la GLE se dice “Tiene como objetivo el perfeccionamiento moral de la humanidad y como medio de propagación una verdadera filantropía, con el empleo de costumbres y formas simbólicas”
Tengámoslo presente, no sea que a base de ir haciendo concesiones por el camino, nos olvidemos donde vamos.
V.·.M.·. L. Carlos Morales